lunes Ť 28 Ť mayo Ť 2001

Iván Restrepo

El lago de Chapala...y siguen las promesas

ƑEn qué se han gastado cuantiosas sumas destinadas a resolver los graves problemas que aquejan al lago de Chapala desde hace más de 30 años? ƑPor qué las instancias fiscalizadoras de ese dinero público y de los programas oficiales no han cumplido su cometido?

El lago de Chapala es el más grande e importante de México. También es el que tiene mayores problemas. El principal: abatimiento de su nivel, el cual, según el Congreso de Jalisco, es de los más bajos de que se tenga noticia en el último siglo. Además, la calidad de su agua se degrada cada día. Por tal motivo los legisladores han pedido a la Comisión Nacional del Agua que transfiera al lago 300 millones de metros cúbicos de líquido de las presas que existen en la cuenca hidrográfica Lerma-Chapala, principal alimentadora del vaso lacustre.

Un extraterrestre bien podría preguntarse por qué Chapala está en esa situación, si en los últimos 30 años los funcionarios más importantes del gobierno han hecho más de 20 promesas destinadas a resolver, de una vez por todas, el deterioro del lago. Así, por ejemplo, en los años setenta el entonces presidente Luis Echeverría anunció que su secretario de Recursos Hidráulicos, Leandro Rovirosa, se encargaría de evitar que el nivel del lago siguiera disminuyendo, además de combatir su contaminación, originada en los desechos de los asentamientos humanos y la industria de los estados de México, Querétaro, Guanajuato, Michoacán y Jalisco. La mayoría descarga en la cuenca Lerma-Chapala.

Pasó el sexenio y nada, por lo que el siguiente mandatario, José López Portillo, refrendó los compromisos sobre Chapala, y encomendó el asunto a su secretario de Agricultura y Recursos Hidráulicos, Francisco Merino Rábago. La promesa seguramente se traspapeló por estar aprendiendo a administrar la abundancia, de tal forma que la recibió sin cumplir el licenciado Miguel de la Madrid, cuyo secretario del ramo, Eduardo Pesqueira, anunció varios planes para limpiar la cuenca y rehabilitar Chapala. Nada sucedió, quizá porque el fuerte del secretario era contarle chistes a su jefe y acompañarlo en la cantada.

El pendiente lo heredó entonces el licenciado Salinas de Gortari y su equipo de colaboradores responsables de cuidar el agua y el medio ambiente. Su secretario de Desarrollo Urbano, Patricio Chirinos, tomó el asunto bajo su sabia conducción. Mas es sabido que el fuerte de Chirinos era la política, no la ecología, y pronto lo mandaron a gobernar Veracruz. Fue el licenciado Colosio quien refrendó el compromiso de resolver el problema. No tuvo tiempo de hacer mayor cosa, pues pronto lo nombraron candidato a la Presidencia. Su sucesor, el ingeniero Carlos Rojas, continuó los programas para Chapala y su cuenca a la par que los desajustes crecían.

El doctor Zedillo recibió en crisis Chapala y su cuenca alimentadora. Un desafío de poca monta, porque el ilustre economista del Politécnico es bueno hasta para resucitar muertos y, si no, que lo digan los banqueros. Su secretaria del medio ambiente, la maestra Julia Carabias, varias veces dijo que las instancias federales, estatales y locales involucradas en el problema actuarían coordinadamente a fin de salvar el lago, reforestar su entorno, garantizar la limpieza de su cuenca alimentadora, la Lerma-Chapala, y usar racionalmente el agua que se extrae del lago y que se destina a cubrir la demanda de Guadalajara.

Mas resulta que ahora la actual administración dice que en Chapala las cosas están peor que nunca, que recibe menos agua de su cuenca alimentadora, pues la desvían a través de decenas de presas para una agricultura donde buena parte se desperdicia y la que finalmente llega está contaminada por las poblaciones y la industria. Mientras, se extrae más agua del lago para cubrir las necesidades de Guadalajara y su área conurbada. Pese a ello, en la época de sequía más de 300 mil personas sufren desabasto y en el sistema de conducción se pierde cerca de 40 por ciento. En la capital jalisciense y en sus municipios conurbados se aprueban sanciones para quienes sean sorprendidos desperdiciando el agua. Pero en Tonalá y Ocotlán, por ejemplo, no disponen de personal para perseguir a los infractores.

Si los diagnósticos del problema que aqueja a Chapala y a su cuenca alimentadora son abundantes y certeros, el extraterrestre también podría preguntar en qué se han gastado cuantiosas sumas destinadas a resolverlo, y por qué las instancias fiscalizadoras de ese dinero público y de los programas oficiales no han cumplido su cometido. No faltará el que le responda que no desespere. Estamos en el sexenio del cambio, y si el lejano visitante se espera unos pocos años más, podrá ver cómo Chapala y su cuenca recobran su salud ambiental.