sabado Ť 2 Ť junio Ť 2001

Luis González Souza

Plan (des)Nacional de (mal)Desarrollo

La buena noticia es que México -Fox mediante- ya cuenta con un Plan Nacional de Desarrollo (PND). Y no sólo para el periodo 2001-2006, como humildemente fue presentado hace unos días, sino desarrollo hasta el año 2025, lo que sigilosamente resucita al fantasma de las relecciones, maximatos y demás sueños transexenales.

La mala noticia es que se trata de un plan con pies de barro, o kilos de rollo, si se prefiere. Proyecta la edificación del México 2025, sí, pero sobre un terreno no sólo hipotecado (en desnacionalización galopante), sino además, sísmico por completo. El PND de Fox parece un monumental edificio sin cimientos y, para colmo, asentado sobre un terreno altamente "colapsable". Y es que el magnoplan foxiano prácticamente se olvida de la compleja y crucial estructura de las autonomías, que a nuestro entender es la única capaz de resistir los cotidianos movimientos telúricos de la globalización en curso: ora movimientos especulativos, ora armamentistas, ora movimientos mediáticos y transculturales.

Para resistir esa cauda de terremotos se requiere mucha y muchas autonomías. Desde la más básica y primera, que es la autonomía de los pueblos originarios de toda nación; los pueblos indios en nuestro caso, y que por lo demás, son los que mayor capacidad de resistencia han demostrado a lo largo de la historia. Hasta la autonomía de toda la nación, mejor conocida como soberanía nacional. Desde la autonomía financiera -todavía hoy, cada vez más horadada por el salvaje tributo de la deuda externa- hasta la autonomía de pensamiento a cargo de un vigoroso y crítico sistema educativo que todavía no tenemos. En fin, el permanente terremoto de la globalización exige planes y proyectos asentados en un terreno plagado de autonomías. Ya no sólo en las comunidades indígenas, aunque siempre comenzando por éstas, sino ahora también autonomías de familias, escuelas, barrios, sindicatos, empresas, poderes públicos y, sobre todo, poderes de la propia sociedad, en su conjunto, y en cada una de sus organizaciones. Una red nacional de autonomías, pues.

Para ser exactos, el PND de Fox algo parece conceder a estas convicciones. Algo de valor estratégico parece reconocer a la autonomía de los pueblos indios, aunque con los malabarismos retóricos de siempre, prefiere llamarlos "regiones".

Dentro de sus "compromisos con México", ese PND dice: "A lo largo de la historia de México han coexistido distintas regiones. Cada una ha desarrollado su propia historia y una gran riqueza cultural. Ellas han demandado históricamente, con toda razón, respeto hacia esa identidad y riqueza. Es nuestro compromiso... encontrar un nuevo equilibrio entre el país y sus regiones, en el cual éstas tengan mayores posibilidades de desplegarse y expresarse para ser los principales artífices de su desarrollo, por su bien y el de todo México".

No obstante esa rebuscada confesión sobre la trascendencia de las autonomías, no tanto de las "regiones" como de sus pobladores indígenas, el foxiplan prácticamente no vuelve a tocar el asunto. Y si eso ocurre con la autonomía básica o más primera, que son las autonomías indígenas, otro tanto ocurre a la autonomía mayor, que es la soberanía. En el PND sólo aparecen frases, aunque frecuentes, en busca de "defender la soberanía" de México. Pero ambas -autonomías y soberanía- quedan omitidas tanto en los "cambios medulares", como en las "estrategias" y las "palancas del cambio" enumeradas en el PND.

Algo peor ocurre en el terreno central de los hechos, porque de choros está plagado el chorizo del diablo. A la fecha, Fox sigue sin cumplir cabalmente las tres señales exigidas por el EZLN para restaurar la confianza en una solución pacífica del conflicto en Chiapas. A la fecha, Fox sigue sin "vetar" -así sea simbólicamente- el bazucazo con el que algunos legisladores pretenden dinamitar dicha confianza, lo mismo que la única iniciativa (Cocopa) que permite el desarrollo de las autonomías indígenas.

Un PND sin autonomías -múltiples y pujantes- es como un avión sin turbinas ni combustible. Y México ya no resiste más "avionazos". Al PND, entonces, más valdría llamarlo por su nombre: plan desnacional de maldesarrollo (PDM).

Curiosamente, el foxiplan inclusive aspira a "colocar a México en el selecto grupo de naciones que dan rumbo a la humanidad". Con un buen rumbo para México nos conformamos. Pero ese tendrá que darlo la propia sociedad, tal como lo temíamos desde antes que Fox presentara su PDM. Ť