JUEVES Ť 17 Ť MAYO Ť 2001

Ť La elección se planchó en San Lázaro e Insurgentes Norte, dicen dos de los aspirantes

Rodolfo Echeverría fue electo secretario general del PRI; llamó a detener el avance de la derecha

Ť Los llamados cuatro fantásticos y Sauri habrían aprobado semanas antes al triunfador Ť Inútiles esfuerzos de César Augusto Santiago Ť Se les pasó la mano, señaló Galindo

ROSA ELVIRA VARGAS Y CIRO PEREZ SILVA

Con la elección de Rodolfo Echeverría Ruiz como secretario general del PRI, este partido político demostró una vez más que no hay candados, pactos de civilidad, boletas foliadas o urnas transparentes que no puedan sucumbir ante la poderosa línea. Esta se impondrá siempre en el otrora partidazo, sin importar incluso que legítimamente el ungido tenga méritos suficientes para el cargo.

El método fue nuevo y logró persuadir a aquellos ocho que además de Echeverría Ruiz se inscribieron, juntaron firmas, hicieron campañas y elaboraron encendidos discursos para pedir el voto a su favor.

Pero todo se había decidido semanas atrás.

echeverria-secretarioY es que, paralelamente a esa ilusión democratizadora, los operadores de siempre se movieron, cumplieron su misión y de acuerdo con versiones que revelaron dos de los aspirantes cuando el resultado era ya irreversible, la elección se planchó desde oficinas en San Lázaro y en Insurgentes Norte.

Las versiones refieren que la opción de Rodolfo Echeverría se pactó desde hace algunas semanas, en un encuentro en el que participaron los llamados cuatro fantásticos ?Francisco Labastida, Roberto Madrazo, Humberto Roque y Manuel Bartlett? con la presidenta nacional del PRI, Dulce María Sauri Riancho.

El consenso entonces fue que el sobrino del ex presidente Luis Echeverría, por su larga trayectoria en el partido tricolor lograba acercar a los grupos labastidistas, madracistas y de la propia dirigencia; además, ''no tenía fierros políticos''.

Y a partir de este acuerdo, comentan las mismas versiones, la maquinaria se echó a andar, aunque al mismo tiempo se afinaban las formas para que el proceso resultara a los ojos de cualquiera absolutamente democrático.

Protestas telefónicas

Las mismas versiones aseguraron que buena parte de la operación para decidir el voto a favor de Echeverría se hizo a través de Humberto Lepe, secretario particular de la coordinadora de los diputados del PRI, Beatriz Paredes Rangel. De esto fue enterado César Augusto Santiago, quien telefónicamente le reclamó a la dirigente nacional, Dulce María Sauri.

La respuesta llegó a través de otra llamada, esta vez de Paredes Rangel, quien le aseguró al diputado chiapaneco que todo era falso, que ella no permitiría nada de eso. Pero durante la elección, Heriberto Galindo no pudo contenerse y dejó escapar un comentario: ''Se les pasó la mano'', y es que, aseguran, el dirigente de los diputados de la CNC, Javier Luzanilla, y el coordinador de los diputados de la CNOP, Efrén Leyva Acevedo, mantuvieron una ''guardia'' en las mamparas para recordarle a los votantes que ''la línea es Echeverría''.

Algunos de los aspirantes, con larga trayectoria en lides partidistas y electorales de todo tipo, como César Augusto Santiago, tuvieron la certeza casi hasta el último momento de que los integrantes del Consejo Político Nacional votarían en conciencia. Pronunció una pieza oratoria impecable, el mejor de los discursos de la noche, pero al final, cuando aún no se revelaba el resultado de la elección, abandonó el auditorio Plutarco Elías Calles.

Y es que previendo lo que ocurriría, el político chiapaneco enfatizó en su intervención que el asunto que los convocaba ''ni remotamente puede resolverse por la amistad de alguno o la falta de amistad de otros. Quien espere triunfar por tener más supuestos amigos, se equivoca. Esperemos triunfar por tener más razones,

 
más resultados, posibilidades mejores...''

Cuando desde varias horas antes se confirmó que los hados favorecerían a Echeverría Ruiz, y se encaraba a los priístas sobre la inutilidad del complicado método de elección, algunos explicaban que el fin de esto era sobre todo dar la idea de que "la puerta se abrió desde afuera y no desde adentro". Inmediatamente, sin embargo, elogiaban la trayectoria partidista de quien desde el lunes se manejaba como el seguro ganador.

