Hacer de la necesidad virtud
La energía es la capacidad de realizar un trabajo. Si No hay energía, no hay trabajo; y sin trabajo no hay valor, no hay riqueza. Todos lo saben. Nuestros vecinos del norte también; como pocos, porque ellos solos consumen la cuarta parte de la energía del mundo con la que sólo producen la quinta parte del producto. Además, consumen la cuarta parte del petróleo, casi la tercera del gas natural, poco más de la quinta del carbón; producen la tercera parte de la nucleolectricidad; y sólo 16 por ciento de la electricidad renovable. Se trata de una realidad dramática, aún más si contamos los contaminantes que comporta. Dicho en buen romance, nuestros vecinos consumen más energía que lo que producen de riqueza, y contaminan como nadie. Y eso es muy grave. Más, si consideramos que hace muchos años que no pueden cambiar, a pesar de múltiples y variados esfuerzos que --eso dicen-- han desplegado. Es cierto, sí, que en 15 años incrementaron su producto 63 por ciento y su consumo de energía sólo 30 por ciento. Pero aun así han sido un poco menos eficientes que el mundo entero. Y es que, entre otras cosas, nuestros vecinos cuentan con unas de las redes carreteras más desarrolladas del mundo y son amantes no sólo de enviar sus mercancías por ellas, sino de transitar miles de kilómetros ?sobre todo en el verano? por esa red, por lo que destinan 28 por ciento de su energía al transporte, mientras que en el mundo sólo se destina 20 por ciento. Además, gastan 38 por ciento de su energía total en sus sectores residencial, comercial y público, en los que la calefacción y el aire acondicionado son determinantes. Y esto a pesar de que su poderosa y eficiente industria sólo consume la tercera parte de su total, lo que representa 8 por ciento mundial, mientras que su producto industrial es un poco mayor a ese 8 por ciento.
Todo esto para decir que nuestros vecinos enfrentan una realidad muy compleja, que --según el polémico diagnóstico del mismo presidente Bush-- hoy se ha tornado crítica, al enfrentar la más severa limitación experimentada desde los años setenta. El grupo encargado de la Política Nacional Energética (NEP, por sus siglas en inglés) ha presentado este jueves su reporte y lo subraya: "En este 2001, América (sic) enfrenta el más serio déficit de energía desde el embargo petrolero de los años setenta. Sus efectos se han dejado sentir en la nación entera. Muchas familias enfrentan facturas de combustibles y electricidad dos o tres veces más elevadas que antes. Millones de estadunidenses padecen cortes del suministro eléctrico y apagones. Muchas empresas recortan trabajadores o disminuyen su ritmo de producción para enfrentar sus crecientes costos energéticos. Y muchos sectores de todo Estados Unidos pagan cada vez más altos precios de gasolina. California enfrenta todos estos problemas de manera más aguda". Y al resumir su situación, el grupo encabezado por el vicepresidente Dick Cheney asegura que Estados Unidos vive una crisis energética, resultado fundamental del desequilibrio entre la oferta y la demanda de energía. Y muchos expertos indican cinco aspectos cruciales de esta profunda crisis: 1) excesiva dependencia del crudo importado; 2) insuficiencia en la producción de gas natural; 3) crisis en el abasto eléctrico y en las formas de desregulación; 4) incapacidad para frenar los altos niveles de contaminación; 5) alta volatilidad de precios. Y esto, en un contexto de desaceleración económica, provoca que demócratas y republicanos se señalen con el dedo, se acusen y se responsabilicen mutuamente del carácter expansivo de la demanda, del estancamiento productivo interno, de la alta volatilidad de precios y de la falta de una visión estratégica que permita revertir la crisis. Y la crisis energética poco a poco se convierte en crisis política, pero no sólo interna. La primera prioridad (primary goal, dice la introducción del reporte entregado el miércoles pasado al presidente Bush), es incrementar al máximo las fuentes de abasto de energía; petróleo, gas natural y carbón domésticos; hidroelectricidad y nucleoelectricidad; fuentes renovables. Pero acaso ya pudieran ser consideradas fuentes domésticas los recursos de Canadá y de México, países con los que en la NEP se plantea la máxima cercanía, porque una creciente producción y cooperación energéticas entre Canadá, Estados Unidos y México, ampliará la seguridad energética y, merced a los vínculos desarrollados con el Tratado de Libre Comercio, la seguridad económica estadunidense, se asegura en el capítulo ocho. Ni más ni menos. Y es que, por ejemplo, Canadá proveyó 14 por ciento del gas natural consumido en Estados Unidos en el año 2000; y México casi 15 por ciento de las importaciones de crudo en el mismo año. Además --se asegura-- Canadá cuenta con importantes reservas de gas natural, un gran potencial hidroeléctrico y abundantes recursos de crudo pesado en sus arenas profundas, recuperables hoy en día con nuevas tecnologías. Y México es --se subraya-- principalísima y confiable fuente de importación de crudo, con una reserva base de petróleo 25 por ciento superior a la de Estados Unidos, con quien se puede desarrollar una sólida infraestructura a lo largo de la franja fronteriza y participar en los ámbitos hoy abiertos a la inversión extranjera, de forma consistente con sus lineamientos constitucionales, se cuidan de decir --por cierto--, en el mismo reporte. ¿Qué hacer frente a todo esto? No estoy seguro que se trate de irse a tomar un café a la Sala Oval o a la cabañita de Los Pinos, y establecer acuerdos. Sí, en cambio, asumir prudente, pero astutamente, esta vieja pero nueva y cruda realidad. Discutir internamente al máximo qué debe hacerse. Caracterizar bien la situación estadunidense; la nuestra. Señalar líneas de negociación; puntos fuera de discusión; marco para posibles acuerdos; limitaciones infranqueables; puntos de flexibilización. condiciones presentes y perspectivas futuras. Sabiendo que, por desgracia, no es trato de iguales; y siendo conscientes de la doblez que siempre han mostrado nuestros vecinos, aquí y en todos lados. Y todo eso llevado no sólo a una platiquita en Los Pinos, ni a un cabildeo cerrado; sino convertido en una agenda abierta en el Congreso, en la opinión pública, en todo el país, de frente a la Nación. Acaso como nunca se ha hecho. Creo que no tenemos otra que hacer de la necesidad virtud. De veras.