Ť Bajo los airados discursos, cooperan contra el narco y migrantes, señala experto
Prevalecerá el pragmatismo entre EU y Cuba
Ť Bush mantendrá la suspensión de sanciones previstas en la Helms-Burton, pronostica
BLANCHE PETRICH
La relación entre Estados Unidos y Cuba, enemigos históricos, es, a juicio del investigador cubanoestadunidense Jorge Do-mínguez, un "sorprendente equilibrio de conflicto formal y cooperación informal", una permanente convivencia de discursos hostiles y acuerdos "con sabor técnico" que funcionan, día a día y lejos de la mirada de la opinión pública, con envidiable precisión y eficacia.
De este modo, mientras Washington persiste en querer derrocar al régimen de La Habana, las armadas y los servicios de guardacostas de ambas costas del golfo de Florida sostienen una estrecha colaboración para la intercepción de narcotráfico, navegación de migrantes indocumentados y prevención de ciclones; la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) mantiene estrecha cooperación con la seguridad interna cubana contra posibles atentados y continúan en aumento los vuelos diarios entre los dos países, las visitas interfamiliares y las comunicaciones telefónicas.
Mediante la "excepción" de la ley estadunidense que impide el turismo comercial a la isla pero permite lo que el investigador llama irónicamente el "turismo mental", se ha conseguido que, en apenas dos años, el intercambio artístico y académico entre Cuba y Estados Unidos registre un crecimiento explosivo y a la fecha sea más importante que con Canadá e incluso con Europa en su conjunto. Mención especial merecen los envíos de remesas de cubanoestadunidenses a sus familias en la isla --no menores de 600 millones de dólares el último año--, que después del turismo, primer rubro de ingreso de divisas, le disputa el segundo lugar a la industria azucarera.
Este es el legado que el ex presidente demócrata Bill Clinton deja a su sucesor republicano George Bush y, según la apuesta de Domínguez, no va a variar sustancialmente a pesar de la pesada retórica anticastrista del presidente texano.
La hipótesis del académico será puesta a prueba más temprano que tarde. Esta viernes se celebró en la Casa Blanca el 99 aniversario de la independencia de Cuba de Estados Unidos, con un acto al que asistieron la crema y nata de la comunidad cubanoestadunidense y los aliados de Bush, los anticastristas más tenaces. Fue un escenario real para los primeros gestos concretos del presidente hacia La Habana.
En una conferencia que Domínguez dictó esta semana en El Colegio de México, planteó las preguntas que están en el aire sobre las decisiones que Bush deberá tomar en el futuro inmediato: "¿Seguirá permitiendo el intercambio de turismo mental? ¿El envío de remesas? ¿Las visitas de cubanoestadunidenses a sus familiares en la isla? Probablemente sí. Seguramente también hará una declaración anticastrista".
En un plazo no mayor de tres meses Bush tendrá que tomar otra decisión que marcará el rumbo de lo que será su estrategia a más largo plazo: tendrá de resolver si ratifica o retira la suspensión del capítulo tercero de la Ley Helms-Burton, que prevé sanciones migratorias a los inversionistas de terceros países, y sus familiares, que pretendan hacer negocios en las áreas en que Estados Unidos tiene demandas contra las expropiaciones realizadas a principios de la Revolución.
El lobby cubanoestadunidense, rebasado
Clinton ratificó la suspensión cada tres meses. Y Domínguez sostiene que Bush hará lo mismo. Entonces se planteará una incómoda disyuntiva para el ala dura de la comunidad cubana en Estados Unidos. En los próximos días deberá ser ratificado el secretario adjunto del Departamento de Estado, el cubanoestadunidense Otto Reich, cuyo nombramiento fue entendido por los más duros de los inmigrados como un gesto "positivo" para sus intereses.
