DOMINGO Ť 20 Ť MAYO Ť 2001

Ť Fox, igual que los gobiernos pasados, aseguran

El apoyo de la sociedad ya no es el mismo: maestros disidentes

Ť Algunos vecinos les echan agua a su paso por las calles

Ť "Sólo podemos comprar un par de zapatos o tenis al año"

CLAUDIA HERRERA BELTRAN

A sus 62 años, la maestra de Michoacán Guadalupe Arau dice que en 11 años de protestas en la ciudad de México, sólo ha faltado una vez. Ahora percibe que el apoyo de la sociedad "ya no es el de antes", y recuerda que el viernes pasado, unos vecinos lanzaron agua a los marchistas. Pero no se arredra. "Si algo he aprendido es a ser paciente".

Hace poco, el maestro Ismel Pérez cumplió 26 años de servicio; comenzó a dar clases en primaria, y desde hace seis enseña inglés en una secundaria de Morelia. Reflexiona: "nuestras formas de lucha no han cambiado, y el gobierno ya nos agarró la medida, pero hay que insistir; sólo así nos escuchan".

A seis días de plantón en el Zócalo y de mítines frente al ISSSTE y Gobernación, la vida transcurre lenta para los maestros. Unos charlan, otros duermen; muchos leen periódicos, historietas, libros de superación personal. Es el oficio de esperar. Y los docentes ya son expertos.

Ha transcurrido más de una década desde que las presiones de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) contribuyeron a la caída del líder vitalicio del SNTE, Carlos Jonguitud, y desde entonces la historia de la disidencia magisterial ha sido la misma año con año: paros de labores, plantones, marchas, mítines, bloqueos de calles y ocupación de edificios.

Los maestros que han protagonizado las movilizaciones, no precisamente los dirigentes, advierten pocos cambios en el país. Para ellos, el presidente Vicente Fox, a pesar de pertenecer a un partido distinto al PRI, es igual que los anteriores. Y se siguen quejando de sus salarios. "Con todo y prestaciones, el maestro de plaza inicial obtiene 160 pesos diarios", advierte una joven oaxaqueña recién egresada de la normal.

"Muchos piensan que uno hace los plantones por flojera, por no estar en el salón de clases atendiendo a los niños, pero sólo así hemos logrado cosas", dice la maestra Guadalupe Arau, quien da clases en una secundaria de Apatzingán.

Sentada en un pequeño banco de tela que carga entre marchas y plantones, la profesora platica y no deja de tejer. En cinco días lleva la mitad de un mantel y ya ha leído varios periódicos, porque le interesa estar enterada de "cómo va el movimiento".

-ƑPor qué ha participado tantos años?

-La primera vez fue por la novedad, pero después fue porque le fui tomando interés y me di cuenta que lo que se pedía era justo. Y aunque la vida en el campamento a veces es triste, y a veces alegre, me gusta porque entre nosotros nos apoyamos.

-ƑQué han conseguido con las movilizaciones?

-Muchas cosas: libros gratuitos para los estudiantes de secundaria, alimentos que se entregan en jardines de niños, plazas para los egresados de las normales y créditos hipotecarios que ahora están recortados, pero que algún día nos darán.

La rutina del profesor Ismael es igual a la de miles que convirtieron los alrededores de la SEP en su casa temporal construida con plásticos y mecates. A las cinco o seis de la mañana ya está despierto. "El suelo está muy duro y no te deja dormir mucho tiempo, y como los compañeros que hacen guardia cantan o platican, pues te levantas temprano". A las 10 de la mañana, en marcha o en transporte público, se traslada al lugar del mitin y el resto del día se va en esperar.

Originario de Acapulco, Guerrero, el profesor estudió en el Centro Regional de Educación Normal de Arteaga, Michoacán, y fue ahí donde adquirió su "formación combativa". Como fue guía de turistas en las playas guerrerenses, aprendió inglés, y posteriormente estudió la normal superior para dar clases en secundaria.

Antes, iba a Estados Unidos a trabajar en las maquiladoras, y "me ganaba en una semana lo que obtengo aquí en dos meses". maestros-segob-1 Pero cuando el periodo vacacional se redujo a menos de dos meses, dejó de ir, porque ya no le convenía hacer el viaje.

Desde hace 11 años participa en la CNTE y en las movilizaciones. "No te sientes a gusto cuando tu formación es combativa y ves que la gente se la está partiendo en las calles, gritando y exigiendo, y tú estas muy campechano en tu centro de trabajo, esperando disfrutar los beneficios".

Considera que quizás las tradicionales estrategias de lucha del magisterio ya provocan rechazo de la sociedad. "Pero no hemos probado otras como en algunos países, donde protestan produciendo más, porque en México eso le conviene al Estado", explica el maestro Ismael, mientras compra un periódico en inglés "para no perder la práctica".

El profesor Ignacio Pedro Angeles da clases en una primaria de la comunidad de Betania, a 45 minutos de Tuxtepec, Oaxaca. También trabajó cinco años en Estados Unidos porque su salario era mejor que en México, pero se regresó, porque "la tierra siempre llama".

Sabe que el magisterio "da mala imagen a la sociedad" con los plantones, pero insiste en que no tiene alternativa. "Lo que percibimos no nos alcanza para cubrir nuestras necesidades. Mire, muchos maestros apenas ganan para comprarse un par de tenis o de zapatos al año".

La mayoría de sus alumnos, asegura, apoyan los paros de labores. "Nosotros les enseñamos que luchando y trabajando van a llegar a ser buenos ciudadanos". Así es la filosofía del magisterio disidente. Don Ignacio interrumpe la conversación para pedir un periódico deportivo que un compañero dejó en la banqueta. Lo que sigue, dice, es "matar el tiempo antes de que el tiempo lo mate a uno".