MIERCOLES Ť 30 Ť MAYO Ť 2001

Emilio Pradilla Cobos

Cantos de sirena globalizados

El Banco Mundial (BM), el Fondo Monetario Internacional y la Organización Mundial de Comercio son hoy día las instituciones económicas globales que regentean el capitalismo globalizado, a nombre y bajo el dominio del gran capital monopolista trasnacional y los países hegemónicos en la globalización, para lo cual intervienen en todas las economías nacionales actuando como el gran Ministerio de Economía planetario.

Recientemente, los funcionarios del BM han presentado por entregas su programa de gobierno para la economía mexicana, con el beneplácito y agradecimiento de los funcionarios del régimen foxista. Apoyan la propuesta de reforma fiscal regresiva de Fox; participan en la iniciativa Puebla-Panamá, para abrir plenamente los recursos humanos, territoriales y naturales de la región a la acumulación a escala mundial; insisten sin cesar en la urgencia de abrir el sector energético (electricidad, petróleo y petroquímica) al gran capital nacional y trasnacional; se felicitan por la desnacionalización acelerada del capital bancario y financiero otrora mexicano; proponen la eliminación de conquistas básicas de los trabajadores mexicanos mediante una reforma a la Ley Federal del Trabajo; y seguramente oíremos otras propuestas. Repitiendo el discurso salinista, el BM y el gobierno de Fox nos ofrecen, por segunda vez en doce años, que si aplica estas recetas, México entrará al primer mundo.

La Zona Metropolitana del Valle de México, la segunda ciudad más grande del planeta, con cerca de 20 por ciento de la población y un tercio de la economía del país, asiento de más de 60 por ciento de las sedes de las 500 mayores empresas localizadas en México, es un buen laboratorio y testigo del impacto de estas políticas, de la realidad social que generan y de las contradicciones que acompañan a ese modelito que nos imponen el neoconservadurismo político y el neoliberalismo económico dominantes en México y el mundo.

En los últimos 20 años, la economía metropolitana ha crecido a un ritmo menor que la nacional, y también que su población; su industria, poco vinculada al mercado externo, ha sufrido una contracción muy grave; sus índices de desempleo abierto son mayores que los promedios nacionales y cerca de 40 por ciento de sus trabajadores está en el sector informal o precario; su estructura económica ha tendido a la terciarización mayoritariamente informal; cerca de la mitad de su población sobrevive en la pobreza o la miseria, coexistiendo con la mayor opulencia; las condiciones y la calidad de vida de sus sectores sociales y territorios es cada vez más diferenciada; el crimen organizado nacional o global y el incidental, atemorizan a sus habitantes y presionan a sus gobiernos; por la metrópolis pasan grandes flujos financieros y de inversión, de regalías y ganancias, sin dejar huellas que recordar. Este es el contradictorio panorama económico y social de la ciudad global generada y propuesta por el neoliberalismo priísta-panista, que combina fragmentos del primer mundo y del inframundo.

Una política como la propuesta tendrá, sin duda, fuertes impactos sobre la economía y la sociedad metropolitanas. Partidarios u opositores a esta política, los fragmentados gobiernos de las porciones de la metrópolis carecen de atribuciones para cambiarla o para mitigar los efectos más perversos del modelo, viéndose obligados a administrar su crisis y la pobreza que engendra, pues la riqueza la controla el gran capital nacional o trasnacional y su administrador, el gobierno federal. El discurso demagógico de los cuatro últimos gobiernos federales, el de Fox incluido, ese canto de sirena se fragmenta en acciones puntuales, espaciadas en el tiempo, que muchos actores políticos y sociales no logran visualizar como un todo y a las que se oponen fragmentaria y aisladamente, la mayoría de las veces sin éxito.

Si algo tiene de global el mundo hoy es que el gran capital mundial y las potencias dominantes quieren acondicionarlo como un espacio planetario, nacional y local, en el que puedan desplegar su rabiosa competencia por el control de mercados, capital, información y ganancias, sin ninguna cortapisa, sin soberanías ni contrapesos, sin regulaciones nacionales ni locales. Para enfrentar este proyecto-proceso capitalista a la neoliberal salvaje parecen ineficaces las resistencias y propuestas puntuales, las alianzas coyunturales o la redición de propuestas o proyectos del pasado aplicados a fragmentos del territorio; por otra parte, la búsqueda de "consensos plurales" con las fuerzas hegemónicas se parece mucho a una rendición, disfrazada de "republicanismo".

La izquierda se ha retrasado muchos años en la reflexión sobre sus errores y en la formulación de un nuevo proyecto global de cambio social, que se oponga al del gran capital, para que sus acciones nacionales y sus propuestas locales tengan un sentido progresivo real, y no terminen por afectar más a quienes se dice o se quiere beneficiar y representar. La metrópolis es el mejor laboratorio para esa reflexión colectiva de la izquierda.