Emigración alarmante en 34 de sus 57 municipios
Zacatecas se despuebla
ALFREDO VALADEZ RODRIGUEZ CORRESPONSAL
Zacatecas, Zac., 8 de mayo. Con origen en la "cultura migratoria bracera", que según investigadores universitarios es casi ya centenaria, aunada a una política gubernamental errática en materia económica, agropecuaria y educativa, cientos de comunidades rurales de Zacatecas padecen un severo despoblamiento que las mantiene al borde de la desaparición demográfica.
La emigración ha obligado a las autoridades educativas del estado a cerrar escuelas primarias y secundarias en varias comunidades rurales. Apolonio Castillo Ferreira, secretario de Educación local, informa a La Jornada que en los municipios Jalpa, Tlaltenango, Monte Escobedo y Valparaíso es donde más colegios se han cerrado o se ha reducido el número de maestros, porque la deserción escolar ha alcanzado índices dramáticos.
Según el Censo de Población y de Vivienda realizado en 2000 por el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), Zacatecas es el principal expulsor de migrantes fuera del país, con índices de 5 por ciento anual de su población contra 1.7 por ciento del promedio nacional. La dependencia federal contabilizó en la entidad 4 mil 700 comunidades dispersas con menos de 500 habitantes.
Para Carlos Lozano de la Torre, secretario de Desarrollo Económico del estado, la migración histórica puede "medirse" con un dato duro: si en Zacatecas se hubieran creado las condiciones para la generación de empleos y la inversión productiva que durante décadas apoyó el gobierno federal en la región del Bajío, la entidad tendría ahora 4.5 millones de habitantes y no el millón 350 mil actuales.
Rodolfo García Zamora y Miguel Moctezuma Longoria, investigadores de la Universidad Autónoma de Zacatecas, informaron que 34 de los 57 municipios del estado, incluida la capital, sufren desde hace una década, según ese centro de estudios, de un constante despoblamiento "que los mantiene con una demografía deficitaria, sólo similar a la que ocurre en países desarrollados de Europa, pero con la diferencia de que en Zacatecas existe una economía de quinta".
De acuerdo con los especialistas en economía y migración, de 1990 a 2000, 300 mil zacatecanos emigraron a Estados Unidos. Se estima que en el vecino país viven un millón 200 mil zacatecanos, concentrados principalmente en Illinois, California, Texas, Nuevo México, Arizona, Colorado y Carolina del Sur.
Pero el principal problema, coinciden investigadores y académicos, es el cambio radical que ha experimentado la cultura migratoria. Mientras hace algunos años se iban principalmente hombres a Estados Unidos, y de manera temporal, actualmente lo hacen mujeres. Incluso se están yendo familias enteras que, además, ya no regresan.
Valparaíso y sus desolados pueblos
Al pie de la sierra de Zacatecas, ya entrada la primavera, todavía hace un frío congelador al amanecer. La cabecera municipal de Valparaíso, ubicada 170 kilómetros al sureste de la capital del estado, se quedó atrás, y la carretera pavimentada terminó en la otrora afamada hacienda ganadera de San Mateo, donde fueron criados los primeros toros de lidia del país, con animales traídos de Miura, España.
Ahí, barriendo una terregosa calle ?el polvoso frente de su casa?, se esmeraba afanosa a sus 92 años de edad la señora María de la Luz Rojas Arias. Su marido Jesús Blanco Soto, comentó orgullosa, anduvo en la Guerra Cristera; murió hace 15 años, desde entonces vive sola.
Sus siete hijos y 24 nietos viven en Chicago. Todos se fueron en los 70 y 80. Desde hace cuatro años ya no vienen a México, ni siquiera en diciembre, fecha común para el retorno de los paisanos en esta región. "Ahí están sus casas solas", señala. Sobrevive con los dólares que le mandan, "unos poquitos", dice, que le han permitido mantenerse sin hambre.
Cuarenta minutos al noreste de San Mateo, por un camino de terracería, (como son los caminos de esta región), se encuentra otra comunidad que se está quedando sin habitantes: La Calera, donde la primera construcción de adobe en el lugar es el salón ejidal General Francisco Villa, que sólo opera para las reuniones del PRI. Aquí, Leopoldo Piña Rodríguez, de 47 años, atribuyó la acelerada migración de los últimos meses a la falta de trabajo en la región.
Refiere que como indocumentado, dos veces ha pasado en la cajuela de un carro, y otra más cruzando por el río Bravo a Laredo, Texas. "Allí pasamos 17 personas de noche, en una lancha que inflamos nosotros, a puro pulmón". Con lo ganado por trabajar en Estados Unidos logró comprar una camioneta y ahora mantiene a su esposa y tres hijos menores de 15 años. Su preocupación es que sus hijos Alejandro, Rodolfo y Alfredo Piña, de 14, 8 y 5 años, respectivamente, se sumen en el mediano plazo al imparable flujo migratorio.
Similar es el caso de Federico Vázquez, de 38 años. Con 15 años de ser un migrante indocumentado, quien confía en que este 2001 sea el último año que viaje a trabajar en Estados Unidos, debido ?presume? a lo que ha logrado allá: ha adquirido 200 hectáreas de agostadero para comprar ganado y criarlo. Todo, fruto de su trabajo y esfuerzo en restaurantes de la ciudad de Chicago.
