DOMINGO Ť 3 Ť JUNIO Ť 2001
Ť Jenaro Villamil Rodríguez
La tercera televisión
El jueves 31 de mayo se presentó formalmente la nueva empresa televisiva Zoom.TV, producto de una sociedad entre Cablevisión y Argos, cuya concesión será hasta el año 2029. El presidente de esta última empresa, Carlos Payán, subrayó en la conferencia de prensa que el objetivo es "crear una tercera mirada en la televisión, la cual será participativa e incluyente, a fin de que toda la gente se identifique".
La expresión de una "tercera mirada" es afortunada por muchas razones, pero, sobre todo, llama la atención que surja el planteamiento de una televisión que no se concentre sólo en la famosa tríada -informar, divertir, servir- y ubique una de las necesidades urgentes de la nueva era televisiva: la posibilidad de conformar una recepción crítica, una audiencia interactiva, que busque una identidad entre el ciudadano y la pantalla.
Este es, quizá, el desafío mayor de una tercera propuesta de televisión en México. Históricamente, Zoom.TV surge en el momento en que la industria televisiva en México entra en una tercera fase incierta: del largo y complejo proceso de construcción del modelo monopólico que le permitió a Televisa convertirse en un poder empresarial, ideológico y tecnológico prácticamente sin contrapesos, se pasó a un modelo duopólico, con un segundo consorcio privado hecho a imagen y semejanza de la empresa de los Azcárraga, TV Azteca, protagonistas ambos desde 1994 de una "guerra de televisoras" que, en esencia, no ha sido una batalla por una propuesta distinta sino una lucha feroz por el rating, el "dios oculto" de la pantalla al que alude Pierre Bordieu en su ensayo Sobre la televisión.
Con la guerra entre Televisa y TV Azteca no han ganado ni la audiencia, ni la televisión ni la comunicación. Más bien este medio se convirtió en un fin en sí mismo, llegando a extremos de vulgarización mercantil nunca vistos e imponiendo su propia agenda y sus valores a otros terrenos de la vida social, cultural y política.
Las propuestas alternativas, en especial Multivisión, CNI-Canal 40, los sistemas de televisión por cable y los sistemas públicos sobrevivientes -Canal 11, Canal 22, TV-UNAM, etc.- no han podido frenar ni acotar la hegemonía del modelo duopólico. Tampoco constituyen una alternativa viable comercialmente y en muchos sentidos no representan una propuesta mediática distinta.
Tecnológicamente, la televisión mexicana también entrará a una nueva fase. La comunicación vía satélite permitió el ascenso y la consolidación de Televisa. Su absoluto dominio en esta materia y el favor gubernamental durante la era priísta le permitieron convertirse en una empresa globalizada. Ahora, el cambio que surgirá con la transición de la tecnología analógica a la tecnología digital abrirá las compuertas a la competencia y a otras posibilidades por ser ésta menos costosa, más diversa y con un potencial inimaginable en la medida en que pueda conjugar la televisión, la Internet y la telefonía.
El cambio tecnológico coincide con la actual crisis económica en los dos grandes consorcios privados, cuya caída en términos de ratings y competitividad posibilita el surgimiento de una tercera televisión, entendida no sólo como opción empresarial -de hecho, no lo es-, pero sí como una tercera propuesta que utilice las frecuencias UHF, que podrán revolucionar el mercado.
La clave no está en Internet ni en el cambio digital, sino en el tercer ingrediente que podría convertir a este modelo en una alternativa real frente a los excesos del poder del rating: la posibilidad de un contrapoder basado en la recepción crítica. Esta tesis, vieja ya, fue planteada por Umberto Eco en su ensayo Para una guerrilla semiológica. En la parte central de este trabajo de 1967, Eco subrayó:
"Deberemos ser capaces de imaginar unos sistemas de comunicación complementarios que nos permitan llegar a cada grupo humano en particular, a cada miembro en particular, de la audiencia universal, para discutir el mensaje en su punto de llegada, a la luz de los códigos de llegada, confrontándolos con los códigos de partida."
Eco advirtió que no proponía una nueva forma de control de la opinión pública, como ha venido sucediendo en la era de la televisión global, capaz de trasminar con su ideología del marketing, su lenguaje televisual y sus intereses a la sociedad política y a la sociedad civil, al grado de que algunos periodistas como Ignacio Ramonet hablan ya de la tiranía de la comunicación globalizada. Eco propuso "una acción para incitar a la audiencia a que controle el mensaje y sus múltiples posibilidades de interpretación".
En el momento en que se escribió ese ensayo no se vislumbraba aún la posibilidad de conjuntar las redes informáticas con las redes televisivas, pero su planteamiento sigue siendo vigente.
Es una aspiración de los integrados que se enfrenta a los apocalípticos resultados del poder mediático. La "tercera mirada" que surge en México -como ya está sucediendo en países como Alemania, Francia y España, donde la web-tv se multiplica y diversifica, al margen aún del control de los grandes consorcios multimedia- puede derivar en el motor de una tercera televisión plural, con múltiples actores, sin afanes monopólicos y de alta calidad tecnológica. Y esta es una responsabilidad del Estado que al otorgar las concesiones puede reproducir la vieja historia que dio origen al modelo Televisa-TV Azteca o democratizar realmente la pantalla televisiva.