VIERNES Ť 25 Ť MAYO Ť 2001

Ť Alberto Dallal

Gabriela Medina abre las puertas

Ahora con su Compañía de Danza Producciones La Manga, Gabriela Medina, en pleno dominio de sus facultades contestatarias (las auténticas: las que sacan de onda al espectador, lo hacen pensar, lo ''enfrentan'' a una obra de danza y no a otra cosa), ha ofrecido obras elocuentes de su manera de ser y de pensar, ha hecho danza con y para minusválidos, ha despertado la curiosidad y puesto en jaque la capacidad de los críticos, etcétera. Esto con interesantes proyectos ganadores, como el del Programa de Jóvenes Creadores 1998 y el de Residencias Artísticas en Canadá-Fonca 1999.

Recientemente ha ofrecido Medina un bien estructurado programa con varias de sus obras en la Sala Covarrubias (Con la puerta abierta). Un abrirnos los ojos como en Héroes públicos, gran crítica de la burocracia. En un ritmo que se convierte en espacio, música original de Joaquín López Chas, tres energéticos bailarines y la propia Medina describen cómo se efectúa la translación de los cuerpos y las almas a la intoxicación por el papel, la ociosidad e incluso el desclasamiento social: Medina nos invita a romper los esquemas y a creer en la danza mediante la crítica, la autocrítica y el feísmo, este último la otra cara de la moneda de nuestras inclinaciones enajenadas por siglos de persecución incontrolada de la belleza física (por otra parte, sólo característica de los esquemas de la ''cultura occidental").

Los cuerpos hacen danza (significan el espacio, aprovechan, inventan síncopes, actitudes, estructuran ideas) al crear imágenes que se clavan, literalmente, en el cerebro. Los cuerpos son reales e inmediatos; la técnica se halla inmersa en ellos; no tratan de gustar; expresan, son. ƑPor qué creemos que los medios electrónicos inventaron este sistema si la danza, la danza-danza, la danza original, todos los siglos del mundo lo ha logrado? Esos ''héroes públicos" son autodegradables, autodestructivos, autodenigrantes a la vista de todos. No hay afanes de discurso; hay evidencia

Por su parte, La vecina corresponde a un ejercicio de capacidad dancística: primero un solo y después un pas de deux en, sobre, dentro, alrededor de una tina de baño. Mariana Granados y un clown interpretado por Mario Alba nos revelan en complicados y atractivos movimientos que siempre, en las más íntimas situaciones, en nuestros actos más solitarios, nos hallamos expuestos (y así lo percibimos aun sin percatarnos) a las miradas de ''otros", de los demás, de aquellos personajes invisibles que llevamos en el alma o que, cercanos, se han propuesto vigilarnos. Recordatorio crítico de The tub, que Falco montó hace tiempo con todo y agua, La vecina es un alarde de danza contemporánea de calidad realizada en difíciles circunstancias ambientales, en un ''terreno" resbaloso por pequeño y concentrado, sobre un pedesta

En Había una vez, Medina nos ofrece un juego en dos tiempos o dos realidades superpuestas (auxiliada por un estupendo manejo de luces): en el escenario, con su propio cuerpo, y en un plano virtual en el que obliga a su solo a volverse dúo, nos indica, con varas-señaladores y luces rojas que siempre, en todas partes, la realidad se despeña ante nuestra vista con una danza gemela a cuestas, llena de sonidos, quejas, desplazamientos virtuales que nos hacen sufrir y que dramatizan nuestro ya de por sí dramático paso por la Tierra.

Con una desconsiderada y asimétrica serie de repeticiones y movimientos antibellos, antisolemnes, sí, antidanza habitual, Gabriela Medina hace pensar: fin, objetivo primordial de toda obra de arte que evite caer en las complacencias estéticas, técnicas, sociales en las que se parapetan los artistas bellos y virtuosos de esta época de imágenes ''de entretenimiento", enemigas de la auténtica sabiduría.