miercoles Ť 30 Ť mayo Ť 2001

Carlos Martínez García

Descatolización de la frontera sur

No es en los estados mexicanos que hacen frontera con Estados Unidos donde se da un mayor proceso de descatolización, como sería de pensarse, dado que ese país tiene una amplia población protestante y es centro de las mayores agrupaciones misioneras evangélicas. Es en las entidades que tienen vecindad con Guatemala o Belice (Chiapas, Tabasco, Campeche y Quintana Roo) en las que el cristianismo no católico ha cosechado sus mayores logros, en zonas preponderantemente indígenas o rurales y mestizas.

En 1930 los cinco primeros estados con mayores porcentajes de protestantismo fueron Tamaulipas, Baja California Norte, Coahuila y Tabasco. Ninguno superaba 2.5 por ciento. Treinta años después los cuatro escalones iniciales estaban ocupados por Tabasco, Quintana Roo, Chiapas y Campeche, dejando en el quinto a Tamaulipas. A partir de entonces las entidades de la frontera sur se apropiaron de esas posiciones, intercambiando entre ellas del primer al cuarto lugar. En el censo de 2000 Chiapas ocupó por segunda década consecutiva el sitio número uno. El quinto le correspondió a un estado que también tiene alta concentración de población maya, Yucatán. Con esto la región supera con creces a cualquier otra del país en el rubro de menor porcentaje de población católica. El censo consigna que Chiapas tiene 64.4 por ciento de población católica, Tabasco 72.2, Campeche 75, Quintana Roo 71.2 y 84.7 Yucatán. Los restantes porcentajes corresponden a protestantes/evangélicos, otra y ninguna religión. La media nacional de católicos reportada por la misma fuente es de 88.2 por ciento. El estado que más se aleja de esta cifra es Chiapas, que tiene 24 puntos porcentuales menos que los números nacionales. Cuando el análisis se lleva a los municipios chiapanecos que tienen frontera con Guatemala, encontramos que en algunos el porcentaje de católicos es menor a la mitad de la población.

Si bien es cierto que en la diseminación de los credos no católicos tienen una participación misioneros(as) norteamericanos(as), las evidencias apuntan a que han sido nacionales los encargados de la expansión de las confesiones evangélica, mormona y testigos de Jehová. De la misma manera los recursos financieros han sido aportados en su inmensa mayoría por integrantes mexicanos del credo respectivo. Solamente desde el desconocimiento o la descalificación interesada se puede negar el cúmulo de datos que revelan la dimensión endógena que tienen las confesiones que le están disputando la feligresía a la Iglesia católica en México. Es una teoría endeble buscar explicar el crecimiento de estas religiosidades mediante la invasión de confesiones religiosas que vienen de fuera. Incluso hoy nuestro país exporta misioneros de los distintos credos no católicos hacia otros países latinoamericanos, de Europa, Asia, e incluso Africa. La vitalidad de la diversificación en el terreno espiritual tiene que ser entendida a partir de las condiciones internas de una sociedad, y no reducirla a esfuerzos foráneos que acechan contra la identidad del país.

Mientras la posición mayoritaria de las cúpulas clericales católicas del país sigue recurriendo a explicar la descatolización como resultado de un complot sajón que busca erosionar la herencia hispana de México, poco a poco se abre camino una interpretación más sensata y que incluye la autocrítica a la Iglesia mayoritaria. Este es el caso del obispo de San Cristóbal de las Casas, Felipe Arizmendi Esquivel, que al realizar un balance sobre por qué se está descatolizando el sur y sureste de la nación atribuye las causas del fenómeno a "... la extensión del territorio, combinada con la insuficiencia de personal pastoral católico; a la centralización en la figura del sacerdote y de la religiosa, con poca participación de los fieles laicos como agentes de evangelización. Nuestro pueblo es muy religioso, y si no recibe atención de su Iglesia, busca la relación con Dios donde sea. Nosotros dejamos muchos espacios sin atender, que fueron llenados por el servicio evangelizador de otras religiones". De todas las debilidades enumeradas por Arizmendi ninguna es responsabilidad de las Iglesias no católicas. Al contrario, la hipotética solución solamente puede venir de que la Iglesia católica tenga el éxito de otras confesiones incorporando a los laicos en las tareas de transmitir las creencias y cederles posiciones de liderazgo. Pero mientras subsista el férreo modelo eclesiástico centrado en el sacerdote vemos difícil que la Iglesia tradicional pueda revertir la tendencia desfavorable.

La diversidad religiosa está asentada en mayor o menor medida en todo el país. Su intensidad es más aguda en el sur pobre que en el norte rico. La mayor reserva de población católica está en los estados del centro y occidente de México, donde en algunas entidades rebasa 90 por ciento. Como en otros aspectos de la vida social, en lo religioso los ciudadanos ejercen su derecho a elegir y frente a esta realidad las instituciones que relegan a sus integrantes a meros observadores de los rituales administrados desde la cúpula parecen destinados a seguir perdiendo terreno irremediablemente.