sabado Ť 2 Ť junio Ť 2001

Magdalena Gómez

El Plan Fox y el gatopardismo indigenista

En vano busqué un planteamiento para los pueblos indígenas en el Plan Nacional de Desarrollo, tampoco lo hay para la paz en Chiapas y en todo México. Sus redactores dirán que miento, pues claro que se enlista "a los indígenas" reiteradamente entre los grupos marginados, en extrema pobreza, con elevados índices de mortalidad infantil y altas tasas de analfabetismo. También se habla de respeto a la educación bilingüe, que no intercultural, y se refiere que la Comisión de Desarrollo Social y Humano trabajará "en especial para aquellos que, por tiempo inmemorial, aguardan la justicia y cotidianamente sufren la miseria, el abandono, la ignorancia y la violencia"; abundan también las expresiones grandilocuentes, como la que se anota en la visión del México al que aspiramos en el año 2025... "Será una nación orgullosamente sustentada en sus raíces, pluriétnica y multicultural, con un profundo sentido de unidad nacional". Así que nada de balcanizar al país.

En el capítulo relativo a la transición social se anota un recuento de "la etnicidad en el México contemporáneo", donde se aventura a plantear que "la concepción de los mexicanos acerca de la cuestión étnica se ha modificado: para reconocer que la relación entre cultura e identidad indígena no ocurre de manera mecánica, para dejar de pensar a la nación mexicana como algo culturalmente homogéneo y para reconocer que los indígenas existen como sujetos políticos, que representan sus intereses en cuanto miembros de etnias y hoy existen organizaciones indígenas que influyen poderosamente en el ámbito público". De todo ello nos acaba de dar cuenta el Congreso de la Unión.

En dicho apartado "étnico" también se anota que "el movimiento de 1994 elevó el problema indígena a la conciencia nacional e hizo que las instituciones de gobierno, las organizaciones sociales y la sociedad en general participaran de manera más activa en la atención de los problemas de este importante sector de la población".

Suponemos que se refiere al EZLN, el cual está definido por su nombre en el artículo primero de la Ley para el Diálogo, la Conciliación y la Paz digna en Chiapas. Ni siquiera se menciona la situación en torno al diálogo con el EZLN en el capítulo de política interior. No está presente dentro de la reforma del Estado ni de la gobernabilidad democrática. Dentro de los múltiples "bonos" que logrará el gobierno foxista en su esquema de calidad total no está "el bono de la paz".

A la explicación del indigenismo integracionista como cosa del pasado y con la utilización de los clásicos conceptos de referencia a lo indígena como población y como "problema", no se sigue propuesta alguna que concrete la presencia de este tema en el rubro de transición social.

Tampoco se encuentra la pluriculturalidad, mucho menos la autonomía de los pueblos indígenas entre los postulados, criterios centrales para el desarrollo de la nación y normas básicas de acción gubernamental.

Con un enfoque de planeación estratégica se recorren las misiones, visiones, objetivos, estrategias, acciones e indicadores sin dar cuenta de los pueblos indígenas como tales, sino de los indígenas como personas marginadas. Todo el programa insiste en el postulado de que es la persona, el individuo, el destinatario de las políticas públicas. Sus reiteradas referencias al estado de derecho y apego a la legalidad omiten el contenido del convenio 169, que ya les obliga para empezar a una consulta específica de los pueblos indígenas. Sin embargo, cuando se enuncia el objetivo de acrecentar la equidad y la igualdad de oportunidades, se define una estrategia donde lo más valioso es que menciona a los pueblos indígenas al señalar que buscará "propiciar su participación directa en el desarrollo nacional y combatir los rezagos y las causas estructurales de su marginación con pleno respeto a sus usos y costumbres... con el propósito de mejorar su nivel de vida".

Así las cosas, debemos recordar que las leyes y las políticas hay que analizarlas no sólo por lo que dicen, sino por lo que callan. Por ello encontramos que la real política indigenista está en el reiterado objetivo de la dinamización de la economía en las diversas regiones, y en especial la sur-sureste con la instalación de empresas locales, nacionales e internacionales.

Lo demás que se anota en el programa para abatir rezagos es una redición del indigenismo priísta que ha colocado a los pueblos indígenas como objetos de asistencia social para desconocerles la dimensión de sujetos de derecho. ƑCuál es el cambio, señor Presidente? Ť