JUEVES Ť 17 Ť MAYO Ť 2001
Orlando Delgado
Disciplinas y responsabilidades
El anuncio de la reducción del gasto público se propuso enviar dos mensajes: el primero, a los mercados financieros, para mostrar que el gobierno es respetuoso de la disciplina fiscal y, a partir de ella, que existe firmeza en el propósito de cumplir las metas monetarias del programa económico foxista; el segundo, a la población, para mostrar que el gobierno actúa con responsabilidad: frente a la reducción de los ingresos, disminuye el gasto en la misma medida. La disciplina fiscal a la que se somete el gobierno es la misma que ha venido aplicándose desde los tiempos de Miguel de la Madrid; una disciplina que intenta que las expectativas de los agentes económicos se ajusten a las metas oficiales planteadas, destacadamente la inflación y el déficit fiscal, dejando en un segundo plano la evolución de las variables fundamentales: la producción y el empleo.
Esta ortodoxia económica se contrapone con la política monetaria que ha venido utilizando la Reserva Federal que, por quinta ocasión en este año, decidió reducir la tasa de interés de los fondos federales dejándola en 4 por ciento; el manejo de la tasa de interés a la baja se ha basado en una revisión cuidadosa del comportamiento de las principales variables económicas y financieras y, sobre todo, de su impacto en el consumo de los estadunidenses. Con tasas menores se estimula el crédito (en marzo creció 4.7 por ciento), con ello las ventas (en abril aumentaron 0.8 mientras que en marzo habían caído 0.4 por ciento) y consecuentemente la producción (en el primer trimestre creció 2 por ciento revirtiendo la tendencia a la reducción observada desde el tercer trimestre de 2000); la política monetaria del banco central de Estados Unidos intenta que el ciclo económico que va de la desaceleración a la recesión se acorte y que se logre un ritmo de crecimiento más vigoroso. La política económica actúa en contra del ciclo.
En sentido contrario han venido actuando los responsables económicos del gobierno: el secretario de Hacienda y el gobernador del Banco de México. Desde el arranque de este año, el banco central decidió reducir los saldos acumulados diarios de dinero en circulación, llegando a 400 millones de pesos, lo que se ha sostenido desde entonces, pese a que la evolución de las principales variables indicaba que la producción y el empleo no sólo se alejaban de la meta planteada, sino que su desaceleración estaba siendo demasiado acusada. El dato del PIB del primer trimestre de 2000 lo confirma: el crecimiento fue de 1.9, mientras que el trimestre anterior había sido de 5.1 y el tercer trimestre del año actual fue de 7 por ciento; la reducción del ritmo de crecimiento es violenta.
El recorte presupuestal contribuirá a que la demanda se reduzca; el crédito, por su parte, no se podrá reducir, ya que prácticamente no existe, de modo que es seguro que en el segundo trimestre observaremos un crecimiento de uno por ciento; de hecho, se ha reconocido que creceremos al 2.5. La política económica del gobierno actúa a favor del ciclo: si la economía reduce su ritmo, las decisiones de política monetaria y el ajuste del gasto público agudizan las tendencias que provienen de la contracción de las exportaciones, la caída en la inversión, los recortes de personal, etcétera, por eso la desaceleración está resultando más rápida. Sin embargo, lo que interesa a los responsables económicos va bien: la inflación acumulada a abril es de 1.63 y la tasa anual mayo-abril fue de 7.11, cerca de la meta de 6.5; el saldo en finanzas públicas se ha corregido con la decisión "responsable", alineándolo a la meta de 0.5 por ciento del PIB; el tipo de cambio, consecuentemente, muestra un comportamiento inusitado: se cotiza alrededor de nueve pesos por dólar, lo que indica que hay una apreciación ligera que, a su vez, es fundamental para que la inflación se mantenga en los límites esperados.
De esta manera, el gobierno foxista ha establecido claramente que su responsabilidad es cumplir con lo que esperan de él las agencias financieras internacionales (FMI, Banco Mundial, OCDE) y las calificadoras (Standard & Poor's); para ello, se disciplina reduciendo el gasto. Los electores, los 16 millones que votaron por él para sacar al PRI de Los Pinos, pero también para que las cosas cambiasen, poco importan; la responsabilidad de cumplir con lo ofrecido no existe.