Lunes en la Ciencia, 4 de junio del 2001
Situación de las científicas e investigadoras en las instituciones de educación y el mercado laboral Ciencia y género Patricia Vega y Mirna Servín El próximo 15 de junio, la sobresaliente científica de origen canadiense Shirley M. Tilghman se convertirá en la primera mujer en encabezar la Universidad de Princeton, en Estados Unidos, al ocupar la décimo novena presidencia de una de las instituciones educativas más reconocidas de ese país. La designación de Tilghman fue recibida de manera favorable en publicaciones científicas como la revista Science y en periódicos como The New York Times en el que se destaca que también las universidades de Pennsylvania y Brown son presididas por mujeres: Judith Rodin y Ruth J. Simmons (esta última tomará formalmente posesión de su cargo a partir del primero de julio). La presidencia de una universidad en EU es, en definitiva, un puesto predominantemente ocupado por el sector masculino. De acuerdo con un estudio del American Council on Education titulado An international Visitor's Guide to Higher Education in the United States, las mujeres representan sólo 16 por ciento en la dirección de universidades y los llamados colleges. Y es precisamente en este terreno donde la designación de la bióloga Shirley Tilghman promete ser benéfica, ya que además de ser reconocida como una brillante investigadora que trabajó en el primer grupo que aisló un gen de mamífero, se le conoce como una feminista activa que se ha pronunciado a favor de promover políticas de fomento al desarrollo de las mujeres. Incluso en EU, el panorama es tan desigual que a pesar de que cada vez más mujeres se inscriben en colegios y universidades, éstas obtienen alrededor de la mitad de los ingresos de los profesionistas varones con doctorado. Basta con cruzar la frontera para encontrar un panorama más desalentador: ninguna de las tres principales instituciones educativas de nuestro país -la UNAM, el IPN y la UAM- han sido encabezadas por mujeres. Desde su fundación en 1910, la UNAM ha tenido 42 rectores; el IPN - desde 1936- ha tenido al frente a 24 directores generales y la UAM ha tenido 8 rectores generales a partir de 1975. Sin embargo, en la actualidad hay cuatro rectoras en las universidades públicas del país: Dolores Cabrera, de la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ), Mónica de la Garza y Patricia Aceves, rectoras, respectivamente, de las unidades Azcapotzalco y Xochimilco de la UAM, y Marcela Santillán Nieto, rectora interina de la Universidad Pedagógica Nacional (UPN).
Un matiz necesario: los casos de la UAM-A y la UAM-X Entrevistadas por separado, las rectoras Mónica de la Garza y Patricia Aceves coinciden en que la legislación y la reglamentación internas de la UAM ofrecen oportunidades iguales a hombres y mujeres, por lo que no es necesario, acotan, impulsar políticas con perspectiva de género. Ambas asientan claramente que su función, como rectoras, es apoyar equitativamente a todas y todos los integrantes de la comunidad académica y estudiantil a su cargo, y señalan que, en el terreno académico, la UAM cuenta con instrumentos que propician que las actividades de investigación y docencia se desarrollen de una manera articulada, es decir, integral. En ambas unidades las mujeres participan en jefaturas de área, coordinaciones de investigación. Sin embargo, la rectora Mónica de la Garza -quien tomó posesión de su cargo el 9 de julio de 1997 y concluirá su funciones en unas cuatro semanas- manifiesta su interés en los diagnósticos con perspectiva de género en la UAM-Azcapotzalco. Por ejemplo: de la matrícula global para el trimestre de otoño del 2000, 69.5 por ciento fueron hombres y 30.5 por ciento, mujeres. Por lo que respecta a la planta académica, la funcionaria explica que, dependiendo del área de conocimiento, hay departamentos integrados prácticamente por hombres como los casos de las ingenierías o casos en los que el porcentaje de participación de las mujeres alcanza hasta 60 por ciento como en sociología y humanidades. Pero, en términos generales, las profesoras-investigadoras representan casi un 40 por ciento. Por su parte, la rectora Patricia Aceves indica que la UAM contempla la figura de "profesor-investigador" sin distinción de sexos en cuanto a sus funciones, derechos y obligaciones. Y los mismos criterios se aplican para el estudiantado. Resalta, como dato adicional, el hecho de que en la UAM-X se imparte la única maestría en estudios sobre la mujer que existe en el país. Lo que sí se observa la doctora Aceves es una mayor proporción de profesoras en el Sistema Nacional de Investigadores y una presencia importante de mujeres en puestos directivos y al frente de proyectos de investigación y de toda índole en la unidad Xochimilco. Además de la rectoría de la UAM-X varias coordinaciones de licenciaturas y posgrados son ocupadas por mujeres (una de las tres direcciones de división es ocupada por una mujer y dos de las jefaturas de los 12 departamentos existentes están bajo la responsabilidad de mujeres). El techo de cristal