Y esto, decían en abono a él, porque todos lo conocen y han visto su actuación en el partido. En suma, ha hecho amigos y no tiene "el corazón amargo", como alguno definió a César Augusto Santiago.

El resultado final fue aplastante: Rodolfo Echeverría obtuvo 194 votos; César Augusto Santiago, 56; Heriberto Galindo, 8; Miguel González Avelar, 16; Samuel Palma, 18; Lorena Beauregard, 3; Cuauhtémoc Betanzos, 1; José Castelazo y Adrian Mayoral, cero votos. De todos ellos, sólo dos prefirieron no felicitar al triunfador.

Para los priístas que conforman la elite del Consejo Político Nacional, este fue un ejercicio no sólo inédito, sino alentador de cara a la Asamblea Nacional y a la necesaria renovación de otras estructuras partidistas. Uno de ellos dijo que "ya encarrerados en este método de elección, lo que seguiría ahora es hacer lo propio en la CNOP, donde hace un año y medio la secretaria general, Elba Esther Gordillo, terminó su periodo estatutario".

El proceso

Y ciertamente, a ojos de cualquiera, el PRI preparó la elección de su secretario general, en lo formal, con un escrúpulo envidiable. En el escenario del auditorio Elías Calles se colocó, además de la mesa para la dirigencia nacional, una más para los encargados del proceso que encabezó Dionisio Pérez Jácome, cuatro mesas más para distribuir las boletas por orden alfabético, dos para labores secretariales y de apoyo y se destinó un espacio especial para los representantes de cada candidato.

Al centro, y aunque ya se les andaba olvidando, como un símbolo de los nuevos tiempos se colocó una inmensa urna transparente, mientras que a ambos lados del escenario se instalaron cuatro mamparas para garantizar la intimidad del sufragio. Vino también, faltaba más, un notario público.

Y así fueron arribando hasta juntar 297 de 352 consejeros, políticos de todos los tiempos. En segunda fila, y en ese nuevo afán de demostrar ante todos que aquí se trataba de la pura unidad, se sentaron juntos Francisco Labastida y Roberto Madrazo Pintado.

La intervención hasta por 10 minutos de los candidatos también se hizo ?una muestra más de democracia? por riguroso sorteo. Inició Miguel González Avelar, quien dijo que "ya quisieran para un día de fiesta" sus adversarios, "contar con la lealtad y enjundia de la más modesta de nuestras organizaciones". Embelesado con su retórica, se pasó del tiempo límite y la luz roja del semáforo fue implacable, además de los silbidos anónimos de algunos militantes.

Cuauhtémoc Betanzos satisfizo de nuevo al único que votaría por él, con un discurso de invocación a la militancia de base y de críticas al gobierno de Vicente Fox. César Augusto Santiago pronunció sin duda el mejor mensaje y señaló que el PRI debe mandar la señal de que volverá a ganar las elecciones, luego de pedir para el partido una cuarta etapa de reformas y señalar que después del 2 de julio los conflictos al interior del partido tricolor, se resolvieron por la lucha de la amistad y la enemistad, por los falsos temores y la complacencia.

Soldado político

Heriberto Galindo, quien de entrada dijo que renunció a la comodidad de la embajada de México en Cuba para "venir a cerrar filas aquí, como un soldado político, en defensa de nuestro destino revolucionario", usó como prenda de su proyecto el haber servido al PRI "desde que tenía 13 años en mi natal Guamúchil, Sinaloa".

José Castelazo, quien a la postre no obtendría un solo voto pese a ser miembro del Consejo Político Nacional y director de la revista Examen, aseguró que la alianza entre el PRI y los mexicanos "es sólida", y cuando se definió como un "organizador organizado", no faltó quien le recomendara que mejor se contratara como secretario particular.

Rodolfo Echeverría Ruiz fue el único candidato que improvisó. Para él, los aplausos fueron atronadores. Llamó a detener el avance de la derecha y aplicar "una sola estrategia para recuperar la Presidencia de la República: las reivindicaciones sociales''.

A Lorena Beauregard la trataron con intolerancia, pues hubo quien le cobró su antimadracismo, sobre todo aseguró "no pertenezco a ningún grupo político". Samuel Palma y Adrian Mayoral sólo cumplieron con el requisito.

El proceso continuó. Votaron, contaron y ratificaron lo previamente armado. Pero con todo, la mayoría salió satisfecha. Es el PRI.