LUNES Ť 4 Ť JUNIO Ť 2001
José Cueli
El Juli
Madrid, 3 de junio. La tarde isidril en la monumental madrileña tornó su calor intenso y cálido y dio paso a la cátedra del niño. Si con el capote desdibujó la línea de la fantasía con la realidad, con las banderillas, tres recortes por torillo y airearse por el redondel. Tres pares al ritmo de la vulgar embestida de los toros, el desplante torero y la plaza bocabajo.
Brindó al rey Juan Carlos su torillo con la plaza llena y de su muleta brotó el agua mansa de la grieta estrecha y profunda de los pases naturales. Luego de brotar se dormían en los pitones del de Alcurrucén con luminosa quietud de espejo, deslumbrado por el sol -40 grados de temperatura- al salir de las sombras del ruedo, serenas y llenas del murmullo que había promovido el niño.
Corría el toro por los trazos que le marcaba El Juli y se vestía de torería el coso. Un manantial de toreo en que parecía querer descifrar el enigma de la vida botaba de su muleta -un remanso de sorprendida madurez-, orlando su cauce. Un niño torero que tiene oficio y técnica, aunque carezca de la expresividad artística que lo convirtiera en prodigio. šEmbrujador encanto el que tiene el capote del niño torero, El Juli. El alma del toreo apareció en las mágicas huellas del desborde de su fantasía, al recrearse en el juego que hace del torear. Aletear de mariposas que describían las parabólicas trayectorias de una escultura enloquecieron a los aficionados. La quietud bruja de sus pies que iluminaban los aleteos del capote y despojaba al toreo de los lazos que lo tenían maniatado.
La plaza quedó hechizada ante el airoso mariposeo del capote del niño que gallardamente lo flameaba tomándolo de amplio vuelo y colorido. Velas al viento vibrando nacían a la luz de la fantasía juliana -casta y torería llenas de encanto y poesías, lentas y graves- que hablaban del espíritu de otro tiempo irrepresentable, cargado de muerte enlazada a la belleza.
Los aficionados se mimetizaron en los embrujados lances, pregoneros de la alegría del madrileño torero, desde el paseíllo. Parecía que el tiempo se había detenido y que todo yacía dormido silenciosamente bajo el peso de la tradición que botaba de su capote, banderillas, muleta y estoque de milagrería. La magia torera palpitaba en el enlace de unos lances a otros cargada de un misterio indescifrable.
El Juli en primera línea con Morante de la Puebla. José Tomás no soportó la competencia, y en la corrida de más expectación de la feria con una reventa inimaginada, fracasó rotundamente y dejó un toro vivo. Lo cual era parte del modo de los toreros con duende Curro Romero y Rafael de Paula, pero no de los toreros cuyo eje es el valor, el aguante, como es el caso de José Tomás, que se cayó de la nube en que andaba volando. šAh!, y se despidió sin pena ni gloria Miguel Espinosa...