Ť Curtido por la derrotas y el güisqui, el músico-poeta realiza una visita oficial a México
Estamos muy alejados de lo que puede ser la vida, considera Aute
Ť A punto de cumplir 33 años como cantante, Luis Eduardo se muestra más maduro, más compositor
ERNESTO MARQUEZ / I ESPECIAL
Más curtido por las derrotas, los años y el güisqui, Luis Eduardo Aute nos visita en plan oficial. Y no por llevar 33 años batallando en esto de la canción se piense en un Aute agotado. No, este Aute, aunque modelo 43, sigue teniendo la frescura de un adolescente y la inteligencia de un druida. Trae además una valija cargada de canciones con las que armoniza los grandes temas de la vida con las cicatrices propias de antiguos lances amorosos y preocupaciones sociales.
Nacido en Filipinas, pero afincado en Madrid desde mediados de los años 50, Luis Eduardo ha desarrollado, entre otras, una intensa actividad artística tan multifacética e interesante como su propia personalidad. Pintor, cineasta y poeta es también el intimista, esteticista, existencialista e impúdico ser que encontró en la música un lenguaje muy propio para decir ciertas cosas.
Empezó como guitarrista de Los Sonors, Los Tigres y Los Pekinekes. Después se habilitó como compositor de canciones para otros. Ahora es un destacado músico-poeta-paisajista-del-alma que no deja de asombrarnos. Tan sólo hay que ver y escuchar sus últimos trabajos, donde combina poemigas con pintura, dibujo y "música visual", para darnos una idea de las rutas diversas que ha tomado este hombre.
El Aute del futuro, hoy
Ciertamente este Aute no es el de Aleluya y mucho menos el de Rosas en el mar. Este Aute es el del futuro. Mucho más intuitivo e ingenioso que cuando lanzó sus 24 canciones breves o aquella trilogía de Canciones de amor y muerte, con las que su trayectoria empezó a vislumbrarse clara y definida.
Desde luego que sigue pegado al taburete y aferrado a sus viejos demonios, pero con el advenimiento de nuevas técnicas y su utilización para fines artísticos se le nota muy fascinado con toda esa gama de posibilidades. El filme de animación Un perro llamado dolor (El artista y su modelo), en el que rinde homenaje a sus pintores favoritos, es junto con su gira latinoamericana ?que toca las ciudades de Monterrey, Puebla y Distrito Federal? lo que más le tiene encendido por el momento.
Estamos pues ante un artista maduro, más compositor y, sobre todo, más músico. Su lírica, además de estar imbuida por personajes y tendencias muy variadas, se alimenta de las observaciones a las cosas cotidianas y de las reflexiones sobre el hombre y sus aspiraciones. "Nos preocupamos más por el bienestar que por el bien ser", asegura Aute en entrevista exclusiva con La Jornada.
"Vivimos la cultura del "des": desencanto, desilusión, desengaño..."; nos dice de entrada este renacentista del siglo XX, quien con su voz pausada y mirada tierna manifiesta un desánimo por el mundo actual y una gran desconfianza por la sociedad contemporánea.
"Creo que estamos muy alejados de lo que puede ser la vida. Andamos preocupados por el traje que llevamos y totalmente despreocupados por lo que va adentro del traje. Estamos como en el camino equivocado. Ahora, el tener esperanzas... creo que el hombre en algún momento mantiene eso como un mecanismo de defensa para repeler o defenderse de sus propios errores. Pero creo que el propio monstruo se devorará a sí mismo y renacerá de nueva cuenta para marcar la historia que puede ser la misma".
-En este 2001 se cumplen 35 años de tus inicios en el mundo de la canción, ¿qué ha pasado durante todo este tiempo?
-¡Son 33! Tengo un poco la sensación de estar como al principio, de que han pasado muchas cosas y al mismo tiempo que no ha pasado nada sustancioso en cuanto al hecho artístico... Creo que estamos en las mismas horas que hace 33 años, pero con menos tiempos de vida.
-¿Que ves si echas una mirada hacia atrás?
-Intento mirar lo menos posible atrás porque soy poco amigo del pasado, además tengo muy mala memoria y cada día peor, entonces no me apetece revisar ni lo bueno ni lo malo sino lo por hacer. En el transcurso de este tiempo han pasado cosas buenas, cosas malas. En ese sentido el balance es bueno porque, creo, me queda alguna capacidad de asombro y sigo teniendo ganas de pelear, en el sentido de trabajar, de creer en mi trabajo, en que vale la pena hacer las cosas bien y ser, dentro de lo posible, lo más coherente con uno mismo, creo en eso, con más esceptismo que antes.
-Coherente ¿no te molestaba la ambigüedad del término?
-La coherencia depende de quien la ejerza. Hay gente que se dice ser coherente porque se acomodan en una serie de ideas que asumen como verdades irreversibles. Cada vez temo a esas seguridades. Considero coherente lo que es simplemente normal: el ejercer el sentido común. Hoy en día están ocurriendo auténticas barbaridades que son coherentes como aquello de manipular genes y clonar animales. Para el desarrollo de la ciencia eso puede ser coherente, pero para muchos no tiene sentido común.
-¿Libertad, belleza y justicia significa lo mismo que hace 33 años?
-Creo que esencialmente sí, porque esos conceptos son invariables aunque, evidentemente hoy vivamos una suerte de enmascaramientos tanto en lo político como en lo social. Estamos en una especie de sociedad donde los rostros no se ven sino las máscaras de los reacomodos, de los que ejercen su poder sobre otros.
-¿Cómo se logra arrancar de esos rostros las máscaras?
-Es un tanto difícil ¿no? Quitas una y aparece otra y otra...
-Ahora se dice que no hay censura sin embargo se practica, de manera sutil. Tú fuiste víctima, ¿ahora cómo te va?
-Bueno, pues uno va buscando las formas para poder expresarse contra corriente. Poner en práctica una manera de escribir con la cual se digan cosas directas simuladas con metáforas o circunloquios, aprendidos de las experiencias anteriores. Porque debo decirte que estas formas de defensa o de estrategias son emanadas de lo que se nos dijo no hacer. Las mejores lecciones siempre vienen de las cosas más terribles.