sabado Ť 19 Ť mayo Ť 2001
Alejandro Zapata Perogordo
Conocer, analizar y decidir
Desde hace ya varias décadas que el país enfrenta una situación económica difícil y compleja. Hay quienes opinan que desde los sesenta, los países asiáticos se prepararon para enfrentar la globalización, en tanto que México en los setenta, bajo el rubro de la autosuficiencia, cerró fronteras.
Las crisis económicas fueron atemperadas por los recursos petroleros, que han servido como paliativos de sobrevivencia. Sin embargo, venimos arrastrando deudas públicas, tanto internas como externas, de gran magnitud. Los analistas señalan que representan una cantidad superior al producto interno bruto de un año.
Por otra parte, el sistema presidencialista dominante hacía que todo girara en torno a una persona, en consecuencia, no había un principio de institucionalidad, ocasionando una gran debilidad y vulnerabilidad en los órganos del Estado.
Aunado a lo anterior, un gran dispendio, derroche, corrupción, impunidad y carencia de políticas públicas con visión de largo plazo y por lo tanto sin camino a la solución de los grandes problemas nacionales. Fueron elementos definitorios para impulsar las crisis, desconfianza y falta de credibilidad en el gobierno.
El incremento de índices de pobreza y marginalidad de los mexicanos, son una muestra palpable de que el Estado no fue capaz de cumplir su objetivo primordial de elevar la calidad de vida, por el contrario, los efectos regresivos reflejan lo inadecuado de la conducción gubernamental en los últimos años.
El tema de la reforma fiscal integral se ha hecho presente, algunos la denominan hacendaria, otros redistributiva, sin embargo, todos han manifestado su preocupación por el establecimiento de cambios en materia tributaria y presupuestaria.
En primer lugar, se requiere una mayor estabilidad en la economía y finanzas públicas, pues hasta ahora han sido insuficientes los recursos del erario para el saneamiento, operando con un esquema deficitario. Sus ingresos están por debajo de países en vías de desarrollo.
Por otra parte, existe una gran evasión de impuestos y muchos más que se esconden sin tributar. Es decir, la gran carga la dejan a aquellos que contribuyen.
Asimismo, es menester el impulso de la infraestructura nacional, al federalismo y combate a la pobreza.
Por último, se requiere un diseño de políticas públicas en materia hacendaria con miras de largo plazo, que permita enfrentar los retos con certidumbre y estabilidad, a efecto de que se pueda traducir en confianza, credibilidad, participación y desarrollo.
El tema en cuestión ha ido ganando terreno en información, la sensibilidad del ciudadano en materia de finanzas públicas es ahora más aguda, proveniente de los diversos datos y cifras que ahora son manejados con mayor amplitud.
Lo anterior crea un ambiente de corresponsabilidad. Es decir, el problema económico no solamente es del gobierno en él recae la responsabilidad, pero a todos nos atañe.
Existen objetivos y diagnósticos comunes: la estabilidad, abatir la inflación, promover el crecimiento y dar certidumbre a la economía nacional. El impuesto más caro es la inflación. En los últimos años se ha perdido el poder adquisitivo del salario, se requiere una moneda sólida e ir ganando terreno a las devaluaciones.
En este apartado deben cuidarse dos aspectos principales: que la reforma no lastime a quienes se encuentran en situación de pobreza, y que los recursos lleguen a través de programas sociales serios, transparentes y eficaces.
Por otra parte, es imprescindible combatir la evasión fiscal y ampliar la base de contribuyentes. Adicionalmente, evitar gastos dispendiosos, derroches y atacar fuertemente la corrupción.
No es solamente que el gobierno solicite mayores gravámenes, también debe poner su parte, la transparencia, el gasto social, mayores ingresos a estados y municipios, inversión en educación, salud e infraestructura. En síntesis, la eficiencia y la eficacia. Con mecanismos mensurables, que permitan observar los avances.
Reconocemos que la inflación ha bajado, así como las tasas de interés, sin embargo, de nada sirve esto último si la gran mayoría de las personas no tienen acceso a la banca comercial, en consecuencia cabría impulsar sistemas de crédito popular.
El fortalecimiento del sistema de pensiones es un punto a tratar con urgencia, pues ya no aguanta, ni por la parte económica ni por su situación social, y requiere con premura la inyección de recursos y la claridad de su manejo.
En consecuencia, no es solamente la recaudación, se estaría limitando la reforma, sino el saneamiento que permita fortalecer las finanzas públicas y con ello que el gobierno obtenga una estabilidad económica, pues no debemos olvidar que finanzas públicas sanas significa una caída en las tasas de interés y la posibilidad de iniciar un proceso de amortización de deuda pública y con ello mejorar el aspecto presupuestario buscando la equidad en el gasto público. Ť