Ť Hubo de todos los santos; desde el de Atocha hasta el enmascarado de Plata
El estadio más pequeño, la cantina más grande
Ť "Pony para presidente" y "Santos te quiero más que a mi vieja", entre las leyendas
MARLENE SANTOS A. ENVIADA
Torreon, Coah., 20 de mayo. La fiesta en la Comarca Lagunera adquirió mil matices. La alegría primero fue tímida, pero al filo de las 19:00 horas se desbordó sin freno.
Desde temprano, toda la expectación se centró en el evento del día: el partido Santos-Pachuca, y mientras los más afortunados se encaminaron al estadio, la mayoría se plantó con igual ilusión frente a los televisores.
En el coso, las tribunas de sol quedaron abarrotadas cinco horas antes. Ahí no había ley seca, por lo que el estadio más pequeño del país hoy fue la cantina más grande del mundo.
Las cervezas ?marca Corona, por supuesto? circularon a ríos y antes del pitazo inicial ya muchos aficionados transpiraban la etílica bebida que a muchos salvó de una segura deshidratación debido al intenso calor.
El público de La Laguna hoy más que nunca coreó a sus consentidos; al chileno Rodrigo Pony Ruiz y a Jared Borgetti, y como ídolo emergente apareció Mariano Trujillo, quien dio un pase para gol y anotó el segundo, al aprovechar que el rival se preocupaba demasiado en anular a las dos figuras del equipo.
Sin embargo, nadie destrona al chileno. Porque aquí ya es clásico el grito de "¡Pony-Pony!", quizá por eso el diminuto jugador, con el título en la bolsa, tardó en salir de su ensueño. Tras el silbatazo final rechazó grabadoras y cámaras. Sus ojos claros miraban extasiados a la gente que lo aclamaba como a ninguno.
Esta vez no lloró Quirarte, sin embargo; el Pony no pudo contener las lágrimas y una de sus hijas se abrió paso para llegar hasta él y fortalecerlo.
Quirarte iba de brazos en brazos, felicitaba a sus jugadores y recibía palmadas. Se estrenó como campeón y estaba feliz por haber vencido en estas tierras cálidas y arenosas, como todo un Sheriff del viejo oeste.
Consagración de Borgetti
Ni que decir de Jared, quien se consagró como los grandes: máximo romperredes en el torneo regular y ahora en liguillas. Pronto obsequió su playera y orgulloso mostró la imagen de La Guadalupana. A pesar de lo importante de este logro y de la intensa felicidad del momento, dijo que aún no apagará las veladoras sino hasta que nazca su primogénita.
El canto de "¡Oeee-oeee-oee Santos Santos!", enmarcó la entrega del trofeo. Egoísta, Borgetti se lo apropió a la hora de dar la vuelta olímpica, aunque no faltó quien lo desarmara a medio camino.
La celebración continuó en la intimidad del vestidor del que Quirarte salió hecho una sopa luego del clásico baño de los campeones.
Los Tuzos salieron a recibir sus medallas y trofeos de subcampeones con el rostro desencajado. Cesáreo Victorino soltó el llanto en forma dramática e inconsolable y hasta optó por taparse el rostro al estilo del Fantasma Figueroa para no ser fotografiado, y unos brazos fraternos lo guiaron en su ciego camino.
La afición local aplaudió con generosidad a los visitantes y los aclamó con el grito de "¡Tuzos-Tuzos!".
La principal avenida a la salida del estadio fue una procesión de automovilistas alocados al máximo. Se escucharon muchos claxons con el pitido que simula el mujido de una vaca, como para recordar el producto número uno de la región.
Había toda clase de letreros en los parabrisas, desde el "Pony para Presidente" hasta el "Santos, te quiero más que a mi vieja".
Y hablando de las damas, éstas no se quedaron al margen, ya que salieron a la calle con sus hijos pequeños para ver el paso del autobús verde.
Ingeniosos en grado sumo, no necesitaron ni banderín ni espuma artificial ni cornetas, pues a muchos les bastó un bote de plástico vacío, de esos de pintura de 19 litros, que convirtieron en sonoros tambores.
Era tan conmovedor el cuadro, que el vehículo de los jugadores detuvo su marcha frente al grupo más numeroso. Los rostros felices del plantel asomaban por las ventanillas, se saludaban de mano y se lanzaban besos al aire antes de continuar su camino.
Aquí cupieron toda clase de Santos. Mientras algunas mujeres cargaban imágenes del Santo Niño de Atocha, un grupo de chavos, adolescentes y ya mayorcitos optó por las máscaras plateadas, como la del legendario ídolo, el legendario Santo.
El autobús llegó con apuros al hotel que en las últimas semanas fue su refugio y donde los esperaban sus familiares para continuar los festejos en forma privada.
La procesión de autos mostró placas de Durango, Nuevo León, Coahuila, Sinaloa y hasta Zacatecas; en suma, el norte del país se sintió representado por este equipo, mientras los Tuzos se tuvieron que conformar con el segundo lugar y sus aficionados emprendieron un triste retorno a la cuna del futbol mexicano.