DOMINGO Ť 3 Ť JUNIO Ť 2001
Edward W. Said
Sobre el desafío, la dignidad y el mandato del dogma
Durante el periodo de discusión que siguió a mi conferencia en Oxford, hace tres años y medio, me quedé boquiabierto ante la pregunta que me hizo una joven, quien después descubrí era una estudiante palestina del doctorado de la universidad. Había estado hablando de los sucesos de 1948, y señalé que me parecía necesario entender no sólo la relación entre nuestra historia y la de Israel, y además que los árabes debemos estudiar dicha historia como algo que nos concierne, y no como algo que nos evita o ignora, que es lo que se ha hecho por largo tiempo. La pregunta de la joven arrojaba dudas sobre mis opiniones en torno a la necesidad de estudiar y aprender sobre Israel. "El prestar ese tipo de atención a Israel Ƒno equivaldría a hacer una concesión?". Me lo preguntó como si ella no supiera que la "no normalización" de relaciones no constituye un mejor acercamiento hacia un Estado que durante años ha tenido la prioridad política de obstaculizar y negar el derecho palestino a la autodeterminación, por no decir que fue el causante del despojo palestino desde un principio.
Debo confesar que la idea no se me había ocurrido, aun durante esos largos años en los que Israel era impensable; aun cuando debía uno recurrir a eufemismos como "la entidad sionista" para referirse a este Estado. Después de todo, me pregunté, dos importantes naciones árabes ya habían declarado la paz formalmente con Israel, la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) había comenzado un proceso de paz y varios otros países árabes tenían relaciones comerciales con Israel.
Entre los intelectuales árabes se había convertido en un asunto de honor el no tener ningún trato con Israel, no visitarlo, no reunirse con israelíes, pero hasta ellos permanecieron callados cuando, por ejemplo, Egipto firmó un importante contrato para vender gas natural a Israel y mantuvo relaciones diplomáticas con el Estado judío durante los frecuentes periodos de represión a los palestinos.
ƑCómo podría uno oponerse a analizar y aprender lo más posible sobre un país cuya presencia en nuestro medio, durante más de 50 años, ha influido y dado forma a la vida de cada hombre, mujer y niño del mundo árabe?
A juicio de la joven mencionada, lo opuesto a conceder sería, supuestamente, un desafío, el acto de retar, resistir y rehusar plegarse bajo la voluntad y el poder de aquello que uno percibe como injusto e irracional. Era eso, según entendí, lo que ella sugería que debíamos practicar hacia Israel, y no lo que yo proponía, que era un involucramiento creativo con una cultura y sociedad que en todos los niveles significativos se seguía comportando (como lo demostraba en ese momento la brutalidad israelí en Al Aqsa) según su política de la deshumanización deliberada de los árabes en general y de los palestinos en particular. En este sentido, el notorio Ariel Sharon es apenas distinto de Barak, Rabin y Ben-Gurion (dejando de lado a varios racistas rampantes aliados de Sharon como Scharansky, Liberman y el rabino Ovadia Yousef). Lo que yo decía, en contraste, no era sólo una cuestión de entenderlos a ellos, sino también de entendernos nosotros, dado que nuestra historia estaría incompleta sin considerar a Israel, lo que representó en nuestras vida, cómo logró lo que hizo, y demás. Asimismo, sigo creyendo, en mi condición de educador, que el conocimiento -cualquier conocimiento- es mejor que la ignorancia, o que el emplear la ignorancia como arma en una lucha. La ignorancia es ignorancia, ni más ni menos, en cualquier caso.
Seguí confundido, e insatisfecho, por mi torpe respuesta y apabullado por esa pregunta que se ha quedado conmigo hasta hoy. Pero nuevamente ha aparecido como un reto inesperado. Me explico: hace poco se reveló en la prensa de Nueva York que Hillary Clinton fue obligada por la ley federal a regresar joyas por 7 mil dólares que le obsequió Yasser Arafat, y según la misma fuente oficial estadunidense, Madeleine Albright, la secretaria de Estado durante el segundo periodo presidencial de Clinton, recibió joyas por 17 mil dólares del mismo generoso donante. De pronto, fue posible ver la relación entre las actitudes pública y privada hacia el mundo árabe para así comprender el vínculo entre las ideas desafiantes de la joven estudiante; sobre lo que ella consideraba concesiones a Israel, por un lado, y por el otro, la generosidad, abyecta y despilfarradora, hacia políticos estadunidenses, quienes en cierta medida son responsables de las desgracias padecidas por el pueblo palestino. En momentos en que escribo estas líneas, armas estadunidenses de destrucción masiva, que son proporcionadas ilimitadamente a Israel, están siendo usadas ilegalmente, según normas estadunidenses, para atacar, matar y dejar inválidos a hombres mujeres y niños palestinos indefensos, para demoler sus casas, arrasar sus campos de refugiados y, básicamente, volver sus vidas insostenibles.
