Guillermo Almeyra
Los alegres compadres de Roma
El "rey" Silvio Berlusconi, capo di tutti i capi, como lo bautizó Giorgio Bocca, obtuvo la votación que había logrado la Democracia Cristiana (hoy difunta pero presentísima en la política italiana) en el momento de su apogeo. Hay así una continuidad de esa melma conservadora que constituye el bloque histórico (clerical, empresarial, financiero) dominante en el último medio siglo peninsular, bloque que los grandes movimientos sociales (1969-primera mitad de los setenta) habían conseguido debilitar e incluso reducir, pero no liquidar. No hablamos de partidos (Forza Italia, el mayoritario, es una invención empresarial de Berlusconi para recoger democristianos a la deriva) sino del humor popular, del "sentido común", que da la base para la revolución pasiva berlusconiana y para la hegemonía de esa mezcla itálica de fascismo con neoliberalismo clerical.
Mientras la derecha llenó su tanque de combustible político con los votos de la ignorancia, el racismo, la desesperación y el anhelo de un hombre fuerte, el centro o, con mucha buena voluntad, centroizquierda, mal llamado izquierda (Partido Democrático de Izquierda --PDS-- enterrador y heredero degenerado del viejo Partido Comunista Italiano), perdió en cuatro años un millón y medio de votos, que fueron al centroderecha (la Margarita, la formación dirigida por Rutelli. el liberal y laico que prohibió, por ejemplo, la Marcha del Orgullo Gay para no molestar al Papa en su Jubileo). Por su parte, la izquierda (Refundación Comunista, más los Comunistas de Italia, pequeño partido que escindió por la derecha a RC para entrar en el derrotado gobierno del PDS) pierde también más de medio millón de votos --que van al voto útil contra Berlusconi por el PDS o la Margarita-- aunque RC mantiene un sólido núcleo de 5 por ciento. Si se sumasen los votos comunistas a los votos anticomunistas y de la tercera vía que fueron al PDS, la izquierda habría conseguido su peor resultado histórico al haber abandonado su identidad, al no ofrecer proyecto ni utopía, al haber aceptado el marco del capitalismo como único posible y la política de la tercera vía (el neoliberalismo con retoques cosméticos) como la sola viable.
La obra del PDS, al renegar del pasado comunista y adecuarse en el presente de la derecha, llevando a cabo con ésta la política que ella imponía, abrió el camino a la alianza clerical-fascista y redujo el capital de recuperación de la izquierda a un valioso pero pequeño 5 por ciento del electorado. Dicho sea de paso, las federaciones del PDS más fuertes piden ahora un congreso extraordinario para cambiar "la línea, la organización y la dirección del partido", cosa que abriría cierto espacio a una política de alianzas para la reconstrucción de una izquierda de masas encabezada por RC.
Berlusconi tiene mayoría absoluta en ambas cámaras, pero su poder real se basa en los empresarios (que quieren la desregulación laboral total), en el Vaticano fuertemente influenciado por el Opus Dei, en George Bush (que espera utilizarlo para debilitar la Unión Europea, que considera impresentable el gobierno italiano). Pero el candidato a Duce tiene en contra el hecho de que las urnas miden cada tanto una temperatura política que puede cambiar si el gobierno, malinterpretando su mayoría, creyese que el voto de una monja pesa igual en la acción social que el de un obrero y pensase que muchos votos conservadores quiere decir mucha fuerza en la lucha de clases, donde los intereses sociales provocan alineamientos diferentes a los de las campañas electorales. Además Su emitencia, príncipe de la religión televisiva, tiene en su contra que su Casa de las Libertades (¡cómo osar hablar de libertades en un bloque de los clericales ultraconservadores con los fascistas de cuello blanco y los de camisa negra y garrote en mano!) está pegada con saliva con la Liga Norte. Esta es regionalista, separatista, tiene un himno diferente al himno nacional, no se declara italiana, tiene su propia bandera, quiere crear la República Padania, mientras que los fascistas de Acción Nacional y los de la Fiamma Tricolore son nacionalistas italianos agresivos y reivindicativos, patrioteros, centralistas, adversarios del neoliberalismo y Forza Italia es el partido de los empresarios y financieros que utilizan el Estado para ordeñarlo y son europeístas, transnacionales, neoliberales. En cuanto empiecen a tener que resolver problemas políticos esos partidos están destinados a chocar entre sí, máxime si la izquierda, derrotada en el campo electoral, pero que representa casi un cuarto de los electores, consigue arrastrar consigo en las luchas sociales por lo menos a otro cuarto. ¡Ahí te quiero ver, rey de la estafa política y televisiva!