SABADO Ť 19 Ť MAYO Ť 2001
Ť Carlos Marichal
El imperio de Citibank
La compra esta semana de Banamex por el grupo de Citibank demuestra el avance inexorable del capital financiero internacional en México y el resto de América Latina. La noticia ha tenido un efecto poderoso entre los inversores, impulsando una subida inédita de la Bolsa Mexicana, que estaba deprimida a consecuencia de la desaceleración de la economía estadunidense. Pero, además, la adquisición tiene una singular importancia en términos de geopolítica, porque señala que un sector poderosísimo de la elite dirigente de los Estados Unidos está dispuesto a dar una lucha sin tregua por el control de una parte sustancial del mercado financiero de México.
El grupo Citigroup es actualmente uno de los dos o tres grupos financieros más poderosos de Estados Unidos. Es el resultado de la fusión en años recientes del Citibank, el banco estadunidense con mayor número de sucursales en el mundo, y del Travellers Insurance Group, una de las mayores empresas de seguros del país vecino. Los nombres de sus directivos serán pronto moneda corriente en México e incluyen a John Reed, Sanford Weill, William Rhodes y Robert Rubin, quien fue secretario del Tesoro de la administración Clinton.
El hecho de que Robert Rubin vaya a incorporarse como uno de los miembros del consejo directivo de Banamex es señal clarísima de lo estratégico que se considera la operación financiera. Rubin fue el autor del enorme rescate financiero de México después de la catastrófica devaluación de diciembre de 1994. Y, desde entonces, ha mantenido relaciones estrechas con las autoridades hacendarias mexicanas. Ahora, desde el sector privado, como consejero del más dinámico banco y grupo financiero de Estados Unidos, se apuntala como uno de los futuros mandarines de las finanzas mexicanas.
La transacción realizada por el Citibank es otra clara señal de que los colosos de la banca mundial están en plena expansión. De hecho, puede preverse que en menos de diez años todo el sistema bancario latinoamericano estará bajo el virtual control de una docena de estos gigantes financieros. En México ya son sólo tres los oligopolios que dominan casi 80 por ciento del sistema financiero nacional: los grupos españoles BBVA-Bancomer y Santander-Serfin, y el nuevo competidor estadunidense, que quizá venga a denominarse algo como Citi-Banamex.
La participación de Citibank en México, sin embargo, no es reciente. De hecho, desde principios de siglo fue el primer banco estadunidense en establecer sucursales en América Latina, la primera situándose en Buenos Aires, en 1914, siendo seguido por otras en Chile, Brasil y México.
En ese entonces, dicho banco era la punta de lanza de poderosos grupos económicos estadunidenses con intereses en la región como los Grace (nitratos y algodón), Armour (carnes), McCormick (maquinaria agrícola) y Stillman-Rockefeller (intereses petroleros). En los veinte, el Citibank comenzó a operar en el México posrevolucionario y debe recordarse que al aprobarse la ley bancaria extremadamente nacionalista de 1931, el Citibank fue el único banco extranjero que se mantuvo en el país. De hecho, fue el único banco comercial extranjero con sucursal en México desde 1930 hasta 1990, cuando comenzó la apertura bancaria con la administración de Carlos Salinas de Gortari.
Sin embargo, los mayores negocios en México del Citibank no han procedido de banca comercial. Desde los sesenta y setenta sus mayores operaciones se derivaban de la colocación de préstamos para el gobierno mexicano y sus empresas paraestatales. En 1980, el entonces presidente de Citibank , Walter Wriston, era tan entusiasta de los préstamos mexicanos, brasileños y argentinos que anunció que no podría haber una crisis de la deuda latinoamericana, afirmando que era imposible porque, como él aseguró, "los países no quiebran". Sin embargo, en agosto de 1982 México declaró su quiebra precisamente a causa del exceso de esos mismos préstamos con que la banca estadunidense había estado hipotecando al gobierno y las empresas estatales del país.
Tras el estallido de la crisis de la deuda externa que comenzó en 1982, y a lo largo de muchos años, el actor clave en la renegociación de la mayoría de los préstamos de México y de los demás países latinoamericanos fue William Rhodes, entonces vicepresidente del Citibank. En efecto, durante la mayor parte de los ochenta él fue jefe de la mayoría de los sindicatos de banqueros que renegociaban las deudas con los gobiernos de la región. En otras palabras, era quizá la figura más importante en las operaciones financieras internacionales de la época. Por ello fue premiado como uno de los máximos directivos del Citibank. Y ahora acaba de anunciarse que el mismo Rhodes será una de las nuevas cabezas de Banamex, junto con Roberto Rubin.
El desembarco en México esta semana de los máximos directivos del poderoso Citigroup es una señal clara de una nueva ofensiva del capital financiero estadunidense, que se torna cada vez más globalizado. De hecho, sus socios mexicanos, los antiguos directivos de Banamex, Roberto Hernández y Alfredo Harp Helú, se convertirán en consejeros del banco de Estados Unidos.
De esta manera, este dinosaurio financiero consolida sus dominios imperiales. Ya tenía bancos importantes en la mayoría de los países latinoamericanos, casi siempre con el nombre de Citibank, en Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Panamá, Perú, Paraguay y Uruguay. Pero desde ahora, con la compra de Banamex, su plataforma latinoamericana más fuerte de operaciones y de expansión se llama México.