Sin embargo, durante años, se ha impulsado una política sin lógica o dignidad, de tratar de ganarse a los líderes estadunidenses por los medios más vulgares posibles, como si el placer y la satisfacción personal de Hillary o Madeleine, comprada con el dinero del pueblo palestino fuera una forma de hacer política y no un soborno indecente. Todo el tiempo se ha tenido la grotesca convicción de que países como Estados Unidos e Israel son un reflejo de estados del Tercer Mundo, como el Zaire de Mobutu, por ejemplo, en los que la política se dicta según los caprichos del gobernante, o con el fin de enriquecer a su familia. Lo que hace falta en estos casos es la preocupación por el hecho de que Estados Unidos e Israel son países complejos y democráticos, cuyas sociedades civiles juegan un enorme papel, muchas veces decisivo, en el comportamiento de la nación. Pero, en vez de dirigirse a estas sociedades civiles, cambiar su disposición o sus ideas, nuestros líderes han optado por ignorar a este público y se concentran en el remedio más fácil, que es adular, lisonjear o sobornar a sus líderes. Cualquiera que sepa cualquier cosa sobre Israel o Estados Unidos podrá decir que estos trucos son del todo inútiles, y no lograrán más que una cena o un desganado apretón de manos del difunto general Rabin en la Casa Blanca.
La prueba de lo que digo es evidente en la penosa historia reciente de nuestros tratos con Estados Unidos e Israel, durante el periodo que siguió a la firma de los acuerdos de Oslo. Desde que el liderazgo palestino traicionó la confianza y los sacrificios de su pueblo al entrar al proceso de Oslo de la manera en que lo hizo y permaneciendo como un débil e indulgente socio, también ha mantenido una postura pública que sólo puede ser descrita como desafiante, pero de una manera tal, debe agregarse inmediatamente, que es principalmente retórica y opuesta al comportamiento oficial palestino, que se ha mantenido, por decir lo menos, misteriosamente servil hacia Estados Unidos e Israel. Los regalos no solicitados de joyas costosas a responsables estadunidenses ilustran con creces este punto.
Ahora, cuando los palestinos armados con unos cuantos rifles y piedras están desafiando valientemente al ejército israelí, el liderazgo palestino actúa suplicante al tratar de reabrir negociaciones con Israel y Estados Unidos. Lo mismo puede decirse sobre los regímenes árabes y sus círculos intelectuales que proclaman a los cuatro vientos su enemistad hacia Israel y Estados Unidos, mientras colaboran con ellos política y económicamente, mientras denuncian a gritos cualquier "normalización" de relaciones.
Lo triste es que esta contradicción generalmente no se percibe como tal, sino como parte necesaria de la vida actual. Yo hubiera pensado que más que acusar a Israel de pies a cabeza, hubiera sido más inteligente cooperar con sectores del país que luchan por los derechos humanos o civiles, que se oponen a la política de asentamientos, que están listos para luchar contra la ocupación militar, que creen en la convivencia y la igualdad y que están asqueados por la represión oficial hacia los palestinos. Esta es la única esperanza que existe de cambiar la política israelí, dada la gigantesca disparidad militar que existe entre Israel y todos los árabes. También hubiera pensado que en honor a la mejor parte de la honestidad, hubiera sido mejor distanciarse de los vulgares ataques antisemitas que surgieron recientemente de Damasco. ƑQué utilidad tuvieron estos pronunciamientos, salvo mostrarle al mundo una conciencia que es al mismo tiempo sectárea y rabiosamente estúpida?
Sé perfectamente que las pasiones hacia la represión israelí de los palestinos son genuinas y que hay gente en todas partes que rechaza la política del gobierno de Sharon. Pero, Ƒes esa pasión excusa suficiente para abandonar la razón, y para los intelectuales, para reaccionar con argumentos incoherentes en vez de buscar la forma de expresar una postura política y moral basada en el conocimiento y no en la desinformación y la ignorancia ciega que nunca podrá ser llamada posición política?
