JUEVES Ť 17 Ť MAYO Ť 2001
Leonardo García Tsao ENVIADO
La vida es sueño y la pesadilla, cine
Cannes. Está confirmado. Quien dispone de los horarios de las funciones para la prensa es un sádico o un incompetente (o las dos cosas). Hoy se programó la cinta taiwanesa Ni nei Pien Chi Tien (ƑQué horas son allá?), de Tsai Ming-Liang justo a la hora en que aún no concluía la primera proyección de Va savoir (Quién sabe), de Jacques Rivette. No había de otra: o se perdía uno la conclusión de la cuarta concursante francesa, o sacrificaba uno la película asiática, pues para mañana se le ha reservado el horario propio del Tercer Mundo: sólo una función pública a las cuatro y media de la tarde, de etiqueta rigurosa.
Hasta donde se pudo comprobar, la nueva realización de Rivette continúa su interés por reflejar qué tanto influye la vida cotidiana en el arte y viceversa, a través del desempeño de un grupo teatral, cuyo director italiano (Sergio Castellitto) intenta montar una obra desconocida de Goldoni, mientras su actriz principal (Jeanne Balibar), reanuda relaciones con una ex pareja en tanto representa el papel central de una pieza de Pirandello. Las conexiones entre representación y realidad resultan íntimas al grado de parecer indivisibles, por supuesto. Los comentarios suscitados por Éloge de l'amour, de Godard, y Va savoir demuestran que estos dos veteranos de la llamada Nueva Ola francesa -quizá los más intelectuales- han seguido con coherencia, aunque en diferente tenor, las preocupaciones de sus inicios. (Por cierto, mis intentos por ver la cinta de Godard en una función del mercado fracasaron nuevamente. Hasta los distribuidores se dejaron venir en tropel para la proyección de un producto que no tiene futuro alguno en las pantallas comerciales. Su único espacio son los festivales de cine).
Por su parte, el estadounidense David Lynch ha retomado el camino con Mulholland drive, una película rehecha a partir de fragmentos de la teleserie rechazada al cineasta por una cadena gringa. Se trata de una intrigante mirada sobre Hollywood como un paisaje onírico, donde ocurren cosas misteriosas cada vez más gratuitas conforme llega a su parte final. Todo podría ser el delirio de una actriz fracasada (Naomi Watts, una revelación) justo antes de suicidarse, lo cual permite cualquier tipo de libertades narrativas.
Lejos de la sencillez "Mi personaje senil inolvidable" de The straight story y menos densa que Lost highway, la artificial imitación de una pesadilla febril, Mulholland drive revive la habilidad de Lynch para reproducir el tono y el ritmo de un sueño, en este caso influido por las producciones hollywoodenses de los 60. En sus instancias más atractivas, la cinta evoca la fantasía de ver a Betty y Verónica, las novias de Archi, animándose a salir del clóset en lo que intentan establecer la identidad de la segunda, afectada por amnesia.