SABADO Ť 2 Ť JUNIO Ť 2001

Ť Varones, la mitad de sus espectadores, dice el productor

Los monólogos de la vagina encontró en México un público receptivo: Gilbert

ARTURO CRUZ BARCENAS

El pasado jueves, la escritora Guadalupe Loaeza y la cantante y actriz Daniela Romo develaron las placas por las 300 y 400 representaciones de la obra de teatro Los monólogos de la vagina, en el Teatro Sala Chopin. La puesta en escena ha logrado elogios y enfrentado la censura de autoridades en varios estados del país. No obstante, se presenta con tres diferentes elencos, dos de ellos de gira por el país.

Se ha dicho que "¿cómo es posible que se pronuncie la palabra vagina (públicamente)?" e impiden la presentación de la puesta en escena, informó el productor de Ocesa Presenta Morris Gilbert. Dirigida por Abby Epstein, fue escrita por Eve Ensler, quien ha señalado que el Día V (Día de la Vagina) se celebra desde 1998 en varios países y tiene como objetivo protestar de manera activa contra la violencia, en cualquiera de sus formas, contra la mujer. Añade que aún se gestan muchos actos de desprecio y abuso hacia sus congéneres y, en México, Los monólogos de la vagina han encontrado un público muy receptivo.

Precisa que no se trata de un movimiento feminista, palabra que normalmente se confunde con odio, rechazo o resentimiento contra los hombres. Con su obra, Ensler no trata de crear polémica desde un punto de vista más o menos tabú en la sociedad, sino que "es un grito de auxilio en contra del desprecio por esa parte tan íntima y vulnerable". Se basó en más de 200 entrevistas con mujeres de todo el mundo, de las más diversos edades y estratos sociales. Por ello logra un contexto universal pocas veces logrado, sin caer en posturas freudianas, aclaró.
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Ensler expuso su experiencia, principio de esta historia: ella fue violada por su padre y tuvo que elegir entre el silencio y la denuncia, a riesgo de

perder la amistad y el amor de los denunciados. Ella es una activista y en otras obras aborda el desarme nuclear, la indigencia, la muerte. Actualmente desarrolla una investigación en torno a las mujeres en la cárcel.

Los monólogos... se estrenó en un pequeño teatro de Nueva York en 1996 y le dio a Ensler un premio Obie. "El éxito del montaje es de todas las mujeres", expresó. La obra recuerda, y en el caso de los hombres orienta, que la sexualidad femenina incluye afrentas como los exámenes ginecológicos y los talleres de "encuentra tu punto G", el horror de la violación y la mutilación genital, la maravilla del alumbramiento y la necesidad de que el sentido del humor prevalezca por encima de todo eso.

Se le hizo ver que cómo manejaba el humor en relación con algo tan violento como es una violación. Mencionó una experiencia: un grupo de mujeres de edad avanzada en Estados Unidos ha recurrido a cerrarse un poco la vagina, lo que les ha hecho gozar del sexo como nunca en su vida. "Yo me oponía a eso, pero ahora veo que es algo bueno y que hay que tomarlo con sentido del humor".

Los clímax

En la puesta en escena participan, en orden alfabético, Sofía Alvarez, Lilia Aragón, Pilar Boliver, Ana Karina Guevara, Andrea Legarreta, Anabel Ochoa, Jana Raluy, Adriana Roel y Stephanie Salas. Hay varios momentos climáticos y durante la develación de las placas Morris Gilbert expuso que pareciera que esta es una obra sólo para mujeres, pero destacó que hasta el momento la mitad de los asistentes son hombres.

De las obras teatrales que tiene Ocesa en cartelera, Los monólogos de la vagina es la más sólida y la que parece que permanecerá aún por largo tiempo. Su contenido es tan necesario conocerlo que convendría que la vieran las jóvenes. Crea conciencia sobre lo que es la vagina, esa parte femenina tan necesaria de cariño y comprensión. Los relatos de mujeres ultrajadas en Bosnia son aterradores, pero los cuadros donde se menciona la belleza de esa rajita, la necesidad de aceptar los pelos, los fluidos, los olores y sabores, despiertan algunas ideas que incitan y excitan a acariciar a la mujer con lengua, labios y yemas de los dedos. Es decir, recomienda (a nosotros, ¡los muy hombres!) no ser un animalejo que se satisface egoístamente, sino un amigo y compañero que haga sentir la mayor cantidad de orgasmos posibles a la pareja. Que se venga, que se escurra, que gima, grite y enloquezca como el personaje que Andrea Legarreta representa en la obra. En pocas palabras, no se trata de matar el oso a puñaladas. Despacio, que llevo prisa.