DOMINGO Ť 20 Ť MAYO Ť 2001

MAR DE HISTORIAS

Dulce compañía

Ť Cristina Pacheco Ť

 

-ƑEstás dormido?

-No. ƑQuién es?

-Rita- Sonríe al escuchar el gruñido con que su padre le responde. -ƑQuieres que prenda la luz?

-Quiero que te vayas -responde malhumorado don José.

-Papá: soy yo la que debería estar enojada, Ƒno te parece?

El viejo no presta atención a las palabras de su hija. Se revuelve bajo la manta a cuadros, se incorpora y toma el despertador que está en el buró:

-Son las nueve-. Don José entrecierra los ojos: -ƑDe la mañana o de la noche?

-De la noche.

-ƑEs domingo?

-No, miércoles.

-Entonces, Ƒpor qué estás aquí? ƑSucedió algo?

Rita comprende que su padre está fingiendo:

-ƑDeveras no lo sabes? La señora Olivares me llamó. Dijo que hiciste una de las tuyas. Me citó a las cinco pero acabo de salir del laboratorio-. Al ver la sonrisa de su padre hace un gesto de reprobación. -Papá, Ƒno te das cuenta? Costó mucho trabajo que te aceptaran aquí. Imagínate si te expulsan.

-ƑEstás pensando en mí o en ustedes?- Don José abandona la cama. -No es día de visita. Vete. Ya es tarde.

-Le prometí a la señora Olivares que hablaría contigo. Está preocupadísima. Piensa que esta vez fue demasiado. Opina lo mismo.

-ƑTú qué sabes?

-Todo-. Rita se aproxima a su padre y le habla en voz baja: -Lo de la cucaracha fue una locura. ƑPor qué lo hiciste?

Don José suspira. Regresa al buró y se pone a darle cuerda al despertador. Rita se lo arrebata y lo asienta furiosa en el mueble.

-šDeja eso y contéstame!

-No lo entenderías.

-Lo que no entiendo es lo que hiciste-. Rita tiembla. -Me da horror, tengo miedo.

-ƑDe que me esté volviendo loco? Pierde cuidado.

-No es de gente normal presentarse en el comedor con una cucaracha en una caja y menos ponerse a platicar con ella- Rita se lleva las manos al pecho: -Por lo que más quieras, explícame.

Don José mira a su hija mientras aquilata si debe complacerla o no. Al fin habla con voz titubeante:

-ƑTe has dado cuenta de que ya empiezan a olvidárseme las cosas? Menos mal.

-šPapá, por favor! No cambies de tema.

-Antes presumía de mi buena memoria. La heredé de mi padre.

Ahora me alegra estar perdiéndola. Recordar es muy duro, sobre todo cuando no tienes con quién compartir los recuerdos.

-ƑA qué viene todo eso?

-Lo sabrías si vivieras aquí.

-ƑEstás a disgusto? Es de lo mejor... No será un palacio pero al menos no te falta nada y se ve limpio-. Rita se esfuerza para sonar optimista: -tiene su jardincito y su sala de música.

-La señora Olivares la abre los sábados por la tarde. Tiene muy buena acústica, lástima que sólo se escuchen los ronquidos de mis compañeros-. Don José hace un gesto despectivo: -No sé para qué se levantan, si duermen todo el tiempo, hasta en la mesa se quedan dormidos. Además, todo se les olvida.

-Papá, comprende: son ancianos. No todo el mundo es tan fuerte como tú -dice Rita con cierto orgullo.

-Ese es el problema: por eso me siento muy solo.

Rita pone la mano en el hombro de su padre:

-Perdona que sólo vengamos cada quince días, si por mi fuera...

Don José acaricia la mano de su hija y le sonríe con ternura:

-No lo dije por ustedes, sino por esto-. Don José mira en su derredor: -La señora Olivares nos engañó. Dijo que aquí tendría personas de mi edad con quienes platicar. ƑCómo, si siempre están dormidas? A veces pienso que en este asilo no hay nadie más que yo. Oigo mis pasos en los corredores, hablo con los sillones, con las mesas...

-ƑY las enfermeras? Se supone que una de sus obligaciones...

-šNada! Me chocan cuando me dicen "abuelito" o me hablan como si tuviera cinco años. Así, Ƒcómo voy a conversar con ellas?

-Muchas veces me dijiste que las cosas no pueden ser como uno quiere-. Rita consulta disimuladamente su reloj: -Como siempre, ya nos salimos del tema.

-No entiendes nada-. Don José se dirige a la puerta y la abre: -Se te hace tarde.

-ƑMe estás corriendo?

-No, pero me imagino que tienes prisa. Vete, tranquiliza a tu marido, dile que no hay peligro de que vuelvan a tenerme de arrimado en su casa.

-Eres injusto.

-ƑPorque digo la verdad?

-Leopoldo te quiere y te respeta. Lo sabes.

Con gesto de resignación, don José vuelve a cerrar la puerta y regresa a la cama. Permanece unos minutos en silencio, luego mira a su hija y le pregunta:

-ƑEs domingo?

Rita va a sentarse a su lado y adopta un tono maternal:

-No. Ya te lo dije. Es miércoles. Vine porque me mandó llamar la señorita Olivares para quejarse.

-šAh, sí, la cucaracha! Son animales sorprendentes. Leí un artículo... -Don José se levanta y se dirige al mueble atestado de revistas.

-Otro día me lo lees -sugiere Rita-. Dime, Ƒqué fue lo que sucedió con la cucaracha?

-La encontré, la metí en una cajita. ƑEso qué tiene de malo? Tú también manejas insectos en el laboratorio.

-Pero no los llevo al comedor ni platico con ellos.

-Tengo una mesita individual y allí puedo hacer lo que me dé la gana. Además, no la dejé suelta: la puse dentro de un vaso. Me animó verla subir y bajar. šQué maravilla de animales!

-ƑCómo se te ocurrió hacer eso?

-Me cansé de estar solo y callado.

-ƑY tus compañeros? Todos comen a la misma hora.

-ƑQué no oíste? Ya te dije que cuando no cabecean es porque están dormidos.

-ƑY por qué no te llevas al comedor una de tus revistas?

-Mi padre nos decía que no debe leerse mientras se come. Es de mala educación-. Don José inclina la cabeza y suelta una risita: -En cambio no está prohibido hablar con las cucarachas. Ellas están solas y yo también; las cucarachas repugnan porque son insectos y yo porque estoy viejo.

-Promete que no volverás a decir algo tan horrible-. Rita ve asentir a su padre. -Y también que no volverás a hacerlo.

El viejo sonríe para tranquilizarla y consulta otra vez su despertador:

-Ahora sí ya es muy tarde. Van a dar las diez. ƑTe pido un taxi?

-No. Leopoldo vino conmigo. Le pedí que no subiera. Quería que habláramos a solas-. Rita duda antes de continuar: -Papá, prométeme...

-ƑOtra vez?- Besa a Rita en la frente y la conduce hacia la puerta. -Te acompaño hasta el estacionamiento. No pongas esa cara: no pienso meterme al coche a escondidas ni correré detrás de ustedes. Los espero el domingo. Si no pueden venir, me llaman.

Don José ve alejarse a Rita rumbo al automóvil. Cuando desaparece mete la mano en el bolsillo de su pantalón, extrae una cajita blanca y se dispone a ir en busca de otra dulce compañía.