VIERNES Ť 18 Ť MAYO Ť 2001
Ť Reflexión de Felipe Arizmendi, obispo de San Cristóbal
Ya vendrán otros tiempos y actores para mejorar la legislación indígena
JOSE ANTONIO ROMAN
El obispo de San Cristóbal de las Casas, Felipe Arizmendi, confió en que si por ahora no se pudo avanzar más en la ley de derechos y cultura indígenas, ''ya vendrán otros tiempos, quizá con otros actores'', en que la sociedad madurará en su aceptación de quienes son iguales en dignidad, pero diferentes en culturas. ''Las leyes humanas no dan saltos en la historia de los pueblos, sino que se van construyendo y mejorando progresivamente''.
En una reflexión -que hará pública este fin de semana-, el prelado señala que para aquellos que creen en la palabra de Dios, ''la paz es obra de la justicia, de la fraternidad y del perdón, no de la imposición de los poderosos contra los débiles, ni de la fuerza de las armas''.
Insiste en que quien cree en Jesucristo ve a los otros, pobres y ricos, como hermanos, a nadie hace daño ni discrimina, sino que lucha por los derechos de los más desprotegidos, pero siempre por medios pacíficos.
En el escrito, el obispo hace referencia a varias citas bíblicas, en donde se enseña que a las primeras comunidades cristianas no se les impusieron las tradiciones de la cultura religiosa judía. ''Es cierto que tienen (los pueblos indígenas) costumbres muy valiosas, como el sentido comunitario, el respeto a la tierra y a los mayores, el servicio a la comunidad, las asambleas, el ejercicio de los cargos, la toma de acuerdos y el reconocimiento de la divinidad'', entre otros.
''Sin embargo, a la luz de la palabra de Dios, reconocemos también vicios y pecados que deben superarse, como la marginación de la mujer, la mezcla del alcohol en los ritos religiosos, la falta de respeto a las minorías y el no permitir disidencia en cuanto a la libertad religiosa y política''.
Considera que para poder discernir qué es digno de conservarse es necesario escuchar a las comunidades, pero sobre todo tener un punto claro de referencia, que para los creyentes debe ser el Evangelio y lo que Dios quiere. ''Lo que esté de acuerdo con el Evangelio, es válido en las culturas; lo que sea contrario, daña y limita''.
Arizmendi señala que hay muchos que se obstinan en no hacerle caso a la palabra de Dios, pues prefieren guiarse por lo que dice la televisión, por los consejos de psicólogos no fieles al Evangelio, por los horóscopos y los brujos, por los amigos, por la opinión pública, por la moda y por lo que hacen en otros países económicamente más desarrollados.
Por ejemplo, hay quienes luchan porque se reconozcan como legítimos ante la ley civil los matrimonios entre homosexuales. Quienes exigen estos cambios no se inspiran en el Evangelio, sino en lo que se hace en algunos países de Europa. Y no faltan gobernantes o legisladores que, carentes no sólo de una fe religiosa sino hasta de una ética, sostienen que se debe admitir lo que quiera la mayoría y someter todo a encuestas.