lunes Ť 28 Ť mayo Ť 2001

Elba Esther Gordillo

8 por ciento del PIB para educación

Los grandes cambios sociales dan inicio cuando los pueblos se deciden a colocar la educación en el centro de los objetivos. La Revolución Mexicana pudo desplazarse de una lucha intestina entre facciones y grupos, para convertirse en dinámica colectiva, con orientación y con perspectiva de largo plazo, capaz de entregar a los individuos los instrumentos para impulsar las transformaciones por las que se había luchado, cuando se volvió proyecto educativo.

Igual sucedió en otro tiempo y circunstancias: la Revolución francesa, y más recientemente la china, entre otros ejemplos, expresan que la verdadera transformación se gesta en el ámbito de cada individuo, espacio en el que precisamente actúa la educación.

El pasado 15 de mayo, el presidente Vicente Fox, con motivo del Día del Maestro, estableció uno de los compromisos políticos que mayor impacto tendrá en la definición del país al que aspiramos: durante su administración, el presupuesto federal para la educación pública alcanzará cuando menos 8 por ciento del producto interno bruto (PIB).

Desde su fundación, la UNESCO, organismo de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, definió como uno de sus objetivos motivar a los países miembros a invertir en la educación pública una cantidad creciente de recursos fiscales, sabiendo que los países que así lo han hecho lograron avances significativos en todos los campos del desarrollo.

Si bien el más simple silogismo establece que si es el hombre el que opera las estructuras económicas, el que genera los problemas sociales, demográficos, ecológicos, de derechos humanos, que es en su ámbito que se valora y desarrolla la política y sus instituciones, que con él y por él la convivencia entre países, ideologías, razas, religiones se hace posible o no, y si la educación es la que puede entregarle los valores, herramientas e instrumentos de análisis para hacerles frente, luego entonces invertir en la educación de ese hombre equivaldrá a atender con pertinencia estos retos.

Sin embargo, los agudos conflictos que a diario se presentan dificultan llegar al fondo de los problemas, por lo que los esfuerzos se orientan a acudir a la emergencia; los fenómenos de día a día privilegian la atención de los efectos por sobre sus causas, generando un círculo vicioso cada vez más complejo.

Aceptando que los recursos que actualmente se destinan a la educación equivalen a 5 por ciento del PIB, el compromiso del Presidente significa agregarle tres puntos más en seis años, con un PIB de poco más de 600 mil millones de dólares, tres puntos equivalen a cerca de 20 mil millones de dólares, cifra que habla por sí misma.

Objetivo tan relevante no puede limitarse al gobierno. Los que somos actores y beneficiarios de la educación, es decir, toda la sociedad, debemos acompañar ese compromiso, no sólo para hacerlo posible, sino para que el resultado sea el que buscamos. La revisión y actualización, a fondo, del sistema educativo; la construcción de un acuerdo social en el que cada individuo diga qué espera de la educación, pero que defina también qué está dispuesto a realizar por ella, el que volvamos a ubicarla como el eje de nuestro esfuerzo se hace necesario para actuar en correspondencia al compromiso adquirido. En tanto, es necesario valorar y elogiar la decisión tomada, que coloca a la educación en la dimensión de la política de Estado capaz de enfrentar el nada fácil reto de construir, hoy, el mañana al que aspiramos. Ť

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