VIERNES Ť 25 Ť MAYO Ť 2001

JAZZ

Eugenio Toussaint y Cristóbal López

Ť Antonio Malacara

CADA UNO POR su lado es un portento, una pieza fundamental en la historia del jazz mexicano; así que cuando nos enteramos de que Eugenio Toussaint y Cristóbal López iban a presentarse como dueto en el teatro Benito Juárez nos asaltó una suerte de alborozo quinceañero que se vio ampliamente recompensado el día del evento. Pianista y guitarrista se habían presentado hacía un año, por primera y única ocasión, en Zacatecas, por lo que el concierto del martes 22 congregó a una multitud de ansiosos que sólo se vio alterada por una gordita medio extraviada que se fue con todo y cacahuates japoneses a la mitad de la segunda pieza.

28af1.jpgSIMULTANEAMENTE A LA tercera llamada, la gente empezó a aplaudir descargando su emoción. Los músicos aparecieron en escena y, antes de emitir un solo sonido, nos recetaron la primera sorpresa. No iba a ser un dueto, sino un cuarteto: Aarón Cruz salía rasurado y cargando un bajo eléctrico, mientras que a la batería se sentaba el chileno Gabriel Puentes. Nuevamente, como la semana pasada, dos experimentados jazzistas se hacían acompañar por dos representantes de la nueva generación; y nuevamente lograban fundirse a la perfección en un muy logrado ejercicio intergeneracional.

BUENO, DE POR sí Aarón Cruz lleva bastante tiempo tocando al lado de Cristóbal López. Lo que resultaba evidente era el gusto de Eugenio al estar compartiendo tablas y espacios de improvisación con un bajista de tales alcances en la materia y el filin (a pesar de que el maestro Toussaint haya confesado con anterioridad su particular predilección por el sonido del contrabajo). Por su parte, las percusiones de Puentes cumplieron su cometido sin mayor problema.

COMO YA VA siendo costumbre, Eugenio Toussaintconvocó los compases de Nothing personal para iniciar la noche; sólo que ahora el estándar de Don Grolnick cobraba nuevos matices y aristas con la intervención de López y Cruz como solistas. El piano prefiere "limitarse" a algunos trazos fugitivos para ceder la palabra a la guitarra, que inicia su balanceo entre una serie de veloces imágenes, intrincadas construcciones de un algo que debe semejarse en mucho al polvo de estrellas, y que irá esparciendo a lo largo de todo el concierto.

CUANDO LLEGO EL turno de Gauguin, uno de los tres temas que el pianista ha compuesto alrededor de la figura y el arte de este pintor francés, parecía que el cuarteto lograba un tempranero éxtasis general. Eugenio era absorbido por la pasión que sólo logra encontrar en el jazz. La simplificación de los volúmenes y la supresión casi absoluta de las sombras nos hacían volar por los aires de Tahití para de inmediato aterrizar entre los trazos vigorosos y las perspectivas inesperadas de la colonia Cuauhtémoc.

PERO HUBO MAS. Mi amigo el E.T., que Cristóbal dedica a Eugenio, rompe y rehace el ritmo y la armonía a su antojo. La bossa nova y la zamba de Enamorado y Tropicalia se trastocan en las atonales entrañas de las composiciones y en el deslumbrante groove de las interpretaciones. All the things you are, de Jerome Kern, podría haber pasado como un estándar más si no hubiera sido atacado con una sobredosis letal de magia; piano y guitarra jugaban con microrretazos de genialidad que dejaban muda a la base rítmica, pero por obra del Espíritu Santo el cuarteto retomaba el cuerpo en pleno de la pieza y la gente se cimbraba en sus asientos.

LA NOCHE CONTINUO en un viaje místico, entre la aparente sencillez de un Pablo Picasso que se abstraía en el son de los altos de Jalisco y los bajos del DF, en el único dueto catedralicio (Bluesette) que se reventaron Eugenio y Cristóbal a solas, en los delirantes solos de Aarón, en los limitadísimos espacios del este periódico para poder platicar o acercarnos siquiera a esa sensación de plenitud que te queda después de un concierto como el de aquella noche.