VIERNES Ť 25 Ť MAYO Ť 2001

Ť Nora Patricia Jara López

Por la libre

El pasado sábado un grupo de artistas e intelectuales dirigieron una carta al nuevo titular del Instituto de Cultura de la Ciudad de México, el historiador Enrique Semo, para advertirle de los despidos y restricciones presupuestarias en la Fábrica de Artes y Oficios de Oriente (Faro).

Este proyecto alternativo se ideó con la base de incentivar la participación de los jóvenes de la delegación Iztapalapa y áreas circunvecinas ofreciendo a la población de 12 a 24 años de edad una opción de recreación y divertimento sano, que permitiera a la vez el impulso de la producción artística de y para jóvenes.

Los cierres de talleres, el despido de maestros y artistas que apoyaron sin restricciones hasta ahora este proyecto, es conocido y comentado por los que trabajan y asisten ahí. Sin embargo, el señor Enrique Semo responde directamente a los quejosos y manifiesta que no existe intención alguna de cerrar este espacio y mucho menos de despedir a quienes han dirigido y participan en ese lugar de oferta cultural.

Esperamos que el asunto no quede ahí y se cumpla lo que dice el prestigiado encargado de la cultura de esta ciudad, ya que estamos hablando de Iztapalapa, una de las demarcaciones más grandes, en población y en territorio, de la ciudad de México, y donde los jóvenes tienen una presencia preponderante, además de ser una de las que registran mayor índice de delitos en la capital del país; según datos del INEGI, en 1997 ahí se cometieron 337 homicidios, más de 21 mil robos y poco más de 200 violaciones. Existen estudios que señalan que hay una relación estrecha entre el crecimiento de la criminalidad juvenil con la falta de oportunidades para que los jóvenes convivan en un ambiente de menos violencia que el que se ofrece en las megaurbes como la ciudad de México.

Si miramos los números que involucran la participación de población que recién dejó la minoría de edad en más delitos, vemos que en 1997, 60 por ciento de los delincuentes sentenciados en el Distrito Federal tenían entre 18 y 29 años.

Se entregan miles y miles de pesos en ayuda a gente de la tercera edad, madres cabezas de familia, discapacitados, personas sin empleo con dificultad para poner un pequeño negocio; en fin, hasta en las oficinas de Maricarmen Díaz observan de cerca cómo le hace la Secretaría de Desarrollo Social, que hoy dirige la investigadora de la UNAM Raquel Sosa, para entregar dinero y solventar programas de asistencia social sin impactar los presupuestos asignados, pero para algunos la respuesta es fácil: "šQuítele dinero a la cultura y llévelo al área social, ahí es donde verdaderamente se necesita"!

Y al parecer así se hace, en detrimento de las mismas delegaciones políticas y de sus casas o centros culturales. Al renunciar Alejandro Aura al Instituto de Cultura de la Ciudad de México, argumentó que se iba porque le ajustaron tanto el presupuesto que apenas le alcanzaba para pagar la nómina. Así que no es extraño que comiencen también los recortes de personal en el sector cultural del DF, aunque las autoridades se justifican señalando que el dinero no se recortó del presupuesto, sino que se canalizó directamente a las 16 demarcaciones para que éstas a su vez lo distribuyan según sus necesidades.

También me pregunto: Ƒqué pasará con las pequeñas delegaciones, como Magdalena Contreras, ante las que concentran el mayor número de oferta cultural y de espectáculos, como la Cuauhtémoc o la Miguel Hidalgo? Sabemos que aún son insuficientes los esfuerzos gubernamentales para garantizar una vida más digna a los jóvenes que habitan la zona centro-sur de la capital mexicana y que la situación de la Faro no es única en esta ciudad; pero al desinterés mostrado hasta hoy por la cultura se suma la falta de recursos para atender la promoción, la difusión y el impulso artístico.

La Secretaría de Desarrollo Social anunció un nuevo ajuste programático en el gasto corriente y la inversión que amenaza con ahogar proyectos y cancelar la posibilidad de llevar al cabo otros, limitando la equidad en la participación de los ciudadanos que podrían optar, o ya lo hacen, por el quehacer cultural en la capital del país.