sabado Ť 19 Ť mayo Ť 2001

 Luis González Souza

Congreso Ciudadano

Hace tiempo que la mayoría de la sociedad, incluido el EZLN, ya respondió a favor de un cambio pacífico e inédito en el mundo. Pero los politiqueros se hacen los sordos. Prefieren jugar a los bazucazos. Allá ellos, que de por sí, ya andan bastante solos

Por fin comenzó a sentirse la verdadera transición. Ya no la transición verborreica de los discursos y los proyectos "mañaneros". No más la transición pantanosa, en la que los defensores del antiguo régimen se disponen a todo, menos a permitir cambios que los afecten. Ahora comenzó a pintarse mejor --con el hermoso color de la autonomía-- la transición profunda de México a la democracia. Es decir, la que inició con la revolución cultural del EZLN y que, por fin, encuentra una réplica propia de los sectores de la sociedad civil que, el pasado 16 de mayo, a las puertas del monumental Museo de Antropología e Historia, decidieron conformar el Congreso Ciudadano.

De esa creativa y audaz manera, los congresistas ciudadanos hacen su propio e histórico aporte a la paz. Abren un cauce constructivo a la incalculable indignación que provocó la de por sí provocadora ley Bartlett-Ego-Ortega y que, por lo mismo, debemos entender como un bazucazo legislativo, equivalente al que, derribando la puerta de la Prepa 1 en 1968, acabó de encender la mecha gorilesca, el alma de los trogloditas mexicanos.

Consciente o inconscientemente, con ese bazucazo los legisladores artilleros del caso no sólo se burlaron de todo el proceso que llevó a los acuerdos de San Andrés y a la ley Cocopa. También se burlaron de todos los esfuerzos de paz justa y digna emprendidos, desde hace más de siete años, por el EZLN e incalculables miembros de la sociedad tanto nacional como internacional. Y de pilón, el bazucazo anti-Cocopa significa un estúpido y provocador ¡No! al largo y compartido deseo del EZLN de transformarse en una "nueva fuerza política".

Queda claro, así, que todavía abundan politiqueros a los que les tiene sin cuidado el mandato pacifista de la sociedad, así como el futuro del país. O que, en el mejor de los casos, sólo conciben la transición como una mutación epidérmica de lo viejo, por supuesto incluyendo sus ya pestilentes cotos de poder: partidista o pandilleril, pero cada vez más amafiado y antisocial.

Lo cierto es que, antes que nada, "transición" --aquí y en Chile, España, Rusia o Sudáfrica-- significa nuevas leyes e instituciones y, sobre todo, nueva cultura política. Pues bien, el Congreso Ciudadano recién creado reúne las tres cosas. De entrada, se trata de una nueva institución que, además, ya promulgó su primera ley. Adivinó usted: la ley Cocopa, completita y original. ¿Con el permiso de quién? Ni más ni menos que con el permiso de nuestra propia Constitución (artículo 39, en particular).

¿Que es algo muy distinto a lo practicado, y permitido, por los politiqueros del país durante siglos? En efecto, pues de eso trata una nueva cultura política. Aunque políticos como los legisladores-bazucazo no lo hayan entendido, la rebelión zapatista va en serio, y llegó para quedarse o, por lo menos, llegó para replicarse en toda la sociedad, si bien respetando la identidad y la autonomía de cada quien. Y esa rebelión entraña cambios en serio, no como los de la "Alianza por un cambio" que sigue sin notarse mayor cosa. Lo único que resta aclarar --y bien harían en preguntarlo en sus infaltables sondeos, alguno de los noticieros televisivos-- es: ¿cómo queremos el cambio: con mucha, poca o cero sangre?

Hace tiempo que la mayoría de la sociedad, incluido el EZLN, ya respondió a favor de un cambio pacífico e inédito en el mundo. Pero los politiqueros se hacen los sordos. Prefieren jugar a los bazucazos. Allá ellos, que de por sí ya andan bastante solos. La constelación de agrupaciones representadas en la fundación del Congreso Ciudadano --CNI, SME, FZLN, Causa Ciudadana, Centro Eclesial de Misiones Indígenas, CAI, Centro de Servicios Municipales Heriberto Jara, Unión de Pueblos contra la Militarización y la Represión en los Loxichas, entre otras-- prefieren responder de manera inteligente y visionaria, creando algo que tarde o temprano tendría que crearse, sobre todo si continúa la crisis mundial de la democracia representativa.

Bazucazos versus acciones tan creativas como autónomas. Ese será, al parecer, el signo de México durante los próximos años. Por lo pronto hay que anotar un gran tanto (de palomita pacifista) en contra de los gorileros, y a favor de la sociedad. Salud y larga vida al Congreso Ciudadano. Este sí sabrá, estamos seguros, conducirse de acuerdo con un código de ética legislativa. Tal vez dicho código será su próximo producto. Veremos, y luego lo comentaremos. Ť
 
 

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