LUNES Ť 14 Ť MAYO Ť 2001
Ť Jesusa Rodríguez pone en escena la realidad del cabaret con la ficción de la política
La misa en Los Pinos, lucidez que lleva a reír
Ť En el montaje hay la escuela de la improvisación y actuaciones de jóvenes con talento
Ť Ante el éxito en la última función, la obra se representará tres semanas más en El Hábito
RENATO RAVELO
Es necesario quitarle cinco días de salario a los trabajadores, a ver si al sexto no dicen "bendito salario", propone desde el escenario una secretaria de desarrollo social de un país donde existe cierto producto llamado Caca-Cola, al frente de cuya empresa estuvo un señor que luego fue presidente y que se encuentra en alerta roja, porque un amigo de él se ha muerto, allá por algún rincón de una selva Lacandona.
Jesusa Rodríguez lo hace de nuevo y pone en escena la realidad del cabaret con la ficción de la política, en una propuesta que con el nombre de Misa en Los pinos convoca al público a hora y media de carcajadas con mensaje subversivo, apuntalado por una franca crítica al gobierno de Vicente Fox.
El público asistente, que literalmente abarrotó las mesas de El Hábito, con su ovación final hizo que la última función del espectáculo se convirtiera en la ante-ante penúltima presentación, o lo que es lo mismo, que seguirá por tres fines de semana.
Acompañada por Diego Jáuregui, Alejandro Calva, Alma Jurado, Fratta, Carmen Huete y Roberto Morales, Rodríguez plantea la farsa de una reunión en Los Pinos para asistir a misa, en la que participan Martha Sahagún, Jorge Castañeda, Josefina Vázquez Mota, Leticia Navarro, un sacerdote y un monaguillo.
Humor con reflexión y reflexión con burla, es decir, la farsa llevada al extremo de la exageración, en la que quizás es una de las escenas más hilarantes, cuando uno de los personajes (Castañeda), con los pantalones abajo, recibe odas de un astronauta elevado en el escenario, que es representante del ejército zapatista de liberación intergaláctica, pero también la escena del duro y a la cabeza, cuando a la pregunta de qué amigo de Fox se ha muerto, se cuestionan Ƒacaso será Chabelo, o Bush, o Ponchito o Adal Ramones?
En el escenario hay media decena de excusados con la propaganda de Caca- Cola y frente a estos un refrigerador. El gran anuncio que cuelga en la pared se sube y se baja para dar paso a la pantalla, ya que en pleno derecho del uso de tecnología de punta, se hace participar a dos conductoras y se transmiten escenas de películas en blanco y negro.
Las conductoras son Denis Maerker, que aparece a cuadro, valiente ella, sin ceder a la risa, con un texto que ensaya el absurdo con mucha credibilidad, y como colofón, la voz en off de Carmen Aristegui, ambas al parecer en debut escénico gracias a este montaje.
Los recursos del cabaret como la canción, recuerdan su origen alemán, como mecanismo de lectura política, sin ceder a las tentaciones del discurso formal, porque este es un género informal, como debe serlo cualquier expresión artística que aspire a horadar tuneles entre distintas esferas de lo social al absurdo y de regreso.
Una misa, ciertamente, es un encierro voluntario, el abrazar una fórmula, pero cuando al rito se le mezclan los "gloria a Fox en las alturas", o "creador de la oferta y la demanda", los imaginarios chocan y se producen una chispa a un tiempo gozosa e irreverente.
Esa propuesta escénica que ha hecho Jesusa Rodríguez durante toda su carrera encuentra en Misa en los pinos una de las obras más redondas, porque hay apuesta estética al hacer dialogar la farsa con la obra de Buñuel El ángel exterminador, porque hay la escuela de la improvisación y actuaciones de jóvenes con talento.
En honor a la verdad, sin embargo, el único personaje que no termina por justificarse es el de la hija adoptiva de Fox, y aun sin saber los motivos, parece acertado no incluir a Carlos Abascal, el secretario de Trabajo, cuyo nombre sin embargo circula por las mesas con facilidad.
El sacerdote que oficia la misa con esa jiribilla política, el delirante monólogo de Castañeda, el albur que distancia años luz al cabaret mexicano del alemán, porque viene de la carpa ("y al averganado, hay fiebre aftosa"), son parte de los elementos que giran y hacen que en el delirio se alcance, por momentos, la lucidez, envuelta en ese impulso que lleva a reír, porque ya no se puede hacer otra cosa, porque se entendió que se llega a un límite entre lo absurdo y lo más absurdo que es la política en la actualidad en nuestro país.
Misa en Los Pinos trasciende la anécdota de los recortes presupuestales, de los planes de desarrollo de a 108 pesos, de las responsables de comunicación que no comunican, de los juegos de palabra: ("como dijo Abascal, escuchad su-misa"), para convertirse en una experiencia estética que nació política y ácida.