miercoles Ť 23 Ť mayo Ť 2001

Arnoldo Kraus

Sufrimiento: otra mirada

El sufrimiento es un fenómeno que abarca múltiples escenarios y que no se restringe al lenguaje médico o al de enfermedad. Es una suerte de travesía humana que cuando se separa de motes y temores religiosos revela incontables rostros, algunos conocidos, la mayoría inimaginables. Es, asimismo, una vivencia intransferible, dolorosa, que horada las vías celulares y dobla los huesos. Cuando penetra el alma, las querellas adquieren otros rostros. Depresión, melancolía, ansiedad e incertidumbre son términos afines que pretenden traducir algunos de los significados del sufrimiento. Para unos, su presencia es cotidianidad; para otros, es un fenómeno aislado. Lo innegable es que "siempre" está.

Medir el sufrimiento, desde el diván, por medio del estetoscopio, la amistad o la paternidad, ofrece una aproximación de sus huellas y sus caras, pero nunca el cuerpo completo. Ni la ciencia ni la religión ni el amor han diseñado algún instrumento para medirlo. En muchos sentidos es una vivencia personal.

El sufrimiento es impalpable y abigarrado. Sólo quien lo vive conoce sus caminos, sus virtudes, sus quiebras. Algunos, al experimentarlo, resultan fortalecidos, encontrados. Otros, al padecer, miran hacia sus adentros con más profundidad, con más intensidad. A partir de estos "paseos internos" muchos encuentran que la vida deviene infinitas posibilidades. Cuando se sufre, suelen descubrirse algunas caras escondidas de la propia persona. Hay a quienes el sufrimiento los vence, los mata, los aniquila o los orilla a la inacción.

El "cuánto y cómo", términos en boga en la ciencia médica, pierden sentido cuando se analiza este fenómeno. Sería "idóneo" que existiesen escalas para medirlo. Con ellas se podría orientar "o recetar" al individuo. Pero, la realidad es que ese tipo de instrumentos nunca existirá. Por ende, una vía para desmenuzarlo, e incluso aproximarse a su tratamiento, podría partir a través de los legados literarios, las figuras del arte, o las escenas del teatro o del cine. Y no sólo eso, pues, lo inverso también es cierto: a partir del dolor, mucho se ha creado.

El sufrimiento, al igual que la experiencia, es intransferible. Esta aseveración es correcta, no por la naturaleza de los fenómenos, sino por la naturaleza del ser. Si uno mismo en repetidas ocasiones es otro o, al menos, distinto, Ƒcómo compartir "con exactitud" lo vivido, cómo expresar lo que siente el cuerpo, el alma? Por eso, las mermas físicas, pero sobre todo las morales, son materia personal. Aunque el psicoanálisis o la filosofía se han dedicado a descifrar este entramado, con frecuencia fracasan. Lo mismo sucede con la ciencia médica: no basta. Las autopsias de quien muere por sufrir son yermas, vacías, no diagnósticas. Esas células, en el microscopio, están demasiado muertas, demasiado secas: el desmembramiento de la arquitectura molecular no traduce el desgaje del alma. El diagnóstico final de quien fenece por sufrimiento es "sin diagnóstico". El reto, para la medicina contemporánea o incluso para la amistad, consiste en interpretar lo que cada persona denomina "su sufrimiento", y después de entenderlo, penetrar en sus rincones e intentar cambiarlos.

El sufrimiento recuerda al humano su vulnerabilidad. Vivifica la noción de la esperanza y descubre infinitos caminos. O destruye. Hay quienes mueren por sufrir y hay quienes viven por haber sufrido. Quizá su significado íntimo y su utilidad --que sin duda la tiene-- dependa, sobre todo, de las modificaciones que se puedan imprimir a la vida a partir de esas experiencias. Es bien sabido que unos mueren por nada y otros viven a pesar de todo.

Nunca será posible trazar todos los planos del sufrimiento. Cada persona está constituida por demasiadas avenidas, por incontables calles y por infinitos callejones. De nada servirán el conocimiento genómico ni las "ciencias duras" para lidiar con ese tipo de dolor. Habrá que seguir hurgando en la piel de la persona y en el arte.

En La Plaga, Albert Camus escribió: "Doctor, Ƒquién te enseñó todo esto?". La respuesta llegó pronto: "El sufrimiento". ƑQué quiso decir Camus? Seguramente lo mismo que Herodoto, quien afirmaba: "mis sufrimientos han sido mis lecciones". Las tesis propuestas por ambos pensadores son inquietantes: a partir de las mermas y de las pérdidas, la visión de la vida, del tiempo y del ser humano pueden modificarse.