miercoles Ť 23 Ť mayo Ť 2001
Luis Linares Zapata
Una operación exitosa
La absorción de Banamex por el Citicorp fue una destilada operación al más puro estilo del neoliberalismo globalizador donde ganaron los de siempre: los señores del gran capital nacional y el trasnacionalizado con sede en Nueva York. Aquéllos porque reciben cuatro veces lo invertido hace unos años y que no perdieron gracias a las ventajosas como oscuras maniobras con el gobierno (Fobaproa-IPAB) que les han inyectado entre 8 o 10 mmdp anuales para levantar sus utilidades. Los últimos porque con 12.5 mmdd garantizan el acceso y hasta control sobre varios mercados estratégicos: el interno de México, pero sobre todo el ambicionado de los hispanos (60 por ciento de origen mexicano) en Estados Unidos al tiempo que prestan sus servicios a las compañías con extensiones en Latinoamérica para lo que muchos de sus productos están diseñados. Todo ello les permitirá sostener y agrandar su influencia y dominación global de territorios que consideran, y al parecer son, como propios. Los demás, incluidos muchos empresarios y banqueros competidores o simples ciudadanos, engrosarán las filas de los perdedores. Y esto a pesar del ruido que esparcen algunos de los propagandistas de tal maniobra, quienes, alborozados, alegan que también el consumidor mexicano saldrá beneficiado por la baja en los intereses que tal compra traerá aparejada. Sostienen que este nuevo banco, resultante de la megafusión, tendrá acceso a dinero de bajo costo al fondearse en dólares, pues en Estados Unidos pagan menores tasas que las vigentes aquí. Si tal aseveración fuera consecuente y cierta, cualquiera de los bancos con matrices extranjeras, europeas o norteamericanas ya lo hubieran hecho desde que llegaron a este subordinado país. En específico el Citibank, que se estableció desde los años veinte y siempre ha ido de la mano de sus contrapartes nacionales y nunca por debajo de los altos réditos del dinero que aqueja a esta economía.
Una vertiente interesante, por sus repercusiones en el cuerpo social, la forman los sentimientos encontrados que la operación induce, tal y como el mismo Roberto Hernández reconoce, para explorar, sin fobias previas (por lo demás inevitables como puro y canino reflejo condicionado de pasados episodios, donde siempre hay gananciosos y pagadores), en un esterilizado análisis de tal suceso que empequeñeció, por sus propios merecimientos, a la presentación en público del primer reporte a la nación (en realidad ante ciertos comunicadores) del presidente Fox y que amenaza en ser rebajado, éste sí, de semestral a trimestral.
El Banco Nacional de México no es cualquier empresa financiera y menos un changarro sin trascendencia en el mercado. El impacto de su traslado al Citicorp está, con el paso de los días, penetrando en el imaginario colectivo y sus consecuencias serán, sin duda, de seria consideración para los actores, en especial los banqueros y en general para el empresariado, específicamente para aquéllos que se han hecho de organizaciones privatizadas. Pero las ramificaciones, que ya se pueden vislumbrar para las autoridades del actual gobierno, pueden convertirse en rasgos definitorios del rumbo o las intenciones que condicionen su perfil futuro. Similares criterios aplicarán los electores a los partidos que no den la pelea por la limpieza y la transparencia que se exigen en este tipo de transacciones relevantes.
La soberanía juega un papel que no se puede soslayar con argumentos simplones de modernidad, según el criterio en boga. Pero también la capacidad, calidad y arrojo de los hombres y mujeres de empresa que abandonan el mercado al primer postor simplemente porque les ofrecen una compensación agradable está siendo revisado con crudeza. Tal parece que las empresas basadas u operadas por mexicanos no pueden ganar o sostenerse en los mercados externos, en este particular caso el formado por los millones de compatriotas, factibles depositantes, que se ganan su ración de vida en Estados Unidos.
Banamex es el producto del esfuerzo de muchos y durante todo un siglo hasta que cayó en manos de aquéllos (en realidad temporaleros) que dijeron lo rescata-rían de esas otras ineficientes del gobierno o, mejor dicho, del grupo de burócratas encumbrados que lo habían expropiado. Lo cierto es que, si no acabó intervenido por las autoridades que provocaron la crisis de 95 y manosearon a discreción los recursos públicos comprometidos en el Fobaproa, hoy IPAB, los accionistas hubieran visto diluido todo su capital debido al cúmulo de operaciones irregulares que la cartera vencida, y casi incobrable, contenía. Los más de 60 mmdp de cartera adquiridos de Banamex por el Fobaproa, al venderse han recibido enorme castigo, pues han recuperado, si bien va, 10 o 15 centavos de cada peso, a pesar de haberse comprado, de manera por demás privilegiada, al 70 por ciento.
Los nuevos tiempos de la transición penden, en su apreciación, de estas llamadas "exitosas operaciones" como la de Banamex y Citicorp cuando ellas navegan sobre un mar de incógnitas, turbiedades, ocultamientos y dependencias. Ojalá y la presión sobre las autoridades para que informen con detalle y verdad sobre lo anunciado no cese, a pesar de la graciosa declinación del secretario Gil.