LUNES Ť 4 Ť JUNIO Ť 2001

Ť Reboceros, el mejor equipo de la Primera A, se impuso con global de 4-2

La Piedad goleó 4-1 a Aguascalientes y ascendió a la Primera División

Ť Si quieren enfrentar al América, Chivas y Morelia, apoyen al equipo, la arenga en el estadio

 MARLENE SANTOS A. ENVIADA

La Piedad, Mich., 3 de junio. Sin piedad, los Reboceros desplumaron a los Gallos Blancos y conquistaron el ascenso al máximo circuito, tras imponerse en el estadio Juan N. López 4-1, global de 4-2, y hasta entonces, tras una semana de espera, por fin dieron rienda suelta a los festejos.

Así, La Piedad redondeó un gran año en el que fue el mejor equipo de la Primera A, al sumar 40 puntos en dos torneos y cumplió con su meta de subir por méritos deportivos.

El ambiente fue festivo con un estadio que se colmó dos horas antes. El grito de "¡sí se puede, sí se puede!" animó a los jugadores locales en cuanto saltaron a la cancha.

Los Reboceros de inmediato se abocaron al ataque, pero se toparon con una defensa bien plantada que jugó al borde del reglamento para impedir que los michoacanos concretaran.

piedad-aguas4Al minuto 8 surgió un conato de bronca. Manotazos, empujones y hasta uno que otro golpe bajo intercambiaron los jugadores por lo que el silbante José de Jesús Robles amonestó a Carlos Rivas y a Andrés Pérez, uno de cada bando.

Durante casi media hora, el Aguascalientes soportó el vendaval; el técnico local adelantó líneas y al minuto 24 Christian Patiño envió el primer aviso con un tiro cercano que pasó a un lado del poste izquierdo de la meta defendida por Marco Antonio Cervantes.

Tres más tarde, Roberto Domínguez estrelló un potente disparo en el mismo marco. Gallos Blancos ya no aguantó la presión y al 28 Martín Peña puso el 1-0 mediante un tiro cruzado desde el costado derecho.

La alegría que se desbordó en las tribunas cesó de súbito un minuto después, cuando Héctor Giménez empató para Gallos Blancos. El delantero dio media vuelta y soltó un riflazo que se estrelló en el travesaño, el balón picó y se incrustó en la meta.

El timonel local, Carlos Bracamontes, no esperó más y realizó su primer cambio e ingresó a Luis Francisco García. El funcionamiento de su equipo mejoró y su constante ataque volvió a reflejarse en el marcador, cuando a los 34 de acción Daniel Rosello puso el 2-1, mediante un cabezazo suave y bombeado que dejó sin posibilidades al portero Cervantes.

El uruguayo sacó de su espinillera un pañuelo en azul y amarillo, los colores de su equipo, el cual besó y enseñó a la alborotada tribuna.

En ese tono se agotó el primer periodo con el global empatado a dos goles. Los 15 minutos de descanso fueron aprovechados por el sonido local que azuzó al público:

piedad-aguas1"Si quieren enfrentar aquí al América, a las Chivas y a los Monarcas del Morelia, ustedes tienen que apoyar a su equipo ¡Vamos con ese apoyo, sólo faltan 45 minutos!", era la arenga en el estadio.

La Piedad acentuó aún más su ataque en el complemento y sorprendió a su rival al minuto de juego, cuando Roberto Cartes cobró un tiro de esquina que Rosello remató a bocajarro con sólido frentazo al 46.

Era el 3-2 que por fin ponía en ventaja a los de casa. El timonel de Gallos, Antonio Ascencio, realizó cambios con regulares resultados, pues los Reboceros seguían volcados al ataque, impulsados por su escandaloso y alegre público.

No obstante, Aguascalientes vivió minutos de coraje y con pundonor tejió algunos avances, pero justo cuando mejor jugaba recibió el tiro de gracia.

Al minuto 67, el goleador del equipo michoacano, Christian Patiño, se hizo presente con la cuarta anotación, cuando en un mano a mano superó a Cervantes y definió con remate a la izquierda del portero.

La gente en las tribunas hizo girar la ola, pidió el "¡cinco, cinco!" -que no llegó-, y se burló de la directiva y de la afición hidrocálida con el clásico: "¡quieren llorar, quieren llorar!".

En un acto de desesperación e impotencia, José Angel Villaseñor se hizo expulsar a los 75 de acción, por hacer reclamos airados al árbitro.

En los minutos finales, La Piedad apretó marcas para maniatar a su adversario, mientras en la banca de Reboceros ya todos estaban puestos con las playeras que los identificaban como "campeón de campeones".

La gente ya estaba también de pie en sus lugares y hasta trepada en las bardas, al tiempo que ondeaba sus banderas.