Ť Desarraigar a habitantes del centro de la capital cubana sería un "error garrafal"
Restaurar La Habana sin convertirla en una Disneylandia, reto del historiador Eusebio Leal
Ť El interés social predomina sobre el individual y es clave de la rehabilitación, afirma
Ť Frente a la globalización, propone fortalecer el "alma" de la gente y cuidar su identidad
KARINA AVILES
Eusebio Leal Spengler es el historiador de La Habana. Tiene a su cargo el reto de no matar a la ciudad en el proyecto de restauración que dirige y, por supuesto, "no hacerla una Disneylandia".
La rehabilitación de una ciudad herida por el bloqueo responde a la globalidad con piedras, pintura, cemento, pero sobre todo con la defensa de su historia, aunque en ocasiones todo se paralice por la falta de un tornillo de bronce. La arquitectura globalizadora, cuyo emblema es la "M" amarilla con olor a comida rápida, aquí no encuentra espacio.
"Si nosotros hemos luchado por algo para todos, ahora también tenemos que luchar por algo que caracteriza lo propio, lo diferente: la singularidad". Desde México, Leal Spengler "camina" por La Habana para mostrar ese proyecto que busca "fortalecer el alma invisible de la gente a partir de cuidarle sus rasgos de identidad. Ahí está la clave".
El paseo se inicia por las calles estrechas y las antiguas casas con balcones de La Habana Vieja. En el centro histórico viven 74 mil personas, de las cuales 18 mil 800 son niños.
La tarea de restauración de ninguna manera pretende despoblar la parte antigua de la ciudad porque sería "un error garrafal". Pero busca una redistribución en los edificios, "porque lógicamente hay quien ya no cabe. Entonces, construimos nuevas viviendas, para no desarraigar a las personas".
Sólo se intentará que salgan del casco viejo aquellos recién llegados que no tienen una relación "moral y espiritual con la zona y que son generalmente los migrantes, que vienen de otras partes del país y que lo ideal es que puedan regresar a su lugar de origen creándose allí puestos de trabajo y nuevas soluciones".
La huella de generaciones
Las ciudades, enfatiza Leal Spengler, hay que aceptarlas como son: "Una creación humana en donde todos hemos dejado una impronta, un sello, una huella por generaciones. En la labor que estamos haciendo, el arte consiste en crear una ciudad distinta, una ciudad un poco ideal basándonos desde luego en un hecho histórico real, que es la base social y jurídica de la sociedad cubana".
El historiador pasa por el bar El Floridita, aquel en donde Hemingway solía estar horas en un rincón de la barra y en donde hoy se le puede: un busto del que no se olvida su presencia. Los visitantes no salen de ahí sin antes probar el daiquirí, cuya fórmula inventó el escritor.
A propósito de Hemingway, dice que algunos estadunidenses quisieran rentar hasta la recámara donde dormía el autor de El viejo y el mar. "Pero no, no. Nosotros queremos que esto sea para todos, que nadie pueda comprarlo ni por un tiempo, ni por todo el tiempo".
Leal Spengler dice que en una sociedad que tiene como objetivo "mantener por sobre todas las cosas el interés social", lo colectivo debe predominar sobre lo individual y esto identifica al proyecto.
Pero no sólo son "necesarios el pan y la justicia, sino también la belleza". El proyecto de restaurar ha pasado por diferentes momentos, aunque los años de las peores crisis del bloqueo minaron la capacidad del Estado para darse a la tarea de la rehabilitación.
Es en octubre de 1993 cuando el Estado cubano promulga una ley que le concede personalidad jurídica a la Oficina del Historiador. La norma permite a esa entidad tener fondos propios "a partir de la explotación de terrenos, de edificios, de lugares que eran propiedad del Estado o propiedad pública y que le fueron otorgados a la oficina para crear precisamente un fondo inmobiliario, un fondo monumental que permita restaurar sin privatizar. La oficina es una entidad pública en ese sentido, pero que actúa con un esquema empresarial".
En el malecón, el historiador da un ejemplo de lo anterior con las carretas tiradas por caballos. Aunque "comparten el mismo espacio", las carretas son propiedad de la oficina y los caballos no. "¡Nosotros no podemos alimentar a los caballos porque en nombre del socialismo no se pueden hacer barbaridades!"
Para Leal Spengler la restauración "no se puede convertir en una losa pesada porque tiene un principio de sustentabilidad, que es esencial". Por eso, en el proyecto trabajan especialistas de diferentes disciplinas, tanto del área de las ciencias humanísticas como el de las económicas y administrativas. Lo integran 120 arquitectos, más de 4 mil obreros de la construcción y otros mil trabajadores del patrimonio, entre arqueólogos, historiadores pero también economistas.
El historiador explica que este proyecto marcará una pauta en la capital cubana y en todo el país porque fuera de La Habana hay otros sitios que siguen los programas de restauración. "Pienso que esta década que hemos comenzado en el año 2000 es decisiva para la transformación no del centro histórico, sino de toda la ciudad con una gran participación comunitaria".
Aclara que el proyecto no pretende concentrar en La Habana la actividad turística. "Al contrario, la revolución y el país han tratado por todas las vías de diseminar el fenómeno turístico por toda la isla, pero fundamentalmente por los lugares ecológicos. Sin embargo, es inevitable el turismo de ciudad.
"Y ante ese embate de turismo de ciudad son también una realidad todos los riesgos y peligros que eso entraña en una isla bloqueada y tan satanizada. Por ello, nuestra labor tiende a fortalecer el alma invisible de la gente a partir de cuidarle sus rasgos de identidad".
Frente a la globalización, este proyecto "marca con mucha fuerza signos de lo propio". Es una respuesta en defensa de los valores que "corren mucho riesgo cuando hay un proceso de homologación brutal en todas partes del mundo y fundamentalmente en América Latina".
Podría parecer "un manifiesto conservador", pero estos valores son los de autoestima comunitaria, de cultura propia, de estilos, de formas de vida. "No niega los valores positivos de la globalización, los valores universales del conocimiento de la tecnología, pero en medio de todo esto trata de acentuar lo nuestro".
Otro de los "objetivos" del proyecto es dar una visión diferente a lo que "mucha gente quiere buscar en un país, y más cuando se trata de una nación que viene saliendo de una crisis".
De esa manera, los turistas "van a ir ( a Cuba) y no van a ver solamente a las mujeres, a ver de qué manera se llevan algo de aquello, sino que van a respetar un poco más que el país no es solamente una casualidad de la naturaleza, sino que además es una nación, un pueblo. Un pueblo que tiene cosas de su espíritu que quiere compartir, pero que no quiere perder".