domingo Ť 3 Ť junio Ť 2001

Guillermo Almeyra

Barbarie, "democracia", socialismo

Ya no se habla de socialismo, pero su alternativa, la barbarie, no se ha alejado con el régimen del capital financiero que, según sus turiferarios, habría debido ser el de la expansión y triunfo de la democracia. Como nunca, la suerte de la entera humanidad está amenazada por los conflictos bélicos (Ƒa qué sirve si no el escudo estelar de George W. Bush y a qué sirven los 240 mil millones de dólares extras dados por ese magnate-presidente a la industria armamentista?). También lo está por la catástrofe ecológica y que tiene como principal impulsor al gobierno de los petroleros texanos, que se niegan a firmar el protocolo de Kioto contra la contaminación por gases nocivos, estimulan con sus leyes dicha contaminación y destruyen las reservas naturales en Alaska para producir más petróleo, mientras, por razones de lucro, mantienen el terrible despilfarro energético que caracteriza a la economía de su país, supuesto "modelo" para el resto del mundo.

Si la barbarie no se aleja, la democracia no se instala. Una oligarquía mundial de 200 empresas controla el comercio del planeta, y en los países importantes una oligarquía de grandes empresarios ocupa el gobierno y hace funcionar al Estado como una empresa, con los métodos y valores del empresario capitalista y el cálculo de costo-beneficio que no tiene para nada en consideración los efectos sociales de tal política ni los intereses de las mayorías no capitalistas, que el Estado, supuestamente neutro, debería defender. Lo público ha sido expropiado por el capital, y es utilizado como privado: trátese del aire, del agua, del suelo público, de los recursos naturales. El régimen oligárquico separa a las mayorías de la política -o sea, de la capacidad de optar por alternativas- y hace retroceder al mundo a la época del voto censatario, de los propietarios y ricos por nacimiento, aunque mantenga la ficción de las elecciones plurianuales, en las que se elige cada vez más entre grupos casi idénticos de "especialistas" de la política entendida como técnica y maniobra pragmática, sin ética ni principios.

Para colmo, ni siquiera esa "democracia" -formal y mentirosa además de excluyente- llega a la mayoría de los países. Basta ver qué sucede en Africa, donde hay elecciones y Parlamentos y la división de los tres poderes junto a genocidios y desigualdades que gritan al cielo. Basta ver cuál es la "democracia" en los países latinoamericanos, donde se debe optar por candidatos que lo primero que hacen es cambiar sus programas electorales y entregarse en cuerpo y alma a los "decisionistas" del Banco Mundial o del Fondo Monetario Internacional, arrojando a la pobreza -es decir, expulsando de la posibilidad de ser ciudadanos informados y con capacidad de decidir- a la inmensa mayoría de la población. ƑO acaso los pueblos de todos los países han sido consultados y han decidido aumentar los impuestos al consumo de bienes esenciales, imponer diversos Fobaproas, atacar las jubilaciones, despedir empleados y cerrar las fábricas medianas y pequeñas, reducir al mínimo la educación y la sanidad públicas? Aún más, Ƒquién puede pretender que el capitalismo se identifica con la democracia en el caso de Singapur, Taiwan, Tailandia o del mismo Japón, donde las grandes multinacionales que gobiernan a los gobernantes perpetúan los clanes feudales ancestrales? La democracia real, la directa en las comunidades de todo tipo, la de la autogestión y la autonomía, se opone a esa falsa democracia, no se identifica con ella.

Destruida la caricatura del socialismo llamada "socialismo real", que con su horror y sus valores capitalistas alejaba de la idea del socialismo a sus súbditos y al resto del mundo pensante, la perspectiva del socialismo no sólo sigue siendo válida sino que es absolutamente necesaria como horizonte teórico que oriente nuestros pasos prácticos. Hay, sin embargo, quienes llaman "socialismo" al de la tercera vía o sea, a la aplicación y defensa de la política neoliberal en el marco del sistema. O hay quienes pretenden, en nombre del socialismo, sacar del alcanfor y la naftalina los viejos trajes teóricos apolillados de la estadolatría y el autoritarismo.

Por consiguiente, para poder combatir el peligro de barbarie y a la oligarquía, que pretende gobernar dictatorialmente en nombre de la democracia, es necesario hacer un balance de lo que son y fueron las tendencias socialistas, colocarlas en su contexto, ver las causas de sus errores y crímenes, analizar si son viables aún, verlas a la luz de las innumerables formas del socialismo que han surgido y que surgirán, porque el árbol de la teoría es gris, pero el de la vida está siempre verde. Ť

 

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