DOMINGO Ť 20 Ť MAYO Ť 2001
Ť Foro de La Jornada y Casa Lamm sobre la organización laboral de Alaska a Panamá
En aras del capital, los procesos productivos van de un lado a otro del mundo, coinciden expertos
Ť La flexibilización del trabajo ha puesto "ruedas" a las fábricas, en busca de ventajas
MARIA RIVERA
Los trabajadores de América del Norte deberán encontrar formas de organización que les permitan hacer frente a la movilidad del capital industrial en el área, explicaron los analistas convocados por La Jornada y Casa Lamm para analizar la organización laboral de Alaska a Panamá. Adolfo Gilly, Héctor de la Cueva y Andrés Barreda coincidieron en que la flexibilización del trabajo ha puesto "ruedas" a las fábricas, permitiendo el desplazamiento de los procesos de producción de un lugar a otro del mundo, en busca de salarios más bajos y legislaciones laborales más laxas.
En esa especie de subasta a la baja, señalaron, los acuerdos de libre comercio han cumplido el papel de mecanismos de chantaje no sólo para que los trabajadores de los países desarrollados -en este caso Estados Unidos y Canadá- acepten disminuir sus condiciones de vida, sino para enfrentar a los de los países pobres. Siempre habrá un nicaragüense -con una renta per capita de 400 dólares anuales, la más baja del continente- que acepte condiciones salariales menores que un mexicano -con una renta de 8 mil 500-, ejemplificaron.
La ofensiva neoliberal uniformó hacia abajo la situación del proletariado, sumiendo de paso al sindicalismo en una gran crisis. Sin embargo, señalaron, en los últimos años se está produciendo la recomposición sindical internacional, a partir de la alianzas con fuerzas sociales más amplias.
Por su parte la socióloga Ana de Ita, asesora de organizaciones campesinas, explicó la forma en que el TLC ha reducido los ingresos de los campesinos y pequeños agricultores de los países integrantes del tratado a favor de los intereses de las grandes empresas trasnacionales que controlan la producción y el mercado de productos agrícolas, y que tratan de imponer una agricultura industrializada, con grandes insumos químicos, que requiere mucho capital y poca fuerza de trabajo.
Lo que se pretende hacer con el TLC, el Plan Puebla-Panamá, y en un futuro con el Area de Libre Comercio para las Américas (ALCA), afirmó Adolfo Gilly, es una zona unificada de circulación de mercancías, no de la fuerza de trabajo. De esa manera, un capital unificado puede jugar con los diferentes niveles de vida y presionar a los obreros canadienses y estadunidenses con lo poco que se paga en Latinoamérica. Todos estos acuerdos comerciales lo que pretenden es "unificar los dominios del capital y fragmentar los del trabajo", sintetizó.
El analista político también mencionó que la actual clase dirigente de los países latinoamericanos "es bilingüe". No sólo habla sino que piensa en inglés y español. "Ese grupo dirigente ya no es de aquí ni es de allá, están por encima de todo, así que mejor olvidémonos de que nos van a defender ante un capital internacional enloquecido e inhumano, entre nosotros hay que buscar la forma de enfrentarlo", advirtió. Sugirió elaborar una carta norteamericana de derechos del trabajo y dejar atrás las trampas de las viejas líneas de defensa sindical, así como las antiguas concepciones nacionales, para usar esta nueva territorialidad a favor de los derechos laborales. "El capital sí se une, ahí tenemos el caso de Banamex -ejemplificó-. ƑPor qué los trabajadores no?"
Andrés Barreda dijo que el capital mundial es suficientemente brutal como para resucitar fuerzas que se creían muertas, como el proletariado. Aunque la clase obrera de los países desarrollados sigue en la borrachera consumista, indicó, la globalización la está haciendo perder privilegios a pasos agigantados. Los trabajadores estadunidenses están siendo muy castigados con la movilización del capital hacia México y América Latina, comentó. La AFL-CIO -la central sindical más grande del país vecino- calcula que de 1994 (año de apertura del TLC) a la fecha perdieron medio millón de plazas. De ahí, indicó, que el movimiento sindical esté resurgiendo, abriéndose a alianzas con los consumidores, ambientalistas y otras fuerzas sociales emergentes. Entre los nuevos actores mencionó al estudiantado de aquel país, que está tejiendo acciones de solidaridad con los trabajadores de las maquiladoras o monitoreando las llamadas "fábricas de sudor".
"Está renaciendo un movimiento social, que, como dice Noam Chomsky, está rebasando los parámetros de las luchas por los derechos civiles de los 70. Lo pudimos ver en Seattle, el primer día marcharon los estudiantes, el segundo los sindicalistas, el tercero los ambientalistas. Ese movimiento abreva lo mismo en el anarquismo que en el marxismo, y tiene variantes muy raras como los anarcopunk vegetarianos. Pero lo cierto es que la pelea de los trabajadores ya no puede circunscribirse al espacio del proceso de producción, tiene que expandirse a otros espacios".
También habló de las dificultades que enfrenta el proletariado para lograr una lucha en común. Dio un dato que permite hacerse una idea. La hora de trabajo en China, país con mil millones de habitantes, 800 millones de ellos población económicamente activa, es de 25 centavos de dólar, mientras que en las maquiladoras de la frontera mexicana se paga a 1.20 dólares.
Héctor de la Cueva, asesor sindical, también habló sobre la necesidad de romper con el chantaje trasnacional que está detrás de los acuerdos de libre comercio. "Con la globalización y el libre comercio -dijo-, lo que estamos viendo es un proceso de estandarización hacia abajo de las normas laborales".
También habló de cómo el neoliberalismo provocó la crisis del movimiento sindical. Sin embargo, puntualizó, la actual correlación de fuerzas para el sindicalismo de los tres países involucrados en el TLC es mejor ahora que en los 90.