Los roqueros iluminaron la segunda jornada del Acapulco Fest 2001
JUAN JOSE OLIVARES ENVIADO
La presencia de los grupos El Gran Silencio, Plastilina Mosh, La Gusana Ciega y Elefante dieron luz la noche del lunes al segundo día del Acapulco Fest 2001, que agregó ya algunos grados caloríficos más al internacional puerto.
Y no es que la llamada Noche de Divas (con la presencia
de Rocío Durcal, Paquita la del Barrio y Eugenia León) o
la llamada noche de cumbias (con Los Angeles de Charly, Los Acosta, Tigrillos,
Dinorah y La Juventud), hayan dejado mal sabor de boca, sino que los roqueros
se entregaron plenos a la juventud costeña, que en recíproco
efecto estalló de jubilo por escuchar y sentir a sus artistas preferidos
y de a gratis. Cabe señalar que la entrada a los espectáculos
en el salón Teotihuacán cuesta 150 y en el escenario grupero,
90 pesos.
La histeria colectiva se iniciaba en la linda Playa Tamarindos,
donde se desencadenó una ola de enardecidos párvulos, que
gritaron, brincaron, lanzaron botellas (de plástico y vidrio) y
hasta bolsitas de arena, casi simultaneo al salón Teotihuacán,
lleno hasta el tope, donde rebotaron las demandas antimachistas de "me
estás oyendo inútil", de una gran Paquita que ofrendó
unas buenas rolas con su mariachi, al igual que Eugenia con su grupo,
y sin olvidar a la española Durcal, con una gran voz pulida de 64
años que parecen mucho menos, además de su buen acompañamiento.
Pero los guitarrazos eran más valiosos porque se desenvolvían en un entorno más popular, más de un Acapulco candente.
Entre botellas, bolsitas de arena y punchis-punchis
Elefante prendió la mecha con sus eufonías cercanas al mar, como las que recientemente ejecutó en el Festival Viña del Mar. Unas cuantas canciones bastaron para exacerbar la líbido que se respiraba de los preparatorianos (as) en su mayoría y prepararlos para enfocar su energía hacia el alarido que mostraron cuando La Gusana Ciega apareció en el proscenio. Es que además de la sensación de libertad, el potentísimo sonido entumecía los cuerpos sudorosos. Germán, Manuel, Jorge y Daniel, de La Gusana entregaban lo mejor de sí para agradar con rolas de los discos Merlina, Superbee, Correpondencia Interna y Lagusanaciega. Los acapulqueños agradecían todo.
Llegó el turno para Alejandro Rosso y Juan José González (Jonás), dícese Plastilina Mosh, quienes se refinaron sus mejores canciones para contactarse con la joven audiencia, calculada en unos tres mil asistentes que implosionaron con Niño bomba, Afroman, Human disco ball y Aquamosh, entre otras piezas, que hicieron articular sus cuerpecillos, bueno en el poco espacio que les quedaba porque la parte de la playa cercada y parte de la avenida Costera estaban hasta la madre.
Pero el clímax vino con los regios de El Gran Silencio y su chúntaro estilo para echar zapateado y mover caderita al más puro vallenatezco modo del acordeón de otro regiomontano macizo: Celso Piña.
Flamazos de rock chido mezclados con populachero sonido del norte activaron dínamos energéticos de la nueva generación guerrerense. Dormir soñando, Libres y locos canciones y más canciones que incitaban a que la gente volara en pedazos y necesitara sacar todo, incluidas como se menciona, hasta peligrosas botellas de vidrio que esquivaban Tony (guitarra) y Cano Hernández (voz), que les daban más pila para seguir emanando su licuado de hip hop, polka, vallenato y rock, puro rock cachondeado con el acordeonazo de Isaac Valdez. En tanto, Julián Villarreal masticaba la arena (de las bolsitas voladoras) y Ezequiel seguía golpeando con coraje su batería.
Lo que no fue no será, un retiro y un encore a petición de los costeños, era la noche roquera que salvó el día del festival. Aunque el recorrido del reventón del día no finiquitó en el rock, sino en la pari o sea la party (fiesta) que se organizó para los periodistas que cubren el evento. El punchis-punchis se apoderaba de las mentes que promueven el Acapulco Fest 2001 en toda la República Mexicana, hasta la antesala del otro día. Vampirazo casi casi.