Aunque en México las estadísticas muestran que cada vez más mujeres cursan estudios de nivel superior y posgrado con una mejor distribución en las áreas del conocimiento, cuando desean ingresar al mercado laboral o aspirar a puestos altos en la academia y la ciencia, es donde enfrentan dificultades. Datos del anuario estadístico de la Asociación Nacional de Universidades e Institutos de Estudios Superiores (ANUIES) indican que en 1970 de una población escolar de posgrado de 5 mil 953 integrantes, sólo 786 (5.3 por ciento) eran mujeres, mientras que en 1999 la cifra se elevó a 46 mil 878 (42.1 por ciento) mujeres de una total de 111 mil 247 estudiantes en este nivel. Pero, el problema ya no se centra predominantemente en el acceso a la educación, dice Sylvia Ortega, actual subsecretaria de Servicios Educativos para el DF. "Si analizamos el mercado de trabajo después de la licenciatura y estudios de posgrado, te das cuenta de que el ser mujer cuesta en términos de dinero -por que te pagan menos-, y en términos de acceso en los puestos de mando, ya que estos tiempos coinciden con la época de fertilidad o maternidad de la mujer, por lo cual se enfrenta una disyuntiva". Por ello, agrega Ortega, son en estos puntos en donde se deben enfocar las políticas con visión de género, no tanto ya en la educación sino en el ámbito de desempeño profesional y "quitar esos techos de cristal". Y Sylvia Ortega bien sabe de lo que habla. Además de ser investigadora ha ocupado puestos de alta jerarquía en el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) como directora adjunta de Asuntos Internacionales y Becas. También fue rectora de la unidad Azcapotzalco de la UAM (de 1989 a 1993) y dirigió hasta hace poco la Universidad Pedagógica Nacional. Para tener una idea de lo que ocurre en el ámbito laboral, basta con revisar los indicadores de actividades científicas y tecnológicas de 1990 al 99 del Conacyt, los cuales registran que de la población completa, las mujeres que completaron exitosamente el tercer nivel de educación y están empleadas en ocupaciones de ciencia y tecnología en el país eran en 1991, 422 mil 637 (33.3 por ciento) de un total de 1 millón 266 mil 460. En 1998 la participación femenina aumentó a 1 millón 6 mil 498 (38.9 por ciento) de un total de 2 millones 584 mil 82. Aun cuando Sylvia Ortega promovió -mientras trabajó en el Conacyt- una reforma para incentivar a las mujeres a continuar estudios de posgrado, y también la extensión del periodo (de 30 a 35 años) para que las aspirantes tuvieran una margen mayor para pertenecer en la categoría de candidatos a investigador dentro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), reconoce que en general no han habido esfuerzos importantes para incentivar la participación de las mujeres en la educación superior y la ciencia. Este problema es extensivo en el resto de la región ya que de acuerdo con el Foro Regional Mujeres, Ciencia y la Tecnología en América Latina -realizado por la UNESCO en 1998, con la participación de 17 países y organizaciones internacionales--, la situación de las mujeres dedicadas a la ciencia y la tecnología en esta zona presenta rasgos comunes: "En su vida profesional enfrentan obstáculos y dificultades específicas, que obedecen tanto a factores intrínsecos de los modelos y prácticas característicos de las instituciones científicas, como a condicionantes socioculturales que limitan el pleno desarrollo del conjunto de las mujeres, entre los que resaltan la persistencia de la delegación de los tradicionales roles domésticos y de cuidado familiar. Como resultado, persisten situaciones de discriminación salarial y laboral, que se expresan en su desempeño en tareas y cargos de menor jerarquía, y en que su presencia es minoritaria en los niveles de decisión". A este respecto la doctora Sylvia Ortega dice que ahora buscará incidir desde la educación básica, con programas en donde las niñas y las jóvenes vean más mujeres en posiciones de decisión. "Tenemos que insertar más modelos para trabajar en la equidad de genero y enriquecer la educación que viene desde el seno familiar". Cifras son elocuentes en sí mismas: de un total de 7 mil 252 integrantes del SNI, sólo 2 mil 116 (29.1 por ciento) son mujeres: 397, corresponden en la categoría de "candidatos a investigador", frente a 921 varones; mil 339, al nivel I, frente a 2 mil 802 varones; 281, al nivel II, frente a 578 y 99 en el nivel III, la categoría más alta del sistema, frente a 485 varones. Por su parte, la Academia Mexicana de Ciencias (AMC) registra hasta enero del 2001 a sólo 267 (19.3 por ciento) mujeres de un total de mil 383 integrantes que la conforman. De ellas, 96 se desempeñan es ciencias exactas; 89 en ciencias naturales; y 82 en ciencias sociales y humanidades. Esta visión general muestra que a pesar de que la participación de la mujer ha aumentado, persisten condiciones de inequidad que limitan su desarrollo profesional y social. Aún cuando en diversas partes del mundo suceden pequeños cambios, hace falta una avalancha que acabe con los famosos techos de cristal. |