"¿Qué va a hacer Reich si, como creo que sucederá, Bush mantiene la suspensión? ¿Va a defender la posición dura que siempre ha sostenido en público, en contra de la línea dictada por su jefe, o va a renunciar al cargo? Pronto sabremos si mi pronóstico es correcto."
Profesor invitado de El Colegio de México, autor de Orden y Revolución, entre muchos otros libros, Domínguez expuso su tesis sobre la dinámica de confrontación y cooperación informal que implantó Clinton, y descartó que los elementos de coerción de Estados Unidos vayan a desaparecer. "Desde la perspectiva del gobierno de Washington esta presión es necesaria para forzar a Cuba hacia una transición." Recordó que cuando Clinton tomó la decisión de usar su facultad legal para suspender la aplicación del tercer capítulo de la Ley Helms-Burton, argumentó que era una medida que facilitaría la transición en Cuba. "Creo que Bush se va a apegar al mismo razonamiento".
Aclaró: "No va a haber mejoría en la re-lación. No vamos a ver progresos en la cooperación bilateral". Pero la cooperación entre guardafronteras, oficinas de se-guridad nacional, policías antinarcóticos y otras áreas claves no se verán afectadas "e incluso podrían mejorar". Citó como ejemplo cómo, entre 1994 y 1995, ambos gobiernos firmaron acuerdos migratorios a pesar de las tensiones por la aprobación de la Ley Helms-Burton. "Hay autonomía, una especie de desenchufe entre las dos esferas, cooperación y conflicto. La primera ha sobrevivido varias crisis, incluyendo los embates de las organizaciones de cubanos de Florida y Nueva Jersey, que han sido incapaces de entender el interés del gobierno por mantenerla."
Los antecedentes
El 18 de mayo de 1998 los servicios de inteligencia del Pentágono reconocieron públicamente que las fuerzas armadas cu-banas no representan ninguna amenaza ni para Estados Unidos ni para sus vecinos. La declaración fue --señaló Domínguez-- un "rompehielos". Poco antes el Pentágono había iniciado el retiro de sus minas de la línea divisoria de Guantánamo (en 1996 se calcula había 14 mil). Para 1999 todas habían sido remplazadas por detectores de alta tecnología.
Al poco tiempo, el entonces zar antidrogas Barry McCaffrey declaraba que las autoridades cubanas no actuaban en complicidad con el narcotráfico, aunque consideraba que el equipo del gobierno cubano para combatir a los cárteles de la droga era obsoleto.
Años antes, en octubre de 1996, un su-ceso emblemático ponía de manifiesto la precisión y fluidez con la que se desarrollaba la cooperación entre las armadas y policías antinarcóticos de los dos países: la captura del barco Limmerick, cerca del espacio marítimo de Cuba. Llevaba a bordo un enorme cargamento de cocaína. El intercambio de información y la coordinación de ambos servicios de guardacostas fue impecable. El episodio fue espectacular por la cantidad de droga involucrada, pero "lo notable --apunta el investigador-- es que es un mecanismo que opera desde entonces y hasta la fecha, rutinariamente, con la misma eficacia".
Lo mismo ocurre en los operativos na-vales para la detección y captura de em-barcaciones con migrantes indocumentados de la isla hacia Florida: con gran precisión, conforme a su legislación de acogida selectiva de cubanos, las autoridades estadunidenses detectan y dan aviso a La Habana del tránsito de balseros.
Al evaluar el impacto que tuvo en esta relación el caso Elián, Domínguez indicó que tuvo un peso "más bien simbólico" y no fue necesariamente negativo para la relación bilateral. "No hay que olvidar que si finalmente el niño fue reintegrado a su familia cubana fue gracias a que la ex comisionada de Migración Doris Meissner decretó que el niño debía ser entregado a su padre. Un detalle no menor fue que quien representó legalmente al padre ante las cortes estadunidenses fue un abogado designado por el gobierno de Clinton. Y no cualquier abogado, sino el que representó al propio presidente en el escándalo Lewinski."