La
Jornada Semanal, 3 de junio del 2001
Más que un grupo de ensayos de carácter teórico sobre las artes visuales, como pudiera ser La cámara lúcida de Barthes para el gran tema posmoderno de la fotografía, el Leonardo da Vinci de Valéry para la pintura renacentista o la Óptica de Newton para la física y, en particular, para la exposición teórica de la luz, Enrique López Aguilar ha reunido en Panóptica una serie de ensayos cuya temática general toca, en efecto, las aristas de las artes visuales, sólo que su tratamiento ha partido en todo momento del enfoque del observador del spectador barthiano desde donde el escritor se ha instalado con la intención de ofrecer una lectura crítica y reflexiva sobre los quehaceres de algunos artistas de la plástica, que tienen en común haber sido motivo de una atención particular por parte del escritor. En Panóptica, el poeta de El lugar del agua, el cuentista de Juguetería o el crítico literario de La mirada en la voz ha ensayado once veces acerca de otras tantas de sus preocupaciones como recreador de la realidad. Ha mirado, pues como afirma en su prólogo, con amplitud desde un solo lugar, es decir, como espectador de aquello que lo rodea, pero atraído por vincular todo fenómeno visual desde su propia perspectiva de escritor y como una necesidad complementaria a sus labores primordiales. Por esta razón, además de tocar con sus ojos la mirada de otros artistas, sus ensayos han tenido como punto de partida registros múltiples, que van desde la recreación literaria a la reflexión, ya sea ésta teórica, cultural o inclusive social; y si su manera de abordar estos temas ha sido desde la función crítica, en sus ensayos no ha abandonado su visión de escritor ni su papel de espectador de las obras ajenas, con las que se siente vinculado o por tratarse de universos afines. Sobraría decir que los ensayos de López Aguilar han sido escritos a lo largo de mucho tiempo; pero lo digo para confirmar que no ha sido repentina ni reciente está preocupación por el lenguaje de la plástica y que este ejercicio dilatado le ha permitido incursionar, inclusive, en los terrenos poco frecuentados de la retrospectiva estética. Especial atención han de merecer, por lo demás, ciertos aspectos esenciales que recorren su libro: la relación entre la literatura y las artes plásticas, que se puede constatar en sus trabajos sobre Cortázar (al que ha tratado como autor que ocupa en la cuentística temas de inevitable afinidad visual), sobre Rulfo (al que observa y cala como constructor de imágenes desoladas, en su doble vertiente de fotógrafo y escritor); y sobre Carlos Fuentes y Octavio Paz, a quienes ha estudiado como críticos, tanto de la realidad social como de la plástica, y cuyas obras merecieron las calumnias de los teóricos puros del arte o esteticistas, para quienes otro tipo de reflexión, distinta a la suya y alejada de sus modelos teorizantes, cae en los vericuetos del desorden y la descalificación. López Aguilar ha escrito en otras páginas de Panóptica, asimismo, desde la perspectiva histórica de la estética sobre la aparición de dos géneros emanados del mundo de la modernidad: la fotografía y el cuento, así como de la simbiosis de estas artes, que reúnen en el cine un lenguaje nuevo, la historia en movimiento, donde la imagen visual cuenta una historia originalmente escrita para ser únicamente leída (aludo aquí a las críticas que escribió a Posesión, película dirigida por Zulawsky, y la muy juguetona e irónica que hizo sobre Las apariencias engañan, filme dirigido por Jaime Humberto Hermosillo). El libro contiene también ensayos monográficos sobre artistas visuales (sobre la casi desconocida obra fotográfica de Juan Rulfo, un texto intenso y extenso, esclarecedor y lúcido, donde expuso las tesis de su obra plástica como complementaria y paralela a su narrativa imprescindible: El llano en llamas, Pedro Páramo y El gallo de oro; y otro más, sobre la obra fotográfica original a despecho de la comercial, que ha practicado con mayor asiduidad, de Josefina Rodríguez Marxuach); y completa el volumen una serie de lecturas críticas, productos de distintos momentos, sobre las obras de María Emilia Benavides, Philip F. Bragar, Rosario Giovannini, Miriam de la Riva y, con amplitud y hondura, sobre la obra de caballete de Begoña Zorrilla. Antes de la exposición de sus artículos