lunes Ť 21 Ť mayo Ť 2001
Samuel Schmidt
La apuesta del presidente Fox
La gran derrota del gobierno de Vicente Fox ha consistido justamente en lo que él cree su mayor éxito: la comunicación.
El gobierno ha puesto muchísimo énfasis en tratar de convencer a la sociedad de que sus decisiones son correctas y, sin embargo, sus índices de aceptación van en declive y esto es lo que más los preocupa.
El tema no parece ser que las decisiones no funcionan, sino que las encuestas reflejan un deterioro en la imagen presidencial. Es por eso que en su primer informe semestral el logro más importante mostrado fue recordarnos que ganó las elecciones.
Parte de la falla consiste en que Fox y su equipo parecen no entender que ya no están en campaña, aunque siempre existe la posibilidad de que haya caído en el mal común de los presidentes mexicanos, que enloquecen y no solamente se sienten --y son-- pequeños reyezuelos, lo que los lleva automáticamente a pensar en el próximo paso. Claro está que por su mente pasa la posibilidad de ser relegidos, ser nombrados alteza serenísima, Ƒy por qué no?, de perdida que los reconozcan en todo el mundo y que les den el Premio Nobel --de la paz, por supuesto aunque los quince minutos de Chiapas no hayan funcionado-- o que los nombren secretario general de la ONU. Al cabo que Kofi Annan ya no estará para cuando Fox deje la Presidencia.
La efectividad de las decisiones presidenciales es muy menor; sin embargo, el Presidente y su equipo parecen creer que lo importante es el mensaje y no el contenido de la acción. Por eso la apertura en Chiapas se manejó con gran despliegue publicitario que debería haber sepultado el disminuido manejo político, que no solamente no resolvió el conflicto, sino que puede proyectarlo a alturas inconvenientes e indeseables.
Esta podría ser la razón por la que Fox ha empezado a orientar sus acciones para los medios de comunicación --nacionales y extranjeros-- y está intensificando sus giras al exterior. La verdad es que con un secretario de Relaciones Exteriores efectivo las giras presidenciales están de más. El canciller es el vocero internacional de la nación y el Presidente debe aparecerse solamente para ratificar compromisos de Estado.
En el terreno de la política doméstica la apuesta ha fallado por los siguientes errores, que no pretenden ser una lista exhaustiva:
1) Su política económica fue diseñada por Carlos Salinas y ha demostrado su rotundo fracaso a lo largo de los años. Los efectos perversos de la política económica han sido denunciados en todos los tonos y hasta el Banco Mundial se ha distanciado de la misma, justamente por esos mismos efectos: básicamente el aumento de la pobreza.
2) Ya no es tan sencillo o fácil engañar a la sociedad. Ante la oferta del cambio, ésta espera que llegue verdaderamente y no con promesas de largo plazo. La corrupción se eliminará en 25 años, el crecimiento en tres y la creación de empleo vaya usted a saber cuándo. Es muy riesgoso recurrir al uso de la demagogia como instrumento de gobierno al igual que en las campañas electorales. Mientras durante la campaña hay cierta tolerancia, en los actos de gobierno hay mayores exigencias.
3) El recurso de disparar expectativas elevadas ha tenido un efecto búmeran. El gabinetazo, el reformón y el crecimiento de 7 por ciento son grandes lastres para un gobierno tan joven. La sociedad y los medios de comunicación están alertas y exigen cada vez con más frecuencia que se cumplan las promesas; mientras más exageradas son éstas, más fuerte es la exigencia para que se cumplan.
4) El esfuerzo por crear un gabinete presidencial de unidad nacional falló, en cambio se logró un equilibrio precario de fuerzas políticas que no representa ni la diversidad geográfica ni ideológica del país. Ni siquiera ha satisfecho las necesidades políticas del partido en el poder. El gabinete se ha convertido en un espacio de controversia tanto hacia adentro como hacia afuera, ha irritado a muchos sectores societarios y ha dado la impresión de que se carece de armonía, que falta dirección y que falló la cohesión interna. Hay secretarios que promueven sus agendas personales y éstas no necesariamente coinciden con las presidenciales, y los choques entre secretarios y funcionarias de alto nivel se han hecho públicos.
5) Se ha pensado que la saturación de los medios tan efectiva para vender gaseosas, resultaría efectiva para "vender" políticas, pero no es así. Movilizar e involucrar al gabinete para que defienda ciertas decisiones ha sido contraproducente, muchos han irritado a la sociedad con sus argumentos. A veces se puede controlar al mensajero, pero no su mensaje y esto ha contribuido a aumentar la irritación contra el Presidente.
Todas las decisiones políticas son apuestas y por eso mismo los gobiernos deben cuidarse mucho de las apuestas riesgosas, porque las pérdidas se acumulan. Una ganancia no compensa las pérdidas; la política no es un juego de suma cero donde se recupera lo perdido; a veces una gran derrota no se balancea con varios triunfos. Y ni a Fox ni al país les conviene seguir perdiendo.