DOMINGO Ť 20 Ť MAYO Ť 2001
Ť Claudia y Joaquín murieron al caerles el techo de su vivienda tras la explosión
"Hace un mes llegaron, recién casados"
ANGEL BOLAÑOS SANCHEZ
Claudia y Joaquín aún dormían cuando los sorprendió el estruendo, y en seguida los muros y el techo de su vivienda, en el segundo nivel del edificio, se les vinieron encima: ambos murieron. Felipe, a pesar de las serias lesiones, salió por su propio pie de la planta baja y en cuanto llegaron los paramédicos de la Cruz Roja se lo llevaron al hospital Primero de Octubre. Para 15 personas más, sólo fue el susto, aunque tendrán que buscar otro lugar donde vivir, por una temporada.
Eran las 4:30 de la madrugada y aunque nadie recuerda haber percibido el olor inconfundible del gas, la primera hipótesis es una acumulación del combustible en la tienda de Felipe, Abarrotes Pepe's.
El inmueble, ubicado en la esquina de Cuauhtémoc y Miranda, de la colonia Aragón, en Gustavo A. Madero, sobre una superficie de 365 metros cuadrados, forma un rectángulo cuyo segundo nivel quedó reducido a escombros.
Desde el techo de la parte del edificio que quedó intacta, don Antonio Diego mira lo que fue la recámara de Claudia Rivera y Joaquín Espinosa, ambos de 22 años, y antes de contar su propia historia recuerda que ellos, apenas un mes atrás llegaron, recién casados, y dos semanas antes iban todos los días para arreglar el que sería su domicilio, herencia de los padres de ella.
Todavía con la voz temblorosa, da su testimonio: iban a ser las 3 de la madrugada cuando se incorporó del sofá en la sala para irse a la cama después de ver la película La Huida, por el Canal 11. Había ya conciliado el sueño cuando la explosión lo despertó y en segundos la habitación se llenó de polvo; "nos estábamos ahogando", dice, al tiempo que escuchó a Felipe que gritaba desesperado: "šCierren el tanque! šCierren el tanque!"
Después de saltar de la cama salió de su recámara, encontró a sus hijas y se dirigió hacia la sala; ahí, donde había estado sentado frente al televisor 90 minutos antes, no había más que escombros de lo que fue el piso de arriba, obstaculizando completamente la entrada.
Quedaron sepultados los documentos de la familia, los libros de preparatoria de su nieta y su colección de casi 300 discos "de los viejitos". Cuando salían llegó una de sus hijas y su yerno, que viven a 20 metros de allí. Sobre la calle se encontraban esparcidos los escombros, pero ninguna de las casas de enfrente había sido dañada.
La cortina de la tienda fue expulsada completamente de su lugar y se hallaba a media calle, junto con restos del techo, así como las verjas de herrería de las ventanas de la planta superior, que se encontraban retorcidas entre algunos muebles.
Don Antonio y su yerno, Mario Rodarte, regresaron a buscar a su perro, El Rambo, que habitualmente se echaba en el pasillo junto a la puerta de la cocina, y ahí estaba, pero sepultado entre escombros; alumbrado con la luz que alcanzaba a llegar del poste público, Mario alcanzó a ver movimiento entre el cascajo y comenzó a rascar retirando trozos de ladrillo y madera. El animal se sacudió un poco pero tenía un bloque de ladrillos sobre las patas traseras; pensó que estarían fracturadas, pero apenas lo movió un poco, El Rambo se liberó y se incorporó moviendo el rabo.
Como don Antonio, su esposa y sus dos hijas, quienes ocupan la planta baja, también resultaron ilesas la señora Yolanda, su hijas y tres nietas que viven en la parte posterior, y en la vivienda contigua, la señora Hilda, su hija, su yerno y un nieto.
Doña Lilia, quien vive sola, arriba de don Antonio, aunque la mitad de su casa se vino abajo y los bomberos la tuvieron que sacar por una de las ventanas, no sufrió lesiones. Ni Salvador, quien también ocupa un cuarto solo en el fondo del edificio.
Algunos de ellos habitan ahí desde hace más de 30 años; compraron a un hombre que aseguran se apellida Uruchurtu y es pariente del que fue regente de la ciudad, Ernesto. Una vez fueron a la delegación a solicitar apoyo para remodelar el edificio --de hecho "poco a poco" don Antonio reforzó los muros--, pero les propusieron demoler y construir ahí un multifamiliar; "nos querían meter en jaulas", replicó su esposa, "y les dijimos que no".