Pero ese esfuerzo ha tenido un propósito para Federico Vázquez: que sus cuatro hijos "nunca se vayan a ir de mojados, es muy peligroso"; y narra experiencias vividas de las que "de milagro he salido vivo".
Caminando con dificultad por un camino de la comunidad, avanza con su bastón Doña Antonia Romero, de 84 años. En el vecino país viven sus dos únicos hijos, Pedro y Rosalina, radicados en Carolina del Sur. "Mis hijos me neceaban que me fuera para allá. Tengo muchas ganas de verlos, tienen seis años sin venir, sólo me mandan cartas. Dicen que tienen muchas ganas de venir, pero que está difícil".
Su hijo Pedro se fue pequeño, en 1957, por la sequía de ese año. Rosalina se fue después y allá procreó tres hijos. Los ojos se le ponen llorosos cuando se le pregunta qué piensa de que su comunidad se esté quedando sin habitantes. No responde y mejor aprovecha para quejarse por el alto costo que paga al camión rural una vez a la semana, que es cuando hay servicio, par ir a la cabecera municipal de Valparaíso: 88 pesos.
Cincuenta kilómetros al suroeste de La Calera, se ubica otra comunidad fantasma: Peña Blanca. Allí el señor Miguel Acevedo Bueno, ex ganadero, vive con su hermana Olga. Sus seis hijos viven en Estados Unidos. El nunca se fue de migrante, la poliomelitis que padeció en la infancia dejó secuelas en su cuerpo que en el vecino país le hubieran impedido conseguir un trabajo. De 120 reses que tuvo en su hato, ahora sólo conserva seis vacas. El precio del ganado anda como hace 10 años, se lamentó. Una vaca se la compran los intermediarios de ganado a ocho pesos el kilo; los becerros, "que son los buenos para vender" andan a 17 pesos.
"Todo subió, pero lo del campo se quedó ahí. Cómo es posible que para comprar una Coca-Cola necesite vender dos kilos de maíz, el maíz anda a 1.80 pesos el kilo, un refresco a 3.50 pesos". Por eso, dijo, hay muchos migrantes, con visa y sin ella, porque del campo uno ya no se mantiene. "Ayer se fue mi sobrino Marcelo Simental, de 15 años, de mojado. En cuanto llegan a los 15 años se van. Ahí está el caso de la Florida (otra comunidad), donde también ya está sola. De la sierra bajan y se van muchos".
En una región donde la distancia entre dos comunidades se mide en minutos u horas de camino, según se viaje en camioneta, camión o a caballo, una constante que se observa es desolación y una que otra liebre o correcaminos.
"Ya no pego en otra tierra"
Así está la terracería que conduce a La Florida, donde los pocos campesinos que quedan, aunque tienen pozo de riego, ya no labran la tierra, porque el campo se ha vuelto incosteable, comentó Manuel Bañuelos Vargas, abogado universitario oriundo de la región.
"Un niño ya crece con la mentalidad de irse en cuanto tenga 15 años y nada lo va a detener, porque la migración se ha convertido en una cultura. Pero además los costos de la producción agrícola han encarecido severamente y la actividad ya no es rentable. Aunque tengan pozo de riego, ya no lo utilizan por el alto precio de la electricidad".
Al abandonar La Florida, por un pedregoso camino, arreando cinco vacas caminaba Gavina Soto García, de 62 años. Apenada por platicar "con un extraño" (el reportero), la mujer narró que los cuatro hijos que procreó radican en Estados Unidos.
Cada año, dijo, va a verlos un par de meses y se regresa. Sobre la actividad que le ocupaba ?llevar a tomar agua a sus vacas en una noria ubicada a cuatro kilómetros?, relató que este trabajo "me ayuda para no tullirme". Pero no tiene más ganado porque dice, ya no hay dónde mantener a los animales, "ya no nos quiere llover".
"Mis hijos me dicen que a qué me vengo a México, que me quede con ellos, pero les digo que yo soy de aquí, aquí nací y aquí nacieron mis padres, tengo querencia y ya no pego en otra tierra". La Florida se está quedando sin habitantes, reconoce, pero acota sobre sus hijos: "Allá se vive mejor, al menos uno tiene qué comer".
A treinta minutos más de sinuoso camino, se llega a El Romerillo, una comunidad peculiar, donde casi 70 por ciento de sus habitantes han emigrado. Hace 20 años vivían allí 52 familias, hoy quedan 23 que literalmente se están desintegrando. Toda familia tiene un pariente en "el otro lado".
Sólo los ancianos están quedando. Es el caso del matrimonio de Amelia Vargas Gallegos y Francisco Bañuelos, quienes procrearon nueve hijos, de los cuales ocho trabajan en Chicago y uno, en la cabecera municipal de Valparaíso.
Tiempo falta para recorrer más comunidades fantasma
de Valparaíso, tres días de pesado recorrido son suficientes.
Quedan casos extremos por explorar, como la visita a la comunidad de El
Mezquitalillo, "donde sólo queda un habitante de alrededor de 80
personas que vivían en ese lugar", aseguró Delfino Blanco
Pasillas, investigador del fenómeno migratorio en ese municipio.