Ť Familiares de la pintora reclaman una ''fortuna inexistente''
La rebatiña por la herencia de Varo, desde hace 38 años
Ť La sobrina de la española, declarada albacea de la sucesión de bienes, ''está actuando mal'', dijo en una ocasión el viudo Gruen
MERRY MAC MASTERS
La historia de la lucha por la herencia de la pintora española Remedios Varo Uranga (1908-1963) no es nueva.
Cuando la pintora murió, en 1963, el hermano de ella, Rodrigo, exigió al viudo Walter Gruen un pago en dólares, un cuadro y un juego en plata para su hija Beatriz que se casaba.
A 38 años de distancia, Beatriz Varo Jiménez, sobrina de la pintora, acaba de ser declarada por el juzgado décimo tercero de lo familiar del Distrito Federal como "única y universal heredera y albacea de la sucesión de bienes". La familiar reclama, además de la herencia que pasó a la beneficiencia pública en 1999, el acervo de 38 obras que se encuentra en el Museo de Arte Moderno en calidad de comodato. Con anterioridad, de acuerdo con Walter Gruen, último compañero sentimental y principal impulsor de Varo, se había realizado un reclamo de herencia, aunque "realmente no hay fotunas".
Hace un par de años, con motivo de la primera gran retrospectiva de la pintora en Estados Unidos, La Jornada le preguntó a Gruen sobre la búsqueda de herederos de Varo en España. Después de llamarles "cazafortunas", Gruen dijo: "Quieren recoger fortunas que no existen, porque Remedios antes era sumamente pobre. De las obras que hizo, una parte las regaló, están dedicados, se ve perfectamente que están regalados, y otros los vendió muy barato. Como era una mujer muy independiente no quería que la mantuvieran. Insistía en participar en los gastos del matrimonio. Entonces, realmente no hay fortunas".
En ocasión de aquella entrevista, Gruen había dicho: "Esta sobrina, a mi modo de ver, está actuando muy mal. Al morir Remedios, en 1963, su hermano (Rodrigo) exigió una herencia de una hermana a la que nunca apoyó. Me exigió un pago en dólares, un cuadro y un juego de plata para su hija que se casaba. Yo, al pie de la letra, para evitar el bochorno de un pleito judicial, recogí el último óleo, Naturaleza muerta resucitando, el dinero exigido y el juego de plata, y los entregué a la mamá de Remedios que todavía vivía. Con esto consideraba que la herencia estaba más que cumplida. El cuadro en cuestión lo vendió la sobrina después de la exposición, aquí (en el Museo de Arte Moderno), en 1994, cuando, claro, por el éxito que tenía subió el precio. Lo subastó en Sotheby's en 550 mil dólares. Creo que es una herencia más que importante".
Hace año y medio, en noviembre de 1999, Walter Gruen y su actual esposa, Alexandra, dieron las 38 obras de Varo un comodato al Instituto Nacional de Bellas Artes, para ser exhibidas en el MAM.
Teresa del Conde, entonces directora del museo, dijo en entrevista que a lo largo de los tres años que tardó en concretarse el acuerdo, en el cual participó, junto con Norma Rojas, del jurídico del INBA, "nunca se percató de algún problema legal".
La investigadora dijo saber que "ya había antes un problema entre Beatriz y Walter", pero que éste se había resuelto.
Se sigue esperando que se manifieste al respecto Walter Gruen, o en su defecto, su abogado.
Sin dinero ni trabajo
Varo, nacida en Anglés, un pueblo al norte de Barcelona, llegó a la ciudad de México a finales de 1941 en calidad de exiliada política. Fue una de los más de 15 mil refugiados españoles acogidos por México.
Varo arribó al país sin dinero ni trabajo. A fin de sobrevivir, Remedios hizo de todo. Luego Varo viajó a Venezuela por dos años. De vuelta a México en 1949, el país le ofrecería "una seguridad emocional y financiera en la persona de su último marido, Walter Gruen", escribe Janet Kaplan en el libro Viajes inesperados.
Gruen, un exiliado austriaco, quien había sido encarcelado en campos de concentración alemanes y franceses, "creía ferozmente en Varo y se encargó de actuar como un amortiguador entre ella y el mundo".
El apoyo de Gruen fue determinante en su desarrollo artístico, al ofrecerle su primera oportunidad de liberarse de su trabajo comercial y dedicarse totalmente a su propia visión artística, afirma Kaplan.