sabado Ť 26 Ť mayo Ť 2001
Ilán Semo
El solitario
Explicar la súbita caída del consenso de Vicente Fox a partir del "error" de marzo -léase: anunciar una reforma fiscal sin alianzas calculables- se ha convertido en una aritmética común. Sin embargo, es una aritmética parcial. El consenso de un régimen se prueba no tanto por su capacidad de acumular fuerzas con medidas populares, sino por su habilidad para no perderlas frente a las medidas antipopulares. En el poder, como en la política, la legitimidad no proviene de la esfera de la seducción, sino de un mundo más ilusorio y frágil aun: la ficción de un orden predecible. Un político aislado es un aislado político y en el banal mundo de las percepciones públicas, reproduce la sensación de todo aislamiento: una interrupción de la continuidad con su entorno. La sensación de sistema se vuelve falible, también la de un orden dotado de sentidos legibles, ficción social que es el cometido central de la política.
Si algo ha quedado de aquella presidencia omnisciente que dominó al siglo xx mexicano es acaso su espejismo. Pero la implosión súbita de las últimas semanas actualiza -y dramatiza- la pregunta que gravita abierta desde la caída electoral y moral del Partido Revolucionario Institucional: Ƒcómo legitimar el poder de la Presidencia en un régimen como el que surgió el 2 de julio? En cierta manera, es sintomático que, a seis meses de iniciado el nuevo gobierno, la respuesta aparezca más vaga y lejana de lo que se hallaba el mismo 2 de julio. El Poder Ejecutivo se halla parcialmente dividido; su relación con el Congreso es confusa y atávica; cada uno de los órganos del Estado parece bloquear al otro. Ilusión/desilusión: la sociedad se repliega. Toda analogía histórica es inevitablemente falible. Pero después de la caída de Porfirio Díaz, la revolución empleó veinte años para responder la misma pregunta. ƑCuántos requerirá la transición?
En rigor, el error de marzo condensa y extiende una historia en la que la Presidencia primero se aísla de los poderes centrales del Estado, y después fragmenta su propio consenso en la sociedad. Hoy se habla de un "fin de la luna de miel"; mañana puede ser también un divorcio. Los días contados de esta historia son breves y no necesariamente evidentes:
1) ƑA quién representaba el gabinete de Fox en los días iniciales y festivos de diciembre? No a las fuerzas de la transición, que quedaron al margen de su constitución. Tampoco a una parte sustancial de su propio partido, que se ha esforzado en debilitar el precario equilibrio que los unió durante la campaña. Hoy el gabinete no representa probablemente ni al mismo Fox. La cercanía entre Creel y Cevallos ha sido una fuente de deslegitimación tan severa o más que el anuncio -šsólo el anuncio!- de la reforma fiscal. El secretario de Gobernación se ha negado o ha obstruido toda posibilidad de acción consensual del Poder Ejecutivo en el Poder Legislativo. Ni hablar de su relación con los rebeldes gobernadores que cercan a la Federación.
2) La ausencia de un pacto en torno a la transición trajo consigo un vacío entre el Poder Legislativo y la Presidencia. Un vacío que Fox salvó, afortunadamente, en el caso de Chiapas, pero que se agrandó frente a la reforma fiscal. En principio, el único operador de Fox eficaz en el Congreso ha sido irónicamente Marcos. El tema -o el problema- no es la autonomía de los dos poderes entre sí, sino su capacidad para establecer reglas del juego que no atenten contra la legitimidad de ambos. Si se degrada el Congreso, se degrada la Presidencia.
3) Hay cinco gobernadores que han convertido sus respectivas administraciones en centros de lucha y negociación con la Federación. Es el eslabón más débil de la precaria cadena foxista de poder. Yucatán mostró que la distancia entre Fox y el PAN no sólo existe en el Congreso, sino a la hora de explorar las "bases sociales" del foxismo. ƑExisten? La relación entre el poder central y el poder regional es hoy un misterio. Sin embargo, el nuevo papel de los gobernadores puede semejarse más a los años veinte que a un esquema equilibrado entre la Presidencia y las regiones.
4) La política internacional ha cobrado un derrotero sinuoso. En un momento en que el país podría renegociar su ubicación frente a Estados Unidos, la táctica parece ser exactamente la opuesta. Los saldos de abandono de extensos sectores empresariales pueden transformarse en facturas descontadas para el Poder Ejecutivo. También la imagen de una Presidencia que no negocia sino condesciende con la Casa Blanca.
5) La reforma fiscal, una historia abierta. La breve historia de Vicente Fox es la de un solitario presidente que parece empeñado en convertir su imagen en el centro de un poder que se desmiembra. Sin una transformación estructural del gabinete, sin un guiño de un pacto por la transición, sin una vuelta al entorno de la política del propio Estado, esta imagen se aleja cada día de los sitios donde la política deja de ser una simple ficción.