MIERCOLES Ť 30Ť MAYO Ť 2001

Alejandro Nadal

Olvidan apagar la luz en la Casa Blanca

Hace unos días la administración Bush anunció su Nueva Política Energética (NPE). Su diagnóstico es sencillo: Estados Unidos sufre de una insuficiente oferta de energéticos provocada por una excesiva intromisión estatal que ha obstaculizado el desarrollo de fuentes de energía y exagerado la protección ambiental. El resultado es el alto costo de energéticos para consumidores y empresas, así como la incertidumbre en el abasto de hidrocarburos.

Para contrarrestar lo anterior se propone facilitar la vida a los grandes conglomerados dedicados a la producción de petróleo, gas, y carbón; a las empresas generadoras de energía eléctrica (incluso nucleares) y hasta la industria automotriz, que ahora produce vehículos menos eficientes en el consumo de gasolina.

La voracidad energética de la economía estadunidense es bien conocida. Es responsable del consumo per cápita de combustibles fósiles más alto del mundo. Sus emisiones per cápita de gases invernadero son las más elevadas del planeta (20 toneladas anuales de CO2 por habitante contra 9.6 en promedio para el resto del mundo y 8.5 en la Unión Europea).

Según estimaciones del propio Departamento de Energía, dos terceras partes de las necesidades energéticas futuras podrían satisfacerse con mayor eficiencia, conservación y desarrollo de fuentes renovables de energía. Es decir, la eficiencia y conservación constituyen el "yacimiento oculto" más importante de Estados Unidos, pero la NPE le da la espalda y se concentra en la oferta de energéticos.

Para comenzar, el plan Bush permitirá el desarrollo de campos de petróleo, gas y carbón en terrenos federales, intensificará la perforación de pozos en la plataforma continental en las costas de Florida y el litoral del Golfo de México, y desarrollará campos de petróleo en la Reserva Natural del Artico (en Alaska), provocando daños ambientales irreversibles. Para los operadores de plantas termoeléctricas a base de carbón (la tecnología más sucia), Bush propone un subsidio de 2 mil millones de dólares durante la próxima década.

La NPE pretende resucitar la industria nuclear (responsable de 20 por ciento de la oferta de energía eléctrica en ese país) reduciendo sus costos. ƑCómo? Relajando las medidas de seguridad en el diseño y operación de los reactores, lo que significa vivir con mayores riesgos. Al mismo tiempo, se propone renovar la Ley Price Anderson, que limita la responsabilidad de los operadores de plantas nucleares en caso de accidente y liberación de materiales radioactivos. Esta ley, única en su género en Estados Unidos, permite la supervivencia económica de la industria nuclear.

Pero la NPE no solucionará los dos problemas clave de la industria nuclear: la inseguridad de los reactores y la falta de un método confiable para almacenar los desechos radiactivos.

En lugar de promover la eficiencia energética, la administración Bush ha relajado los niveles de eficiencia mínima de los equipos de aire acondicionado para uso residencial y tolera que la industria automotriz tenga hoy los estándares de eficiencia (kilómetros por litro) más bajos desde 1980. En promedio, este año los automóviles producidos en Estados Unidos recorren unos diez kilómetros por litro de gasolina. La tecnología para duplicar ese rendimiento ya existe, pero los fabricantes prefieren mantener sus líneas de producción más lucrativas y menos eficientes.

Según la NPE, cualquier agencia oficial que establezca medidas regulatorias en materia energética deberá realizar un estudio de "impacto energético". En lugar de exigir a la industria probar que los daños al medio ambiente son tolerables, se exigirá a los reguladores demostrar que sus medidas no restringen la oferta de energéticos. Esta reversión de la carga de la prueba debilitará la regulación ambiental y aumentará el deterioro del ambiente y los riesgos a la salud.

Además, la NPE no reducirá los precios de energéticos en Estados Unidos. ƑQuién saldrá beneficiado? El lobby energético que inyectó millones a la campaña de Bush-Cheney.

La NPE dedica una sección a México, reconociendo que nuestras reservas probadas de crudo son 25 por ciento superiores. Considerando que la Reserva Estratégica de Petróleo declinó de 83 a 54 días de importaciones de petróleo, no sorprende el interés por México. La semana en que se dio a conocer la NPE, el Banco Mundial recomendó al gobierno mexicano abrir el sector energético. El presidente Fox afirmó entusiasmado que esa recomendación va en la línea de sus planes. O sea, no tiene conflicto de intereses en materia energética. Es comprensible. Su enfoque gerencial de la Presidencia coincide plenamente con los intereses del lobby energético estadunidense.

Ahora George Bush podrá salir tranquilo de casa y dejar la luz prendida.