monográficos, López Aguilar incorporó a su volumen un par de textos, el primero de ellos desde la perspectiva sincrónica: El instante abierto, en el que ha desarrollado su concepción sobre las artes de la modernidad: la fotografía y el cuento, junto a otro texto más, que devendría en parte como su complemento natural, aunque expuesto desde la visión diacrónica me refiero al capítulo ¿Soy o me parezco? (Reflexiones sobre el retrato fotográfico); ya que en la suma de ambos ha dado las pautas de su puesta en escena como spectador lúcido que, a la vez, construye la crítica de la realidad sobre un cierto grupo de objetos y realidades plásticas y sociales que han atraído su atención. Acerca de la presencia y del contenido de dichos textos diré, por lo pronto, que es poco ordinario hallarlos en este tipo de libros, cuyo volumen por lo regular se limita a la simple compilación de artículos con materias que guardan, entre sí, cierto parentesco, ya sea temático, ya temporal, cuando no son precedidos sino acaso por una justificación. Destaco su inclusión porque, además de fijar un marco de carácter superior, enriquece el contenido del libro, al plantear, antes de la lectura de los trabajos reunidos, una exposición mediante la cual el autor avisa sobre sus armas, inquietudes, interés e inclinaciones intelectuales. Sin menoscabo de los demás ensayos incluidos en Panóptica, creo que sobresalen, por su contenido temático y extensión, los dedicados al género fotográfico. En este sentido, El instante abierto justificaría su lugar en la apertura del libro y en la preocupación específica del autor. Allí ha expuesto López Aguilar que la fotografía, al igual que el cuento, es una forma artística nueva. El cuento moderno y los primeros modelos fotográficos han de situarse, pues, en primer lugar, dentro del romanticismo europeo, que ha sido producto de un rechazo contra el régimen estético neoclásico y que, en términos ideológicos, ha de identificarse con la Revolución francesa y la fundación de los estados nacionales del Viejo Continente. El cuento y la fotografía han sido fenómenos estéticos que, a pesar de haber sido producto de la modernidad, a través de la práctica han rebasado esta etapa histórica y se han incorporado, con plenitud de vigencia, en la era cibernética y entre los límites de esa gastada modernidad que ya apunta hacia la posmodernidad. El cuento de efecto, que apareció al parejo de los manifiestos románticos, dados a conocer por los hermanos Schlegel en las páginas de la revista Aetheneum, y que ha tenido como ejemplos canónicos los cuentos de terror de E.T. Hoffmann en Alemania y de Poe en Estados Unidos, continúa su proceso creativo, aun por encima del renacimiento de la novela. Y, de igual modo, la fotografía, cuyos antecedentes deberán remontarse al grabado sobre madera y metal, después al daguerrotipo y tiempo más tarde, al haber pasado a la impresión en papel, hasta llegar, en su plenitud, al paladio, también sigue en vigor como expresión de un lenguaje, a pesar de la aparición del séptimo arte, su congénere dinámico, y de las innovaciones técnicas que, a través de las emulsiones químicas y la exposición de la luz, más el agregado de las técnicas de impresión y el apoyo que durante los últimos años ha tenido en la parafernalia programática producida por la revolución cibernética; es decir, que por encima de la técnica de impresión y de sus auxiliares tecnológicos, la fotografía como expresión de las artes visuales continúa vigente, pues, a pesar de este universo innovador, en su verdadera práctica ha permanecido la relación entre el creador el operator barthiano que impone su sensibilidad y genio a sus criaturas: las fotos cuyo denominador indivisible, el spectrum, sigue teniendo el mismo valor frente al degustador el mirón, el spectador barthiano y su valor estético continúa invariable, por encima de los detalles aportados por la ciencia, que hasta ahora han estado al servicio de la calidad en la reproducción, no en el apoyo de la originalidad y de los contenidos universales, como dice el autor de Panóptica, pues ese instante recreado sigue con su invariable valor. Bajo esta tesitura de orden teórico-histórico que aquí he procurado resumir, los ensayos de López Aguilar sobre las expresiones fotográficas de Rulfo y Rodríguez Marxuach cobran un sentido distinto y profundo, al adquirir la paridad de objeto artístico individual, descubrir los méritos y distinguir las pertinencias de los lenguajes. El ensayo dedicado al Rulfo fotógrafo marcha delante de los postulados técnicos, los rebasa con creces, ya que López Aguilar, al haber puesto los puntos sobre las íes del meollo rulfiano, propone, de hecho, una nueva lectura total, que incide incluso sobre los convenios estrictamente narrativos y literarios. Panóptica, finalmente, pertenece
