martes Ť 5 Ť junio Ť 2001

José Blanco

La contienda por el futuro /II

Decía la semana pasada que grupos y partidos con vocación de poder, en su contienda permanente por el futuro, deben proponer, respecto a la economía, cómo resolver: 1) la consolidación y la conservación contundentes de los equilibrios macroeconómicos; 2) la aceleración del crecimiento económico y de la productividad, acompañada de la protección rigurosa y la recuperación máxima de los recursos naturales; 3) el abatimiento de la pobreza y de la desigualdad a través de un ambicioso programa permanente de educación y capacitación; y 4) la organización efectiva de un gobierno eficiente y responsable, libre de corrupción.

Los "revolucionarios" del PRI y sus herederos en el PRD, decía, creen que entre equilibrio y crecimiento existe una contradicción insalvable. También creen que entre equilibrio y crecimiento, de un lado, y abatimiento de la pobreza y la desigualdad, de otro, existe una contradicción peor aún, insuperable. En consecuencia proponen abordar resueltamente la pobreza y la desigualdad, pase lo que pase con los objetivos 1 y 2 referidos. De esa posición resultan, por supuesto, programas populistas a la López Obrador, o los que veremos emerger nuevamente de los "revolucionarios" priístas, quienes creen que la pérdida de la Presidencia en julio de 2000 tiene como origen el olvido de su pasado populista y el haberse alineado en cambio a los "tecnócratas neoliberales".

Por el contrario, la derecha política, ubicada en parte en el PRI y en parte en el PAN, así como la derecha de la sociedad civil (con diversos grupos, principalmente empresariales), defienden el objetivo 1 sobre todas las cosas, suelen tener posiciones ambiguas respecto al objetivo 2, pero en todo caso su posición real respecto al objetivo 3 es que sea "lo que Dios quiera"; a esta derecha no le disgustan los programas caritativos, aunque bajo formas distintas a las que embelesan al populismo. Unos lo hacen por "profundos sentimientos altruistas", mediante el uso de recursos privados, los otros por adoración al "pueblo", con el uso de recursos públicos.

De otra parte, todas las orientaciones políticas dicen estar a favor del objetivo 4, si bien el debate público sistemático acerca de cómo hacerlo, es una ausencia total.

Una orientación ideológica socialdemócrata, con posiciones políticas de centro izquierda, estaría a favor de una búsqueda sistemática para alcanzar responsablemente y en grado óptimo los cuatro objetivos simultáneamente (sin el cuarto objetivo cualquier política económica termina en la inanidad). Lo mismo ocurriría, grosso modo, con las corrientes en pro de una posición política de centro derecha. Pero diferirían en vías y en acentos. En todo caso el diálogo político posible para alcanzar acuerdos nacionales (políticas de Estado), parece factible sólo en el espacio configurado por esas dos grandes alas hechas de amplia pluralidad.

Entre equilibrio macroeconómico, crecimiento de la economía y abatimiento de la pobreza y la desigualdad no existen contradicciones absolutas, sino tensiones de mayor o menor grados, dependiendo de una multiplicidad de condiciones nacionales e internacionales, que en todo momento es necesario examinar con puntualidad, pero en las que juega un papel decisivo la variable productividad.

El crecimiento rápido es indispensable para incidir en la pobreza y la desigualdad por la vía de la ampliación del empleo, pero una etapa así de crecimiento tiende a abatir el desempleo de mano de obra calificada, y a convertirse en una amenaza para el equilibrio en lo que hace al nivel de precios, lo cual acarrearía desequilibrios en las demás variables fundamentales macroeconómicas. Esa tensión se atemperará y dará lugar a etapas más prolongadas de crecimiento si hay una oportuna intervención en los rubros de educación y capacitación y ello forma parte de una política más abarcante por el aumento de la productividad. Las características de la inversión productiva son asunto clave.

Un crecimiento rápido en condiciones de tendencia a la recesión de la economía internacional, puede llevar a fuertes desequilibrios originados en este caso en la balanza de pagos. Un crecimiento apoyado en la ampliación del gasto y del déficit públicos puede ampliar momentáneamente el empleo y el ingreso, pero impulsa al alza las tasas de interés, frena la inversión productiva y amplía el déficit en cuenta corriente, desequilibrios que obligarán a un pronto freno de la economía. Cualquier ruta que conduzca al desequilibrio macroeconómico va rumbo a la recesión o la crisis, con lo cual los objetivos 2 y 3 quedarán cancelados.

Es deber ineludible de la izquierda política interiorizarse a fondo y sin prejuicios acerca de los intríngulis crecientemente complejos de la operación económica de hoy, si aspira a un lugar relevante en la contienda por el futuro.