Eduardo Galeano
El palacio de después
El fundador de la dinastía Qin pasó la vida entera fabricando su tumba.
Comenzó la tarea el día que se sentó, a los diez años de edad, en el trono imperial de China; y desde entonces estuvo ocupado, noche y día, en la construcción de su muerte.
El mausoleo, grande como una ciudad, crecía y crecía, mientras iba creciendo también el ejército que iba a custodiarlo. Con barro cocido eran modelados los guerreros, que así nacían a salvo de la vejez y la traición.
La muerte esperó. El emperador Qin Shi Huang Ti iba a cumplir cincuenta años, cuando comprobó que ya no había nada más que hacer. Estaba completo el ejército de siete mil guerreros, con sus armas y corazas y caballos, y el gigantesco monumento funerario había alcanzado la perfección. El emperador confirmó que ya no eran posibles más cambios, ni correcciones, ni ampliaciones. La misión estaba cumplida; y la muerte lo recompensó matándolo.