sabado Ť 26 Ť mayo Ť 2001

Gabriela Rodríguez

La ficción de la abstinencia sexual

La campaña para evitar embarazos prematuros, anunciada por la directora del Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF), Ana Teresa Aranda, con el apoyo de Ana Cristina Fox, es una ficción peligrosa, toda vez que pone en riesgo las libertades ciudadanas y confunde el papel del Estado con el proselitismo al que tienen derecho las Iglesias.

En primer término, es insostenible que en un Estado laico, como el mexicano, se arranque una campaña gubernamental en el marco de un simposio A favor de la mujer y la vida, organizado por la Arquidiócesis de México. En segundo lugar, es un atentado contra la ética democrática que se recurra a un lema acorde con los principios de la doctrina católica, que enfatiza la abstinencia sexual como medida preventiva: "No te arriesgues, espérate. Todo a su tiempo". "Que no te dejen colgada" (Milenio Diario, 17/05/01). La presidenta del DIF nacional olvida que el Estado está obligado a garantizar la libertad de conciencia, de creencia y de culto, y que no puede basar ninguna política pública en criterios de tipo religioso.

La hostilidad hacia el placer y la desconfianza en la sexualidad hunden sus raíces en el paganismo de la edad de piedra y en las corrientes estoicas de los primeros siglos de nuestra era. Estos valores alcanzan su culminación en el ideal cristiano de la virginidad y se conservan en Occidente hasta nuestros días. La cercanía a los dioses reclamaba la abstinencia sexual, "había que guardar durante determinados días la continencia, si se quiere entrar en el templo y tocar los objetos sagrados". Herederos del estoicismo, en los relatos bíblicos se expulsa a Adán del Paraíso ante la transgresión del precepto de la abstinencia sexual, y en los evangelios Cristo nace de una virgen para promover la idea de que el cuerpo es algo negativo y pecaminoso del cual tiene que liberarse quien quiera estar en la cercanía de Dios. El celibato se concibe como un estado superior que está por encima del matrimonio, sacramento menor y concesión para quienes no pueden contenerse ni prescindir de la satisfacción de los sentidos.

Gracias a la Ilustración, Occidente ha atravesado largos procesos de secularización y laicidad que han permitido recuperar las libertades sexuales hasta llegar a legitimarlas en el siglo xx, dentro del marco de los derechos humanos.

Hoy, la política sexual tiene que fundamentarse en las prácticas de los y las jóvenes, en los valores de los ciudadanos mexicanos que votaron por un gobierno democrático que les permite decidir libremente sobre su vida sexual.

En la Encuesta Nacional de Juventud 2000, aplicada por el Instituto Mexicano de la Juventud, 88 por ciento de los jóvenes cree en la Virgen de Guadalupe y, sin embargo, 79 por ciento considera que las creencias religiosas no influyen en las actitudes sobre la sexualidad; de 55 por ciento que ha tenido relaciones sexuales, 68 por ciento se inició entre los 15 y 19 años, 36 por ciento con su novio (a) y 40 por ciento con su esposo (a), 95.7 por ciento califica de muy satisfecha y satisfecha la forma como vive su sexualidad; 52 por ciento ha utilizado anticonceptivos: 56 el condón, 21 el DIU y 16 las píldoras, y sólo 1 por ciento, la anticoncepción de emergencia. 35 por ciento ha aprendido lo más importante sobre la sexualidad en la escuela, 25 por ciento de sus padres, 20 por ciento "por sí mismo", 10 por ciento de los amigos, 6 por ciento de los medios de comunicación y uno por ciento de la Iglesia. Contrariamente al concepto de "fragilidad de la estructura familiar" y "la falta de valores" que caracteriza a las nuevas generaciones, según afirmó el organizador del simposio, cardenal Norberto Rivera, la encuesta revela que los jóvenes mexicanos pasan 55 por ciento de su tiempo libre con su papá, su mamá o sus hermanos, y sólo 32 por ciento con su novio (a) y amigos; dedican en promedio 4.8 horas diarias a estar con la familia, tres horas con el novio (a) y 2.2 horas con los amigos. 60 por ciento busca en el noviazgo tener alguien a quien amar y compartir sentimientos, lo que más valoran en un hombre es que sea responsable (58 por ciento) y que no tenga vicios (12 por ciento). Lo que más valoran en una mujer es que sea responsable (44 por ciento), y que sea tierna y comprensiva (14 por ciento), 78 por ciento confiesa haber vivido la experiencia del enamoramiento.

Los principales personajes de su confianza son: para 72 por ciento, los médicos; para 67 por ciento, los maestros; para 60 por ciento, los sacerdotes; y 48 por ciento señala a los defensores de los derechos humanos (IMJ/INEGI, México, 2000).

Pese a la grandes transformaciones de la vida sexual en las nuevas generaciones, la promoción de la abstinencia sexual ha sido experimentada ante la epidemia del sida; recordamos la campaña Say no en tiempos de mister Reagan en Estados Unidos, la cual no logró reducir las prácticas sexuales. A partir de numerosos estudios al respecto, hoy sabemos que la doble moral sexista, la falta de autocontrol y la agresión sexual están relacionados con los comportamientos sexuales de riesgo. También sabemos que los cursos de educación sexual en que se promueven las prácticas de sexo protegido junto con la opción de la abstinencia (alternativa igualmente respetable) logran disminuir el número de parejas sexuales e incrementar el uso del condón en forma más continua, sobre todo cuando los grupos son de menor edad, cuando se incrementa la autoestima y se propician expectativas placenteras en las mujeres sobre el uso del condón (Onusida/OMS, 1997).

Negar el derecho a la alegría que se encuentra al gozar el cuerpo y los sentidos, querer volver a la idea de vivir como espíritus puros y castos es una ficción que ni los sacerdotes han podido cumplir en más de 2 mil años de historia.