Tomemos como ejemplo la reciente campaña contra la traducción de libros árabes al hebreo (periódico Al Hayat, 10 de mayo de 2001). Cualquiera pensaría que mientras más literatura árabe esté disponible en Israel, más fácil será que los israelíes nos entiendan como un pueblo y dejen de tratarnos como animales o seres infrahumanos. En vez de eso, vemos el penoso espectáculo que dieron escritores árabes denunciando a sus colegas por "permitirse" una "normalización" con Israel, usando esta frase idiota como una acusación de colaboración con el enemigo. ƑNo se supone, como lo dijo Julien Benda, que los intelectuales deberían ir en contra de las pasiones colectivas en lugar de comerciar con ellas demagógicamente? ƑCómo demonios puede ser una traducción al hebreo un acto colaboracionista? Ser traducido a otro idioma es siempre una victoria para el escritor, en cualquier caso. ƑNo son estas traducciones un elemento más inteligente y útil que la cobarde "normalización" que varios países han tenido con el enemigo, vía relaciones diplomáticas y comerciales, mientras los palestinos mueren como moscas a manos de la fuerza aérea y terrestre de Israel? ƑNo son las traducciones al hebreo de la literatura árabe, una forma de ingresar culturalmente a la vida de Israel, de ejercer una influencia positiva en ella, de cambiar la opinión de la gente, de una pasión sangrienta a una comprensión razonable de el otro, sobre todo cuando son los libreros israelíes los que han optado por publicar estas traducciones como una protesta contra la barbarie, contra los árabes, en la política israelí?
Todas estas confusiones y contradicciones, tal y como las he descrito no son más que síntomas de una enfermedad mayor. Cuando creemos que pueriles actos de desafío son una resistencia real y suponemos que la ignorancia absoluta es un acto político, y cuando nos despojamos de toda dignidad clamamos por la atención y el patronazgo de Estados Unidos, es obvio que nuestra respeto hacia nosotros mismos vacilará. ƑQuién no se ha estremecido ante el recuerdo de Arafat en el jardín de la Casa Blanca, en 1993, repitiendo tres veces "Gracias" con ruborosa abyección, y quién no ha sentido que la falta de autoestima de nuestros líderes los vuelve incapaces de decidir si Estados Unidos es nuestro enemigo o nuestra única esperanza?
En vez de llevar a cabo una política de normas y principios de comportamiento decente, nos regodeamos en actos superfluos de desafío basados en dogmas tontos e irreflexivos sobre la oposición, mientras que a nuestros compatriotas palestinos sólo les ofrecemos fórmulas patrióticas dichas de dientes para afuera. No existe modelo alguno que nos ayude a guiar nuestros pasos. El mundo árabe actual es un triunfo de la mediocridad y el oportunismo, pero dados los fracasos de nuestro liderazgo en casi todos los frentes, corresponde a los intelectuales el proveer de análisis e indicaciones honestas de lo que es razonable y justo, en lugar de unirse al coro de aduladores que aplauden y que decoran las cortes reales y presidenciales y salas de junta de las corporaciones con sus grasientas y siempre aprobatorias presencias.
Debo concluir con un ejemplo concreto de lo que quiero decir. En medio de toda la discusión en torno a la normalización, he notado una sorprendente omisión, de hecho, el actual estatus de los refugiados palestinos que viven en las más grandes naciones árabes, cuyas condiciones de vida, sin excepción, son de una miseria inaceptable. Dondequiera del mundo árabe que haya palestinos hay normas y reglas que les prohíben obtener el estatus de residentes, que les impide trabajar y viajar, que los obliga a registrarse con la policía mensualmente, etcétera. No es Israel el único que trata mal a los palestinos, los países árabes también lo hacen. Ahora veamos si existe alguna campaña consistente de los intelectuales árabes contra este indigno tratamiento local hacia los refugiados palestinos. No veremos ni escucharemos ninguna.
ƑQué excusa existe para estos horribles campamentos en los que viven tantos refugiados, aun en lugares como Gaza y Cisjordania, y qué derecho tienen las fuerzas mokhabarat para acosar y hacer miserables las vidas de sus pobladores? ƑY por qué no existe ninguna campaña constante de prensa para poner fin a este aberrante estado de los hechos? Porque es mucho más fácil (y menos arriesgado) lanzarse contra la normalización y las traducciones al hebreo de lo que es denunciar, con todo el dramatismo que se merece, la inaceptable condición de los refugiados palestinos en el mundo árabe, a quienes constantemente se les dice que su situación no puede "normalizarse", porque esto favorecería los planes de Israel. šQué basura!
Debemos regresar a los valores básicos de honestidad en la discusión. No puede existir una solución política para nuestros problemas, ni de árabes ni de israelíes. Esta verdad deja sólo al poder de la mente y de la educación la tarea que los ejércitos no han sido capaces de cumplir en más de medio siglo. Si los intelectuales israelíes han fallado o no en su misión, es algo que no nos corresponde a nosotros decidir. Lo que nos ocupa es el triste estado del discurso y del análisis en el mundo árabe. Por eso, como ciudadanos, debemos responsabilizarnos y hacer un primer intento de liberarnos de clichés estériles y fórmulas no pensantes que desordenan lo que escribimos y decimos.
Traducción: Gabriela Fonseca