a una trilogía ensayística dentro de la pea omnia
de López Aguilar, conformada además por los volúmenes
Primera
persona y Cuaderno de conversaciones, lo que quiere decir que
sus obras, incluso aquellas que se hallan en gestación, guardan
un orden siempre renovado, obedecen a un plan y a una disciplina a prueba
de fuego, la que ha impuesto a todas sus empresas como poeta, narrador
y ensayista literario, y que ahora, a esta última veta debemos añadir
la de crítico de artes visuales
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LOS LIBROS QUE LLEGAN A NUESTRA REDACCION antropología Lo sagrado en el arte: la risa
en Mesoamérica, Eduardo
Planchart Licea,
cocina Libro de cocina del hermano fray
Gerónimo de San Pelayo,
Gerónimo de San Pelayo, Col. Recetarios antiguos , Conaculta/Culturas
Populares, México,
crónica Crónica negra del crimen
en México. De Goyo Cárdenas a las muertas de Juárez,
José Luis Trueba Lara (compilador), Plaza y Janés Editores,
México,
educación Filosofía para niños. Discusiones y propuestas, Walter O. Kohan y Vera Waskman (compiladores), Ediciones Novedades Educativas, Brasil, 2000, 218 pp. La enseñanza de la filosofía en debate, Guillermo Obiols y Eduardo Rabossi (compiladores), Ediciones Novedades Educativas, Brasil, 2000, 205 pp. Reflexión ética en educación y formación. Coloquio internacional, Osvaldo Guariglia, Gilles Ferry, Jean-Claude Filloux, et al., Col. Formación de formadores, Serie Los documentos, 11, Ediciones Novedades Educativas/Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, Argentina, 2000, 125 pp. ensayo Misión diplomática, Alfonso Reyes, compilación y prólogo de Víctor Díaz Arciniaga, Col. Tezontle, tomo I, sre/fce, México, 2001, 824 pp. Misión diplomática, Alfonso Reyes, compilación y prólogo de Víctor Díaz Arciniaga, Col. Tezontle, tomo II, sre/fce, México, 2001, 640 pp. ensayo (literario) Elogio de la calle. Biografía literaria de la Ciudad de México 1850-1992, Vicente Quirarte, Cal y Arena Editores, México, 2001, 720 pp. ensayo (sociológico) La esperanza de México,
James D. Cockcroft, traducción de Ana María Palos, Col. Historia,
Siglo Veintiuno Editores, México, 2001, 482 pp.
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Las revoluciones de la cultura escrita. Diálogo e intervenciones, Roger Chatier, Col. Lea, Gedisa Editorial, Barcelona, España, 2000, 183 pp. música Semblanzas de músicos mexicanos, Francisco Monzón, Editorial Universidad Veracruzana, México, 1999, 258 pp. narrativa El incinerador, Tami Hoag, traducción de Bettina Blanch Tyroller, Grijalbo Mondadori, Barcelona, España, 2000, 456 pp. El vigilante, Felipe Montes, Col. Narrativa mexicana, Plaza y Janés Editores, México, 2001, 124 pp. Diario de Fernando. Aventuras de
un joven obregonista en la Revolución Mexicana, Carlos Silva,
Col. Diarios mexicanos, Editorial Planeta, México,
Imagen del hechizo que más quiero, María Rosa Palazón, Editorial Planeta, México, 2001, 176 pp. Plainsong, Kent Haruf, traducción de Agustín Vergara y Cristina Pagès, Editorial Planeta, México, 2000, 314 pp. poesía A flor de piel, Jaír Cortés Montes y Carlo Rafael Cantú, Col. Milenaria. Serie Cuento y poesía, Instituto Tamaulipeco para la Cultura y las Artes/Gobierno del Estado de Tamaulipas/Vamos Tamaulipas, México, 2000, 134 pp. Lumbre obscura, Roberto Martínez Garcilazo, Col. Tercer milenio. Serie Letras poblanas, Universidad Autónoma de Puebla, México, 2000, 60 pp. revista Metapolítica, núm. 18, abril-junio 2001, volumen 5, textos de Bruno Bosteels, Rosa Cobo, Jorge Alonso, entre otros, Centro de Estudios de Política Comparada, a.c., México, 189 pp. teatro Luminaria/Zorros chinos/La prisionera, Emilio Carballido, Col. Ficción, Universidad Veracruzana, México, 2000, 148 pp. Vicente y Ramona/Algunos cantos del infierno/Las flores del recuerdo, Emilio Carballido, Col. Ficción, Universidad Veracruzana, México, 2000, 129 pp. |