domingo Ť 20 Ť mayo Ť 2001
José Agustín Ortiz Pinchetti
Iturriaga: el racismo críptico, Ƒqué hacer?
Don José Iturriaga es, a los 87 años (y con el sólido propósito de vivir cuando menos hasta cumplir el centenario), uno de los sabios de México. Me he reunido con él en su luminosa casa de Coatepec, en la cercanía de Jalapa. Platicamos de muchos temas. El más doloroso e importante de ellos es el del racismo negado de México. Repasamos algunas de las principales afirmaciones de don Pepe. Confirmé mi acuerdo con ellas.
1. La discriminación racial en México es un fenómeno de antigua y cotidiana presencia que se ve con naturalidad y que se niega. No es legal esta discriminación pero existe, se da todos los días, en todos los estratos en forma pasiva o activa.
2. Un elemento que nos confunde es la comparación con la situación de Estados Unidos, donde durante mucho tiempo se consideró legítima la discriminación hacia la gente de color. Frente a semejante racismo los mexicanos nos sentimos orgullosos de no padecer la discriminación. No hemos sabido advertir que aquí, en nuestra nación, hay formas sutiles pero eficaces de segregación por el color de la piel. Estas dificultan no sólo el ascenso social o económico o cultural, sino dividen en forma silenciosa (y siniestra) a nuestra sociedad en segmentos.
3. Nuestra falta de conciencia respecto al fenómeno nos impide reconocerlo, esclarecerlo, denunciarlo y por lo tanto proceder a corregirlo. De modo retórico aseguramos que no somos racistas y muy ufanos aseguramos que por llevar sangre hispánica e indígena la esencia la constituye en mestizaje.
4. Somos incapaces de reconocer que en el subsuelo más profundo de nuestro inconsciente se encuentra una axiología de la raza vencedora, según la cual el concepto de la raza humana está ligado a lo español (es decir a lo europeo, a lo blanco, a lo nórdico). Es insospechada la frecuencia con la que surge esa valoración, al punto de que en el interior de quienes ostentan el color y los rasgos culturales de la raza vencida yace un sentimiento de minusvalía, que se expresa en acatamiento pasivo, en iracundia irracional o en un rencor.
5. Don Andrés Molina Enríquez, uno de los más sagaces estudiosos de la composición social de los mexicanos, clasificó los distintos tipos raciales. Las clasificaciones de Molina tienen una alarmante coincidencia con las divisiones de las diversas clases de nuestra pirámide social. En la cúspide están los blancos y mestiblancos, y según se baja en la escala social y económica los estratos van "oscureciéndose".
6. Mientras no encaremos este "tumor psicológico" no podremos integrar a fondo la nacionalidad mexicana. Ni el desarrollo económico, ni el reparto más justiciero del producto podrán orientarse con armonía si México carga en sus entrañas con el racismo.
La gran pregunta que se plantea don Pepe y que me planteo yo mismo es Ƒqué hacer?
El racismo parece haberse intensificado en lugar de decrecer. Los estudios propuestos por el propio Iturriaga para observar la correlación entre la composición del ingreso y los componentes raciales no se han realizado nunca. Los intelectuales que aceptan y denuncian el racismo por lo general se reducen en su crítica a la discriminación extrema de los grupos indígenas que representan sólo 10 por ciento de la población. La discriminación generalizada y críptica no se ha atacado y hasta hoy ni los políticos ni los gobernantes han dado síntomas de enterarse siquiera que el problema existe.
Se pueden hacer foros, estudios, investigaciones, pero apenas mellaría el racismo mexicano.
Hasta hoy ni siquiera se han presentado iniciativas para eliminar las prácticas discriminatorias más abusivas en el empleo, los lugares de diversión, los anuncios, las imágenes televisivas.
Todo indica que el racismo sólo terminará cuando pueda superarse su control endogámico. Es decir, cuando sean más frecuentes las uniones entre miembros de los distintos segmentos sociales. Esto no será posible sin el ascenso de los morenos, los "nacos" en la escala económica y cultural. Esto sólo será posible con una educación de excelencia pública y gratuita, porque las universidades privadas en México que alcanzan en muchos casos buenos grados de eficacia educativa reproducen el sistema de castas y lo fortalecen excluyendo en forma implícita a las gentes mestizas y mestiindias, quienes tiene que contentarse con una educación pública deficiente que hará perdurar las diferencias no sólo en el ingreso sino en la posición social racial.
La democracia, el mercado abierto, el reparto equitativo de la riqueza, la educación y el desarrollo integral del país pueden conducir a una mayor integración racial, pero mientras esto sucede y puede llevar decenas de años o quizás siglos, el problema seguirá vivo destruyendo elementos clave de la cohesión social en México.
Se ha formado recientemente una institución para luchar contra la discriminación, dirigida por un mexicano ilustre, Gilberto Rincón Gallardo. Este instrumento tiende a denunciar muchas de las formas de exclusión. Sería formidable que entre sus acciones estuviera la denuncia del racismo críptico. Quizás fuera el primer paso para afrontar lo que José Iturriaga llama "nuestro complejo escisionista".