SABADO Ť 19 Ť MAYO Ť 2001

Leonardo García Tsao ENVIADO

Mejorías y decepciones en la recta final

Cannes. Ayer se exhibió la quinta concursante francesa, La chambre des officiers (El pabellón de los oficiales) de Francois Dupeyron, un drama de época sobre la rehabilitación física y moral de un ingeniero militar (Eric Caravaca), después de que su rostro es desfigurado por un obús en los inicios de la Primera Guerra. No hay nada novedoso en la condena de las atrocidades bélicas ni en la descripción del largo proceso terapéutico de sus víctimas --Johnny tomó su fusil, por ejemplo, llevó esos temas a extremos mucho más dramáticos. Sin embargo, Dupeyron tiene oficio para capturar las emociones de sus personajes, como se vio en su anterior ¿Qué es la vida?, y aquí logra momentos de humor y emotiva solidaridad en la interacción de tres oficiales con padecimientos similares.

Aunque la contundencia de La chambre des officiers se diluye con cuatro posibles finales y una duración excesiva, Dupeyron se une a los autores --Haneke, Olmi, Lynch, Rivette, Sokurov y Moretti, sobre todo-- que han contribuido a levantar el nivel cualitativo de la competencia en su segunda mitad. Igual, no deja de parecer exagerada la participación doméstica, sobre todo ante la ausencia de países como España, Gran Bretaña, Dinamarca... o Alemania, que no ha concursado en ocho años.

Además de la francesa, otra de las cinematografías beneficiadas en Cannes fue la nipona, con nueve películas repartidas en sus diferentes secciones, tres de ellas en la oficial. La primera en concurso no justifica ese entusiasmo. Desert Moon (Luna del desierto) es el decepcionante regreso al festival del crítico vuelto cineasta Shinji Aoyama, que el año pasado sorprendió con su excelente road movie, Eureka. Las siguientes obras del director servirán para aclarar cuál de esas dos fue accidental.

Situada en el Tokio moderno, la película examina la crisis existencial de un ejecutivo en computadoras cuyo negocio se ha ido a pique a la par con su matrimonio; la extraña maniobra de contratar a un hampón gigolo para seducir a su esposa tampoco rinde resultados y la mujer regresa al campo en donde creció. Ningún personaje, ningún diálogo suena convincente en esta tiesa reflexión sobre la sociedad actual. Eso sí, todavía falta ver la carta fuerte del Japón: la última realización del gran director Shohei Imamura.

Quienes deben estar muy decepcionados con esta edición del festival deben ser los paparazzi y otros cazadores de estrellas. Después de la aparición de Nicole Kidman en la inauguración, ninguna otra figura hollywoodense ha venido a provocar el frenesí de los medios y los aficionados. La razón, por un lado, es la escasa participación de producciones hollywoodenses; y, por otro, que las estrellas que antes venían sólo a reventarse o a promover diversos intereses, están muy ocupadas filmando en previsión de la posible huelga de su gremio. Así las cosas, han tenido que conformarse con las obligatorias top models o alguien como Andie McDowell, quien viene cada año bajo los auspicios de L'Oreal.