PERU: ¿HACIA LA NORMALIDAD DEMOCRATICA?
La
victoria electoral que cosechó Alejandro Toledo el pasado domingo
en Perú suscitó abundantes y comprensibles muestras de optimismo
político y financiero en la comunidad internacional. Motivos para
festejar los hay, indudablemente: por una parte, los comicios de ayer marcaron
la superación definitiva de la década de Fujimori, es decir,
de un régimen caracterizado por el autoritarismo, la antidemocracia,
la disolución institucional, la corrupción, las violaciones
a los derechos humanos, el tráfico de influencias y la simulación
económica; por la otra, fueron la culminación de un proceso
electoral que, en términos generales, resultó pulcro y ordenado.
Adicionalmente, es razonable suponer que la derrota de Alan García
constituyó para numerosos sectores del país andino y del
extranjero un motivo de alivio, habida cuenta de los saldos de desastre
que dejó el aprista cuando ocupó la presidencia en la segunda
mitad de los años ochenta.
Sin embargo, los motivos para la esperanza no deben llevar
a la omisión del difícil panorama que habrán de enfrentar
el virtual presidente electo y su anunciado gobierno de concertación:
una clase política corrompida y acanallada por el fujimorato, una
institucionalidad carcomida y una economía desarticulada que mantiene
a más de 50 por ciento de los peruanos por debajo de la línea
de la pobreza.
Las formalidades y los procedimientos electorales parecen
haber sido restaurados, pero ello es sólo el punto de partida para
una ardua tarea de reconstrucción de la democracia, en un entorno
en el cual la cultura cívica y la conciencia republicana resultaron
minadas por la corrupción, la arbitrariedad y el desgobierno fujimoristas.
Aun si, Toledo logra llevar a cabo su tarea política
en forma óptica, cabe preguntarse hasta qué punto su administración
será capaz de estabilizar a Perú y de lograr un margen razonable
de gobernabilidad si no se impulsa y logra, al mismo tiempo, una reactivación
económica significativa y si no se toman decisiones que alivien
las dramáticas carencias de la porción mayoritaria de la
población y atenúen los lacerantes y antiguos contrastes
sociales que padece la nación sudamericana.
Lo anterior no significa, ciertamente, minimizar la importancia
del proceso comicial regular y apegado a derecho que culminó anteayer
en Perú, pero es pertinente recordar que ese proceso no significa,
ni mucho menos, la solución a los problemas más acuciantes
de ese país hermano. |