VIERNES Ť Ť JUNIO Ť 2001

Fracasa la estrategia oficial y propicia más crímenes, según activistas


Guerra a la guerra antinarco

JIM CASON Y DAVID BROOKS ENVIADOS

Albuquerque, Nuevo Mexico, 31 de mayo. Aquí estalla una guerra contra la guerra antinarcóticos, un nuevo movimiento de paz contra un conflicto que, según activistas, sólo causa más muerte, enfermedad, crimen y corrupción y ha fracasado completamente en reducir el consumo de drogas.

"Esta no es una guerra contra las drogas, es una guerra contra el pueblo", comenta la recién excarcelada Dorothy Gaines, condenada a 20 años de prisión por no delatar a su marido y perdonada por el entonces presidente Bill Clinton.

Ťcolombia-protesta-eu-jpgLa resistencia a la guerra contra las drogas crece por todo el país: diez estados, entre ellos California y Nuevo México, han aprobado, vía referendo, medidas para reformar las leyes antidrogas; hay cerca de cien grupos estudiantiles coordinados en una red nacional; otra, que apenas nace, ya tiene a 600 líderes religiosos; y más, un gobernador, varios alcaldes y unos 50 jueces federales, más de mil policías, tres multimillonarios, ex funcionarios, un economista, entre otras fuerzas, conforman la gama de lo que tal vez sea el movimiento social y político más heterogéneo en la memoria de Estados Unidos.

Este movimiento, afirma Ethan Nadelmann, director del Lindesmith Center/Drug Policy Foundation -la organización nacional que coordina esfuerzos de reforma a la política antidrogas-, es comparable con los inicios de otros grandes movimientos nacionales del último siglo, como el de los derechos civiles y de la mujer. "Ingresen al nuevo movimiento antiguerra -insta Nadelmann-. Unanse al movimiento contra la guerra a las drogas".

Durante los últimos cuatro años La Jornada ha informado sobre las batallas y esfuerzos iniciales de este movimiento, y comenzará una serie de reportajes, a lo largo de los próximos meses, sobre el carácter, evolución y perspectivas de esta nueva expresión. Hay que tener muy en cuenta que en Washington la mayoría de los políticos favorecen la guerra contra las drogas y ese consenso es sumamente poderoso, pero al mismo tiempo, a lo largo de este país las acciones de diversos sectores están generando un nuevo debate nacional y con ello un movimiento que tendrá implicaciones inmediatas para Washington, México y el resto del mundo. ƑLogrará acabar con la guerra contra las drogas, o sólo será una derrota más de esa misma guerra y favorecerá los grandes intereses políticos detrás de ella?

En esta ciudad unas 800 personas se reúnen para evaluar este naciente movimiento, sus logros y derrotas, y para afinar estrategias para el futuro. Este encuentro anual, convocado por el Lindesmith Center/Drug Policy Foundation -con 10 mil miembros en este país-, registra una participación mayor que el año pasado.

El gobernador de Nuevo México, Gary Johnson, da la bienvenida a su estado, que se ha convertido en epicentro para el movimiento de reforma de las políticas antidrogas y cuya legislatura ha adoptado nuevas leyes para reorientar su estrategia antinarcóticos de "un asunto policiaco a uno médico", afirmó el gobernador. Aquí también están los estrategas que han logrado que diez estados hayan aprobado leyes para despenalizar la posesión de pequeñas cantidades de mariguana, que ahora es una infracción -con una multa pequeña-, no un crimen.

Aquí también están analistas, educadores, ex jefes de policía y organizaciones de familiares de reos condenados a penas de hasta 20 años por crímenes no violentos relacionados con la droga -castigos a veces más largos que los impuestos a los acusados de violación sexual o de homicidio. Jóvenes y ancianos, activistas políticos y otros que ya no aguantan más los efectos de la guerra antidrogas contra sus familias y comunidades.

Todos ellos han impulsado toda una gama de iniciativas, acciones, promoción de referéndums, lo cual también ha contribuido a una enorme campaña de educación ciudadana. Sus resultados se reflejan en la opinión pública, donde por ejemplo una encuesta del Pew Research Center realizada en abril pasado halló que 52 por ciento contra 35 por ciento de los adultos opina que el uso de drogas ilícitas debería ser tratado como "una enfermedad", y no un crimen. En otra encuesta, 75 por ciento de la población cree que la guerra contra las drogas ha sido un fracaso.

El fracaso, según estos críticos, está en que después de 20 años de invertir miles de millones de dólares, de un incremento astronómico en la represión oficial expresada con 1.6 millones de arrestos al año --la mitad por posesión de mariguana--, Estados Unidos tiene a más encarcelados solo por delitos de narco (unos 500 mil) que el total de los que hay en Europa por cualquier tipo de crimen.

Este fracaso también provocó más enfermedades, incluso sida, y muerte por falta de atención y tratamiento a drogadictos, mayor corrupción en las filas policiacas y nuevas intervenciones militares en el exterior, como el Plan Colombia. Hoy -después de todo esto- hay más drogas, más baratas y más disponibles que nunca en las calles de este país.

En esta reunión, se consolida un movimiento que cuenta, entre sus simpatizantes, con un ex jefe de la policía de San José, California, y ex reos; a un reverendo que participó en la lucha por los derechos civiles, y a republicanos libertarios. Ausentes aquí, pero presentes en toda esta creciente expresión, se encuentran íconos conservadores como el ex secretario de Estado de Ronald Reagan, George Shulz; el economista premio Nobel y padre de los Chicago Boys, Milton Friedman, y progresistas como Kurt Schmolke, el ex alcalde de Baltimore y activistas comunitarios.

Los que han financiado con millones las campañas de referéndums y la organización de foros nacionales sobre el tema incluyen a los multimillonarios George Soros, Peter Lewis y John Sperling.

Cuando uno se encuentra con mensajes de Milton Friedman, líderes comunitarios negros, policías que antes se encargaban de sospechar de esos mismos negros, estudiantes contra cárceles para latinos y negros, ex hippies y médicos, algo está por cambiar.

Otra cosa es si esta naciente coalición puede mantenerse unida, y si es así, si tendrá la capacidad de cambiar las premisas de, quizás, el tema político más controvertido de este país. Pero no hay duda que ya ha cambiado el debate, y ha logrado avances en algunas regiones. De que aquí nace un nuevo movimiento social, eso, al parecer, es un hecho.